Al ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta (Barcelona, 1960), lo interrumpen una decena de veces durante la entrevista para saludarlo, para pedirle una foto o para ofrecerle dulces de chocolate. Son militantes del PSOE que han acudido a la convención municipal que el partido celebra en Valencia como punto de partida para las elecciones del 28 de mayo. A las puertas de su enésima campaña electoral, asegura que los mítines todavía no le aburren y reconoce ser una de las personas del Consejo de Ministros más cercanas a la vicepresidenta Yolanda Díaz. Saca pecho de su legado al frente del Ministerio y del balance del Gobierno en su conjunto, y admite sin tapujos que el fútbol, otra competencia de su cartera, le atrae lo justo.
Le iba a empezar preguntando si después de tantos años le daban un poco de pereza estos actos de partido, pero le veo en plan estrella en un baño de masas.
La gente es muy cariñosa.
No con todo el mundo.
También hay que dejarse, y yo me dejo.
Pero que en general cae bien, ¿no?
Bueno, llevo mucho tiempo y soy ya como una figurita del pesebre. Me tienen cariño y creo que reconocen algunas cosas que he hecho. Tengo suerte.
¿Solo le pasa entre militantes o por la calle también?
Por la calle hay división de opiniones.
¿En plan insultos?
Alguno hay, sí. En Catalunya, por ejemplo, los independentistas me tienen un poco atravesado.
Por lo que sea.
Y en Madrid los más patrioteros, pues también.
Pero entre la militancia arrasa.
La verdad es que sí, no me voy a esconder.
A ver si va a poner celoso al presidente.
No, no, no. Lo de él es de popstar total. Y eso es por cariño pero también por reconocimiento a que lo está haciendo muy bien en un momento muy complicado. Yo es que soy muy fans (remarca la ese).
No sé si toda esa gente quiere al presidente de una manera tan desmesurada como la gente que lo odia.
También le pasó a Felipe y a Zapatero. La derecha lleva muy mal estar en la oposición e intenta personalizar el odio. A mí me preocupa.
Pero le ve en buena forma, ¿no?
¡Buah! El presidente está tremendo.
Ya, ya. Pero me refería a buena forma política.
Pero es que la forma física en esto es importante, ¿eh? De verdad que cuesta mucho seguirle el ritmo.
Va a empezar otra campaña. ¿Cuántas lleva?
Ya no las cuento. Me afilié en el 77 y las he hecho todas. Y me gustan.
¿En serio?
Sí. La política solo tiene sentido si es en relación con la gente y las campañas potencian eso, la relación con la ciudadanía.
Pero más que con la ciudadanía es relación entre ustedes mismos, ¿no? Entre quienes piensan igual, entre los convencidos, entre los que le dan la razón todo el rato...
Eso es verdad y si solo te ves con los tuyos corres el riesgo de pensar que no hay gente que piensa justo lo contrario. Pero en las campañas intentamos tener mucho contacto con la gente. Al final el boca-oreja es lo que funciona de verdad. El boca-oreja, ¿eh? Que lo llaman el boca a boca y es boca-oreja.
El boca a boca es otra cosa.
Que también funciona, ¿eh?
Me decía que le gustaban las campañas y será capaz de decirme incluso que también le gustan las convenciones de partido como esta.
Hay que estar. Esto es un proyecto colectivo y no va de qué me apetece o cómo estoy yo o qué me gusta. Nos juntamos para representar unos valores, una historia, una organización. Yo todavía no me aburro.
Qué suerte.
Me resigno a que llegará un día que igual me aburre, pero de momento…
Pero si ya se sabe al dedillo lo que le van a decir.
La gracia es cómo me lo dicen.
Lo que no le hizo mucha gracia en su día fue que le cambiaran de ministerio, ¿no?
No tanto por el ministerio sino porque quería acabar la faena. Pero en Cultura la estoy gozando y, modestia aparte, lo estamos haciendo de cine.
Le veo autocrítico.
No, no, perdona. Es que yo me quiero quitar la faja ya.
Como vea.
Me dicen: “No caigamos en triunfalismos”. Pero es que vamos a ver: si tienes el mayor presupuesto de la historia, si has creado el estatuto del artista que llevaba 20 años parado, si has creado un bono cultural joven, si estás metiendo más recursos que nunca en la conservación del patrimonio, si estás defendiendo los derechos de autor, si has sacado la ley del deporte… Siempre hay errores, pero hemos hecho mucho y hay que decirlo.
¿Cultura o Deporte?
