París, 23 abr (EFE).- Francia elige este domingo a su futuro jefe de Estado entre el liberal Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen y entre esas dos opciones están quienes no se sienten representados por ninguno y hacen augurar un aumento de la división ciudadana en cuanto se conozcan los resultados.
“Francia está fracturada desde hace tiempo y lamentablemente seguirá así. Tenemos un espíritu revolucionario y revanchista y lamentablemente no creo que cambie. Está en nuestro ADN”, explica a Efe Martine, de 72 años.
Habla desde el mercado al aire libre de Saxe-Breteuil, en el distrito VII de París, donde el actual mandatario obtuvo en la primera vuelta del pasado 10 de abril su porcentaje de voto más alto en toda la capital, del 48,47 %.
“Tenemos la suerte de tener un muy buen presidente. Ha hecho lo que ha podido teniendo en cuenta la coyuntura que le ha tocado, es decir, la covid y los 'chalecos amarillos'. No creo que tenga problema para ser reelegido. El problema llegará después, le resultará muy difícil gobernar y hacer las reformas que quiere”, teme Martine.
En ese barrio acomodado de París no es difícil encontrar votantes del antiguo ministro de Economía, que llegó al poder en 2017 con 39 años e intenta renovar mandato con 44.
“Para mí es el único que puede ser presidente. Los otros no dan la talla, no están a la altura”, señala Jean-Paul, de 81 años.
No le sorprende que Le Pen llegara a la segunda vuelta con el 23,15 % de los sufragios, frente al 27,85 % de Macron: “Hay muchas dificultades y la gente piensa que Le Pen las va a resolver todas. Creo que es solo una ilusión”, apunta este ex trabajador del sector financiero.
Pero lo que proponen otros candidatos, según coincide Claude, ex directora administrativa y financiera de 75 años que también votó por Macron el 10 de abril, “no es más realista” que lo que dice el actual mandatario.
DESCONTENTO EN LA CLASE POPULAR
En el mercado de Belleville, en el distrito XI de París, donde se impuso en la primera vuelta el izquierdista Jean-Luc Mélenchon (36,26 %) y entre los compradores hay una mayor presencia de inmigración y clases populares, el descontento es más palpable.
“Voté a Mélenchon en la primera y ahora todavía dudo entre voto en blanco o voto a Macron”, apunta Elisabeth, de 55 años y sin trabajo desde hace dos.
Hay, en su opinión, “dos Francias que no se entienden, que ya no se hablan. El gran fracaso de la izquierda es no haber sabido hablar a esas clases populares”, sostiene esta francesa “decepcionada” con la presencia de Le Pen en la segunda vuelta, pero no sorprendida tras un quinquenio “duro, con una política muy liberal”.
Aziz, de 75 años y origen libanés, se suma a quienes el 10 de abril no apostaron por Macron. Solo desvela que en la primera vuelta su opción perdió y en esta segunda se decanta de momento por el voto en blanco.
“No veo muchas diferencias entre uno y otra. Son todos unos manipuladores”, apunta escéptico sobre una posible victoria de la representante de la Agrupación Nacional y cauteloso sobre la Francia del futuro: “Si la gente pierde la esperanza solo queda la violencia”.
Henri, socialista de 65 años, artesano ya jubilado, es de quienes se va a rebelar contra el llamado frente republicano, que insta a bloquear el ascenso de la extrema derecha a los distintos estratos del poder.
“En 2002 voté a Chirac frente a Jean-Marie Le Pen, en 2017 a Macron frente a Marine Le Pen y este año ya no. Iré a votar, pero seguramente votaré en blanco. Mi voto no estará impuesto”, concluye confiado en que las elecciones legislativas, conocidas como la tercera vuelta, permitan equilibrar las relaciones de fuerza.
Marta Garde