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Guantánamo, la prisión donde no se puede morir de hambre

Guantánamo, la prisión donde no se puede morir de hambre

EFE

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Base Naval de Guantánamo (Cuba), 26 mar (EFE).-Un tarro de aceite de oliva y un engrudo con sabor a vainilla esperan en la mesa metálica; son el sustento que el equipo médico de la prisión de Guantánamo introduce por la nariz a los detenidos cuyas vidas, a su juicio, corren peligro a causa de la huelga de hambre que mantienen.

El jefe del hospital militar de la prisión, que prefiere guardar su anonimato, recorre todos los rincones del centro médico explicando a Efe y al diario Miami Herald cómo funciona cada dependencia: el quirófano, el laboratorio, la sala de rayos.

La penúltima parada es una silla con amarres, sobre la que el doctor explica cómo alimentan a los presos a través de un tubo.

“Lo explicamos casi al final porque suele llevarse toda vuestra atención -confiesa-. (...) Pero esto solo se lleva a cabo por razones médicas. Únicamente cuando sentimos que el detenido está en peligro” por falta de nutrición, explica.

Según relata el galeno, antes de comenzar el procedimiento, en todas y cada una de las ocasiones, las enfermeras o los practicantes preguntan a los detenidos si no prefieren comer voluntariamente antes de ser intubados, o bien ingerir el equivalente calórico que necesitan bebiendo un compuesto preparado.

Si la respuesta es no, ya saben cuál es el siguiente paso.

“Muchos de ellos optan por ingerirlo. Es sencillamente el mismo suplemento que le darían a cualquiera tras haber pasado un largo periodo de tiempo en el hospital sin poder comer”, apunta.

Pese a que las huelgas de hambre han sido una práctica común en la prisión de Guantánamo a lo largo de los años, las cifras oficiales de presos alcanzaron cifras récord el verano pasado, llegando a los 106 individuos en huelga y los 46 alimentados de manera artificial según el propio cuerpo militar. Algunos incluso tuvieron que ser hospitalizados.

Cuando Efe visita las instalaciones de la prisión todo está mucho más calmado, y aunque los oficiales declinan dar datos concretos sobre el número de procedimientos de intubación que llevaron a cabo en el último mes, un gran número de detenidos ha dejado de proclamarse en huelga de hambre.

Minutos más tarde aparecen tres jóvenes enfermeros, dos hombres y una mujer, ninguno llega a los 30 y todos alguna vez han alimentado por un tubo a alguno de los 154 presos que quedan en el penal.

“Hay alimentados VIP”, explica ella, en referencia a aquellos que no muestran ninguna oposición a la intubación y pueden incluso ver una película o jugar a algún videojuego mientras se completa el proceso alimenticio, pero los hay que no.

“Podemos saber quiénes son los que van a mostrar más oposición. Conocemos sus comportamientos”, añade uno de los jóvenes, al que no se le permite decir cuáles son los criterios para considerar que uno de los detenidos debe pasar a ser alimentado de manera artificial, pero según su experiencia “el 99% se comportan amigablemente”.

Dependiendo del estado y el metabolismo de cada uno de los individuos, la ingesta a través del tubo se alarga más o menos, y dependiendo del nivel de desnutrición, se les somete al proceso una o dos veces al día, agrega el joven. Nunca tres.

“Nosotros hemos decidido cuidar de ellos”, apunta uno de los oficiales en referencia a la decisión del Gobierno estadounidense de nutrirlos aunque sea contra su voluntad, pese a que algunas organizaciones internacionales han denunciado que estas prácticas violan los derechos humanos.

Los miembros del equipo médico del penal sienten que esta labor forma parte de su obligación por velar por la vida de los detenidos. Los detenidos, sin embargo, creen que no se respeta su derecho a la protesta.

Sea de un modo u otro, lo que está claro es que en Guantánamo nadie puede morir de hambre.

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