Soy más de cultura pero estoy descubriendo un mundo nuevo en el deporte en el que también hay muy buenas vibraciones.
El fútbol no le encanta, ¿no?
No me gusta mucho. Es que se tiran ahí hora y media y a veces hay un solo gol.
Y a veces ninguno, ministro.
Por eso. En cambio, en el baloncesto cuando van y cuando vuelven siempre pasan cosas. Para mi gusto al fútbol le falta un poco de ritmo.
Quiere decir que le atrae más una convención del PSOE que un Valladolid-Osasuna, ¿no?
Todo tiene lo suyo. A mí del fútbol lo que más me gusta son las aficiones, ver la emoción que tanta gente proyecta sobre un deporte. Pero en el fútbol hay que ir también con cierto cuidado.
¿A qué se refiere?
Se mezclan muchísimas cosas: intereses, poder, dinero… Hay que tener cuidado para no pillarse ahí los dedos.
Se ha encontrado un buen marrón con lo del Barcelona y Negreira.
Que es un marrón es seguro. El problema ahora mismo es el daño reputacional: si la gente piensa que las competiciones pueden amañarse, pierden todo el valor. Pero hay que dejar que la Justicia se pronuncie.
Si fuera de algún equipo, ¿sería del Barça?
No, sería del Athletic de Bilbao porque mi padre lo era y mi tío abuelo fue futbolista del Athletic, seleccionador español, jugaba a pelota vasca, ganó una medalla olímpica… Debía ser un crack.
¿Ha heredado algo de eso?
Todo se lo quedó ese hombre, me temo.
¿Ha practicado alguna vez algún deporte?
A mí en el colegio me ponían de portero. Pensarían que, como ocupo mucho, algo pararía.
Lo de salir a correr por las mañanas como dicen que hace el presidente, nada, ¿no?
Lo de levantarme pronto no es lo que más me apasiona. Hubo un tiempo en que nadé, pero me entró una sinusitis y tuve que dejarlo. Intenté también esquiar, pero me caía todo el rato. No es lo mío, no.
Vuelvo a lo de Negreira y el Barcelona. ¿Qué va a hacer el Gobierno?
Nos hemos personado en el procedimiento judicial pero toca ser prudentes y esperar a la justicia. Todo lo que sea que alguien se aproveche de su capacidad económica o de sus contactos para favorecer a su equipo desnaturaliza la competición y es una traición a los aficionados. La gente quiere que ganen los suyos pero que ganen noblemente.
Hace muy poco tiempo se publicó que salía del armario el primer futbolista gay. También dijeron de usted que era el primer político que lo hacía pero de aquello han pasado ya más de 20 años. ¿No va el fútbol como muy tarde en todo?
Yo más que salir del armario me bajé de la vitrina. Fue en el 99.
¿Y cómo fue?
Fue muy distinto, en mi entorno la gente lo sabía. Por eso digo que bajé de la vitrina, porque estaba a la vista de todo el mundo. Lo hice público porque me lo pidieron para una campaña de visibilización. Pero yo no arriesgaba nada, doy valor a quienes lo dicen a pesar de poder tener problemas en su fábrica o en el supermercado donde trabajan.
¿Y en su familia?
A mi padre no llegué a decírselo porque murió muy joven. Mi madre al principio tuvo miedo. Eran los años del sida y me preguntaba todo el rato si me cuidaba. Muchos padres tienen miedo de que sus hijos o hijas sufran por eso. Puede haber gente homófoba, pero en muchos casos lo que opera es el miedo a que tengan repercusiones por ser como son y decirlo en libertad. Yo le reconozco el mérito de quien da el paso porque no es fácil. Mi madre siempre me decía que no me significase.
Anda que le hizo caso.
Pues no, pobre. Pienso que le podían los miedos de la guerra y la posguerra. Pero las cosas cambian sobre todo por la gente que se significa, por la que no deja que el temor le venza.
¿Por qué cree que sigue costando? No es posible que solo haya un futbolista homosexual en el mundo.
Creo que influye el miedo a que eso perjudique sus carreras, que sea mal recibido por los aficionados, a ser objeto de presiones o insultos… Por eso creo que va más lento.
Hay un repunte de agresiones homófobas. ¿Estamos retrocediendo?
Los derechos no son para siempre, hay que defenderlos. Y de pronto te das cuenta de que hay repuntes de odio, lo estamos viendo. Piensas que no entra en la cabeza de nadie pegar una paliza por una orientación sexual distinta o por ser de otro color. Pues eso existe y hay que combatirlo.
¿Va mucho al cine?
