“La fórmula para las generales es que Podemos incorpore un guión [Podemos-] con gente de otros sitios”
Juan Carlos Monedero (Madrid, 1963) dejó la dirección de Podemos hace seis semanas. Este profesor de Políticas de la Complutense, fundador del partido, uno de sus padres intelectuales, afirma sentirse “feliz, muy a gusto”, fuera de la estructura orgánica del proyecto político con el que sigue implicado. En estas semanas se han producido las primeras elecciones muncipales y autonómicas desde que nació Podemos en enero de 2014.
Los resultados de Podemos y de las candidaturas de confluencia o de unidad popular han abierto el debate sobre cómo ha de ser el proceso para las generales, tanto en Podemos como fuera de Podemos: el candidato de IU a las generales, Alberto Garzón, ya ha invitado a Podemos y al resto de fuerzas políticas y sociales de las izquierdas a participar en una candidatura de unidad popular.
Después de estas elecciones, en las que Podemos ha logrado un 14%-15% en las Autonómicas, donde se ha presentado con su marca, y en las que candidaturas de unidad están conquistando capitales como Madrid, Barcelona, Zaragoza, Santiago y Coruña, entre otras, ¿cabe pensar en candidaturas de unidad popular para las generales?
Hay algunos estudios que ha hecho Podemos que invalidan que sea cierto que las candidaturas de unidad popular hayan sacado mejor resultado que Podemos, salvo algunos casos concretos y el caso más emblemático es Madrid. Las cuentas globales no dan para afirmaciones muy rotundas.
La ventaja de Podemos con respecto de todas las demás fuerzas políticas transformadoras, lo que ha permitido la ventaja radical de Podemos frente a IU, es entender que venimos de una enorme derrota: ya no tenemos marco teórico ni ejemplos de gestión práctica, y hemos perdido el sentido común de lo colectivo. Porque el sentido común se ha hecho neoliberal y todos somos un poco neoliberales: está generalizada la idea de que lo público es peor que lo privado, de que las empresas funcionan mejor que el Estado... Todo ese tipo de elementos han situado a los valores de la solidaridad, del bien común frente a la mercancía, en lugares marginales. Como para seguir hablando con alegría en términos arcaicos. El Roto lo resumió en El País: “Los jóvenes salieron a la calle y súbitamente todos los partidos envejecieron”.
Es lo que hace que a quien le entregamos históricamente la responsabilidad de representar la emancipación, los partidos poscomunistas con esa constelación que expresó IU, se han convertido en referencias gerontocráticas aunque las represente gente joven, que es el drama que tiene Alberto [Garzón]. Es un drama de intentar remozar una cosa que ya no es remozable, y que implica mucho coraje intelectual y mucha generosidad. Coraje intelectual de entender que todo lo que has analizado se te ha disuelto y generosidad personal de decir: “Todo lo que he peleado en mi vida estaba mal direccionado”. Implica que hay que empezar de nuevo.
Pero, ¿ve deseable una candidatura de unidad popular, bloque del cambio, para las generales?
Hay problemas que no tienen solución teórica, sino empírica. El grado de complejidad es enorme, varía según las condiciones y es inagotable. ¿Qué ha hecho este país [en las últimas elecciones]? Ese análisis más concreto nos lleva a que hay una formación política que ha sido capaz de acuñar la voluntad de cambio de este país y se llama Podemos. Y eso es una realidad más allá de lo que hayamos hecho nosotros. Tanto Ada Colau como Manuela Carmena han insistido en que no son de Podemos. Pero al día siguiente de las elecciones en Barcelona y en Madrid se acuñó la idea, incluida la lectura de la prensa, de que había triunfado Podemos, porque detrás de Ada y Manuela Carmena lo que la gente ha leído es que lo que está es Podemos. No somos el único cambio, aunque hemos identificado el cambio. Quien vino aquí a darle un revolcón a la política de este país es Podemos, quien ha ejemplificado la voluntad de cambio es Pablo Iglesias.
Fíjate que si Podemos no fuera tan importante yo no podría explicarme los ataques que he recibido. Yo no he tenido nunca ningún cargo, ni he aspirado a ninguno. Creo que, en la democracia, nadie en concreto como individuo ha recibido tantos ataques políticos sin tener ningún cargo como los que he recibido yo: decenas de portadas, ministros, la vicepresidenta, expresidentes, inspecciones de todo tipo... Horas y horas de tertulias por el simple hecho de ser uno de los fundadores de Podemos. Esa desmesura solo se explica por el miedo que hemos creado.
