El escritor mallorquín José Carlos Llop recupera en su último libro, “Solsticio”, “el paisaje perdido” de su Mallorca natal en un viaje literario que, según explica el propio autor, ha hecho “sin nostalgia”.
En el arranque de “Solsticio” (RBA), Llop cuenta cómo un “simca” de color cereza recogía a toda la familia a principio del verano y les llevaba a una batería militar donde su padre, el comandante del puesto, con su talante marcial, hacía su vida cotidiana.
Después de escribir “En la ciudad sumergida”, en el que la literatura tenía tanto peso como la ciudad, Llop indagó “en qué momento del tiempo no tenía conciencia de que iba a ser escritor, en qué fragmento de mi vida la literatura era ajena a mi manera de contemplar el mundo”.
Y alrededor de esa pregunta, como en una concha de caracol, explica Llop en una entrevista a Efe, “fueron apareciendo en espiral los veranos de la infancia en una batería militar aislada de la costa mallorquina”.
Era, añade, un recuerdo que no le había abandonado nunca, porque “estaba ligado a la idea de paraíso”, pero jamás lo había contemplado como ese período ausente de escritura.
Rechaza el autor que se trate de una obra estrictamente memorística, “pues ni siquiera voy de la mano de una forma de literatura autobiográfica: el niño no es el eje del relato, sino que es la mirada sobre el paisaje del relato, y eso sucede porque el narrador no tiene aún voz literaria, sólo mira”.
Se trata de una mirada inaugural, que descubre las cosas por vez primera y, confiesa, es el inicio “de algo muy importante en el origen del escritor, que es aprender a nombrarlas, el equivalente a poseerlas”.
Recuperar un paisaje, perdido en todos los sentidos, “fue una de las funciones de este libro, pero para mí, como persona, y no como escritor”, señala Llop, quien no quiso verter en sus páginas ni una brizna de nostalgia.
“Hay un retrato de un mundo con sentido de la moral y ahí no cabe la nostalgia. La nostalgia es un error literario”, proclama Llop, que cree que “el tiempo mejor es el presente, el que estamos viviendo, y además es el que nos permite recordar el pasado”.
La percepción de la infancia como un espacio paradisiaco es una idea, recuerda, que ya está en Proust: “Nuestra visión de la infancia a posteriori siempre suele estar relacionada con el paraíso”.
“En la ciudad sumergida” y “Solsticio” son, según su autor, dos libros que se ensamblan: “El primero es la ciudad, y el segundo es la isla, y juntos forman una metáfora de la manera de vivir que tenemos en Mallorca, donde nunca desligamos una cosa de la otra, donde ambas se complementan, donde continuamos yendo a veranear a 30 minutos de nuestra casa”.
Coincide en el tiempo “Solsticio” con el libro de memorias de infancia de la académica mallorquina Carme Riera, “Tiempo de inocencia”.
Llop, que no es de la misma generación, comenta que “la cultura mallorquina está estructurada alrededor de un sentimiento que podríamos tildar de elegíaco, no en el sentido nostálgico, sino en el sentido de relación con los tiempos”.
“Nunca hablamos del presente, y, en cambio, nos gusta hablar del pasado. Decir lo que estamos haciendo nos suena a dar explicaciones a un extraño, y en cambio contar lo que hicimos nos hace presentarnos como somos”, advierte.
Si en “Solsticio” no hay nostalgia, “tampoco hay melancolía”, subraya Llop, quien ve su libro “en las antípodas de la balada anglosajona; más bien como una celebración”, hasta el punto de que se ha sentido muy feliz escribiéndolo.
En opinión del escritor mallorquín, “Solsticio” tiene algo poco común en la literatura española, el tratamiento de la memoria, que estaría más cercano a la “Trilogía de Corfú” de Gerald Durrell, y añade: “La literatura española es poco memorialista por un sentido del pudor y, en cambio, hemos tendido la gesta histórica, desde el 'Cantar de Mío Cid' a 'Victus'”.