Ahora todo el rato.
Pero no digo invitado a los preestrenos. Digo ir un domingo por la tarde a ver algo que le apetezca.
No, hace mucho que eso no lo hago. De joven iba con mi pandilla a la sesión doble. Ahora se ha perdido eso porque nos hemos acostumbrado a ver cine en casa, tenemos que dar la batalla para que la gente vuelva al cine. Yo siempre digo que el tamaño importa.
Ajá.
Donde se ponga una buena pantalla con una buena sonorización… Hay mucha diferencia entre ver cine o ver solo una película. Ir al cine es compartir emociones con gente que se ríe, llora o se asusta en el mismo momento que tú.
¿Cuál es la última película que le ha emocionado?
Me emocionó una que vi en el festival de Berlín. Se llama '20.000 especies de abejas'. Cuenta la infancia transexual de una persona y las repercusiones en el entorno familiar. Es una película tan bonita, tan delicada, en un tema tan complicado… Es muy necesaria. A mí me ha servido para entender más.
La tendrían que haber sacado antes para que la hubieran podido ver en el PSOE.
Ten en cuenta que los avances siempre se han producido con el PSOE, pero hay que ser cuidadosos.
¿A usted le gusta la ley trans?
Por supuesto.
Tiene claro por tanto que una mujer trans es una mujer y punto.
¡Pues claro que es una mujer!
Lo digo porque en su partido ya sabe que hay quien sigue teniendo dudas a estas alturas.
Hay personas que descubren que su esencia no es la que su apariencia fijaba. ¿Y qué pasa? ¿No pueden ser felices? ¿No merecen todos los derechos y reconocimientos? Otra cosa es cuando te pones en debates mucho más técnicos sobre edades, reversibilidad o géneros fluidos. Pero lo básico es que una persona tiene que tener todo nuestro apoyo para sentirse libre como le dé la gana.
Dicen que el suyo es un hombro al que suele recurrir Yolanda Díaz.
Es verdad, tengo una buena relación con ella, me ha ayudado mucho con el estatuto del artista. Yo en el Consejo de Ministros admiro mucho a tres personas: María Jesús Montero, José Luis Escrivá y Yolanda Díaz. ¡Son mis ídolos!
¿Cómo ve a Yolanda Díaz?
(Silencio)
¿Cree que lo está pasando mal?
Regulín.
¿Por qué?
Un día le leí una entrevista a su padre en la que decía que Yolanda no siempre le había dado toda la importancia que debería a los temas organizativos de los partidos. Ya le dije que su padre llevaba toda la razón del mundo. Es incontestable el liderazgo que aporta Yolanda, lo dicen las encuestas y lo dice la gente. Pero necesita a una o a muchas organizaciones. Y que se lleven bien.
Encima que se lleven bien. Sí que pide.
Yo le deseo lo mejor a ella porque le deseo lo mejor a la izquierda. La lección está clara: si en la izquierda nos unimos, somos imparables, pero divididos estamos jodidos.
No sé si la lección la tiene todo el mundo aprendida.
Eso me temo. Pero confío en que las aguas vuelvan a su cauce y que ella pueda liderar un proyecto importante.
Imagino que a estas alturas de legislatura la convivencia en el Consejo de Ministros se parecerá un poco a las cenas de Nochebuena donde la mitad no se hablan.
'Do you remember'… ¿escuchas? (empieza a cantar tras escuchar la música que suena a lo lejos y que indica que el acto del PSOE está a punto de empezar).
¿Cómo?
Esto es 'September', de Earth, Wind and Fire.
¿Ya va a bailar?
Lo que haga falta. No, mira…
Lo del Consejo de Ministros.
Ahí se va con un orden del día, no se va a discutir de líos, eso se discute en otros entornos. Los consejos son más plácidos de lo que podáis pensar.
Ya tienen otra vez al president de la Generalitat trabajando en un referéndum.
A mí me gusta que los referéndums sean sobre acuerdos políticos previos, no lanzar uno para el sí o no, fracturar a la sociedad y luego ya veremos. Hemos visto en muchos sitios que eso es una cagada.
¿No cree que si hubiera ahora un referéndum lo ganaban de calle?
¿Y qué? Al año siguiente piden otro. Y así seguiríamos. Eso pasó en Escocia y es la prueba de que no es una solución. Lo que hay que hacer en Catalunya es ponerse a trabajar para recuperar el tiempo perdido.
¿Qué le queda por hacer en política?
Dios dirá. No se trata de lo que a uno le apetezca, sino de lo que a uno le piden.
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