Esa voluntad de cambio no podemos malbaratarla y no responde a que hayamos sido especialmente virtuosos o que hayamos acertado con la fórmula de la Coca-Cola, no se trata de que hayamos hecho un diagnóstico maravilloso... No, a veces se juntan una serie de variables, y algo que es imposible se convierte en posible y convierten la realidad en lo que es.
Desde el 15M hemos ido construyendo un juego de tensiones y reacciones políticas que se han sancionado en que Podemos es una fuerza política que representa la voluntad de cambio de este país. Y eso no lo podemos malbaratar.
¿Pero Podemos en solitario es suficiente para ganar?
No. Nuestro reto ahora es ser capaces de hacer lo que está en el ADN del cual nace Podemos: construir ese lugar antaño llamado de izquierda pero que va mucho más allá. Porque hemos roto con algunos maleficios, como el divorcio entre reforma, revolución y rebeldía. Los partidos comunistas apelaban a la revolución; los socialdemócratas a la reforma y, los anarquistas, a la rebeldía. Ese divorcio ha perjudicado a los tres. Tenemos que reinventar ese espacio antaño llamado izquierda, y romper con el maleficio por el que alguien de tradición socialdemócrata no podía sentarse a tomar un café con la gente que venía de la tradición comunista. Y eso ha sido un problema terrible, que en España se traduce en las dificultades para mucha gente que ya no soportaba el hedor autoritario del PSOE pero era incapaz de votar una formación como IU porque era heredera del PCE. Ese divorcio lo hemos roto nosotros. Y no lo podemos malbaratar, porque ese divorcio nos condena a entregar el poder a la derecha, y, ahí, ese peso biográfico del PCE lo convierte en un lastre para la reconstrucción que necesitamos. Por eso es un momento que reclama muchísima generosidad.
Ahora mismo hay una discusión, que ha expresado Julio Anguita, sobre disolver IU y el PCE [“es de urgente fundación una fuerza política de carácter marxista que beba de la tradición revolucionaria del PCE y del espíritu fundacional de IU. Una fuerza que necesita de comunistas y militantes de la izquierda. Hoy por hoy ni el actual PCE ni la actual IU están a la altura de esa tarea. Necesitan refundarse en algo mucho más profundo que un cambio cosmético”, ha escrito en Mundo Obrero]. Y eso es muy corajudo. En el caso de IU, que lo diga Anguita, que es su creador, me parece más llevadero. Lo del PCE es un reto enorme, porque el que lo disuelva entra en los libros de historia como un paria.
En la reconstrucción de ese lugar antaño llamado izquierda que, desde el año 1991 con la caída de la URSS, se convierte en meramente electoral en todo el mundo, desaparece la posibilidad de cualquier salida insurreccional, de una huelga general revolucionaria... Todo eso ya no funciona, es la vía electoral, no hay otra. Y, claro, si de repente te encuentras con que hay formaciones políticas que restan más que suman, nos encontramos con un problema que no se puede gestionar entre las cúpulas que representan los intereses cuasiprofesionales o laborales de un grupo de personas.
Cuando te sientas con el PCE, ¿qué estás negociando?, ¿puestos de trabajo de un grupo que vive del PCE o estás negociando realmente un ámbito intelectual, transformador, democrático, que tiene un espacio en las sociedades democráticas avanzadas y que hay que contar con él porque es un elemento esencial de la transformación?
¿Y qué representa Garzón?
Alberto Garzón tiene un problema que es el que tienen las familias pobres cuando reciben una herencia, que a veces tienen que renunciar a ella porque no pueden pagar los impuestos. La casa viene con unos inquilinos que no hay cómo echarlos. Yo, que he militado más de dos decenios en esa formación política, me niego en lo personal a seguir ingiriendo aire tóxico cuando no hace falta. Hay cosas que me parecen tan intolerables... Ver a Raquel López insultando a Alberto Garzón, llamándolo miserable delante de las cámaras, cuando veo a Luis García Montero insultando a Alberto Garzón, cuando veo a Llamazares, que en algún momento quiso representar la renovación en IU, aliándose con Ángel Pérez y con lo que representa el marxismo ladrillismo. ¿Eso es lo que una fuerza como Podemos tiene que importar? ¿Por qué? ¿Por qué te vas a cargar con ese lastre? Es muy, muy difícil.
Parece obligatorio que Podemos tiene que incorporar todo el movimiento ciudadano que se ha expresado en el entorno de la candidatura de Barcelona en Comú, Ahora Madrid, de las Mareas... Pero creo que hay dos exigencias que tenemos que cumplir: que Podemos sea la nave nodriza que atraviese los mares con todo ese grupo de gente que se siente identificado por esa nave nodriza porque la gente quiere votar cambio y el cambio se está identificando con Podemos. Y, al mismo tiempo, que no balcanice el Parlamento, porque entonces no vamos a poder poner en marcha las transformaciones.
Si se fragmentara mucho la representación en el conjunto del Estado estaríamos haciendo buenas las amenazas del PP de que votar algo que no sea PSOE y PP es ir al caos, construir algo ingobernable que generaría miedos, y ya están trabajando en esa dirección.
En un mundo lleno de incertidumbre, hay que rebajar incertidumbres, y las rebajan los liderazgos, que tienen que ser nuevos que emanan de la sociedad civil: Ada Colau, Manuela Carmena, el propio Pablo Iglesias...
¿Cómo se construye eso? Con mucha generosidad. Yo creo que Pablo tiene que hacer lo que planteé en su momento cuando salí de la dirección, que es recuperar el contacto con las bases. Pablo tiene que hacer lo que hizo Lula, montarse en un autobús y recorrer España, y él tiene la capacidad de conseguir esa cuadratura del círculo que es Podemos y más cosas. Y que no es una fórmula que tengamos que identificar ahora mismo, pero no va a ser una suma de siglas sin más, tiene que ser otra cosa más virtuosa. Pero tiene que significar claramente lo que han significado las candidaturas de unidad popular pero con el refuerzo claro de que ahí está Podemos.
Hay gente que intenta diluir la figura de Podemos y es un error, porque Podemos ha demostrado que vamos en serio. Incluso en mi propia dimisión en un país en el que nadie dimite y hay un aferramiento a los cargos.
Ese ánimo que se verifica en la emoción que hemos despertado en la gente y que es real porque se ha devuelto una ilusión que no podemos malbaratar, seríamos unos sinvergüenzas, tenemos que ser muy coherentes, astutos, audaces, prudentes... Y tenemos la ventaja de que no tenemos ningún tipo de deuda, ni con bancos ni con siglas ni con militancias. Otros tienen una estructura y son rehenes de esa estructura.
Yo no descarto que dentro de un tiempo nosotros los tengamos, yo los tengo en mi cabeza, porque cualquier partido político corre el riesgo de convertirse en un partido político y a menudo caemos en los problemas de los partidos políticos.
¿Cómo sería esa cuadratura del círculo?
Yo creo que sería un error hacer valer la marca Podemos sin más y que Podemos quiera pretender bastarse para representar el cambio. Creo que el hecho de que vengamos del 15M imposibilita esa consolidación. Quizá más adelante pudiera ser, pero en la propia definición de Podemos como un partido de cuño diferente creo que no se le va a permitir presentarse como el partido hegemónico, único que incorpore toda la pluralidad social.
Enfrente, estaría algo que yo también pienso que sería un error, que es montar una suerte de movimiento asambleario en todas las provincias que no tendría la capacidad ni de acertar con liderazgos populares y que estoy convencido que caería en la inoperancia del 15M. Y al mismo tiempo terminaría balcanizando el Parlamento y haciendo buenas las críticas amenazantes del PP y del PSOE.
Por tanto, hay que encontrar una fórmula mixta, que diría Aristóteles.
¿Cuál?
Una fórmula donde Podemos fuera la nave nodriza, como decíamos antes, el gran encauzador del movimiento y que incorporase un guión [Podemos-] donde pudiera colgarse gente que viniese de otros sitios. Quedaría claro que Podemos es el impulsor, el catalizador, el que organizaría las primarias, el que buscaría la ocasión para encontrarnos y, después, en ese guión “somos la transformación”, por ejemplo, Podemos-lo que fuere, encontraríamos la posibilidad de que diferentes gentes que vienen que diferentes lugares y que han tomado la decisión de no incorporarse a Podemos, pero sí al ánimo que acompaña a Podemos, pudieran participar de esas candidaturas y nos permitiera representar de manera plural el cambio, permitiera identificar la figura de Pablo Iglesias como el contendiente de Pedro Sánchez y de quien sea en el PP, que seguramente será Rajoy porque es muy correoso y no creo que se deje sustituir por Soraya Sáenz de Santamaría. Y esa discusión Rivera, Pedro Sánchez, Rajoy, Pablo Iglesias lleva a entender que el polo de la transformación es Pablo Iglesias, y que por tanto el partido que funda, Podemos, tiene que tener un elemento de visibilidad clara, que es como la nave que va abriendo el surco en el hielo que permite que las demás le acompañen y que unifica después el trabajo desde el Parlamento.
Tiene una parte experimental en lo que estamos planteando, pero lo que parece absurdo es que en el siglo XXI sigamos con estructuras del siglo XIX y pensar que van a funcionar.