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La nueva era del PP: Feijóo da el paso; Gamarra, en el puente de mando provisional y Casado, de figura decorativa

Aitor Riveiro

2 de marzo de 2022 23:14 h

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Hace 15 días, Pablo Casado era el jefe de la oposición en España y contemplaba una dura pero optimista gymkana electoral que, si todo salía como estaba previsto, le conduciría a finales de 2023 al Palacio de la Moncloa. Dos semanas después, Casado agota su tiempo como presidente dimisionario de su partido sin aparecer por el Congreso en uno de los debates más importantes de lo que resta de legislatura, Alberto Núñez Feijóo anuncia que se postula para sucederle dentro de un mes y Cuca Gamarra, quien fuera su portavoz parlamentaria, lidera de forma interina un partido que tiende la mano para “pactar” con Pedro Sánchez e ignora las reclamaciones de venganza que lanzó la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el último acto interno al frente del PP del que fuera su gran amigo.

Gamarra subió el miércoles a la tribuna del Parlamento a exponer la posición del PP ante la invasión rusa de Ucrania. En condiciones normales hubiera sido Casado quien diera la réplica al presidente del Gobierno. Pero Pedro Sánchez se enfrentó a una contrincante nueva, que se ha bregado desde el verano de 2020 cuando sustituyó a Cayetana Álvarez de Toledo en los cara a cara con Carmen Calvo, primero, y con Nadia Calviño, después.

El debate fue bastante suave para lo que es habitual. Ya se verá si se ha producido ya el cambio que Feijóo quiere imprimir al PP nacional, para acercarlo más a la imagen de dirigente moderado que se ha fabricado 13 años al frente de la Xunta de Galicia, o si se trata de bajar el nivel y tender la mano en un asunto tan delicado y grave como una guerra en Europa que implica, de momento, a una potencia nuclear.

Porque eso fue lo que hizo Gamarra: tender la mano al PSOE y al Gobierno. Eso sí, a cambio de que Sánchez rompa con Unidas Podemos. Pero, a diferencia de lo que venía ocurriendo hasta ahora, la coordinadora general del PP se ofreció como sostén del Ejecutivo. “Pacte con nosotros”, le dijo.

Gamarra ha tomado las riendas del partido, de momento de forma provisional. Será la coordinadora general, la número tres formal del partido, pero la número uno de facto. El presidente dimisionario ya no tiene intención de volver a asumir la representación de la organización, después de que la semana pasada el PP pisara terreno movedizo con una bicefalia imperfecta que llevó incluso a un rifirrafe sobre si su intervención ante la Junta Directiva Nacional del martes debía ser pública o no.

Al final lo fue. Casado se despidió, defendió su legado y se mostró disgustado con el trato recibido. Su partido le ovacionó en pie, incluida Isabel Díaz Ayuso. La presidenta pidió la palabra, lo había anunciado el día de antes, y lejos de dar un discurso reconciliador, exigió venganza. Su intervención no gustó, aunque el propio Feijóo defendió su derecho a hacerla y su “honorabilidad”. Por la tarde, Esteban González Pons, que será el portavoz oficioso del PP hasta el congreso, insistió en que Ayuso no tiene que dar ninguna explicación sobre los pagos que recibió Tomás Díaz Ayuso de una empresa que contrata con el Gobierno de su hermana.

Salvada la parte de la honorabilidad, Ayuso también pidió dar la batalla “contra el sanchismo” y la “guerra cultural”. Y, aunque este miércoles Feijóo anunció su aterrizaje en Madrid para “ganar a Sánchez”, a primera hora de la mañana González Pons ya redirigía la proa del PP. “Vox es un partido de extrema derecha”, dijo en una entrevista. Su compañero Alfonso Fernández Mañueco está inmerso en plena negociación con ese partido para retener el Gobierno de Castilla y León, y se ha ahorrado la “etiqueta”.

Ayuso siempre ha defendido que el PP debe huir de llamar a Vox “extrema derecha” y considera a los de Santiago Abascal no ya un partido asimilable al resto, sino que son otros los que no están legitimados para defender sus ideas. Si la mano tendida al PSOE y el distanciamiento de Vox no son flor de un día, volverán las disonancias ideológicas entre el PP nacional y el de Madrid, como cuando eran Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre los que las protagonizaban. De hecho, Álvarez de Toledo reclamó el martes en la Junta Directiva que el congreso exprés se abra a debatir una nueva ponencia ideológica, lo que fue rechazado de plano el mismo día por la tarde por González Pons.

El presidente del comité organizador del congreso (COC) también ha rechazado la idea de “expulsar” a nadie del partido que tenga que ver con el supuesto espionaje ordenado por la dirección de Casado, nunca iniciado, al entorno de Díaz Ayuso. De hecho, en la misma entrevista en la que catalogó a Vox de “extrema derecha” dijo que pretendía que el todavía presidente y el que fuera su secretario general, Teodoro García Egea, siguieran en la política activa. Eso sí, ya no tiene reservado un asiento en la primera fila del Congreso, como hasta ahora. El grupo parlamentario lo ha sentado en la cuarta, que tampoco es la última.

Pero todos los focos los acaparará ahora Feijóo. El presidente gallego oficializó su intención de liderar el PP. Salvo sorpresa, sorpresón más bien, así será. “No vengo aquí a insultar a Pedro Sánchez, vengo a ganar a Pedro Sánchez y creo que es posible ganarle”, dijo el miércoles por la tarde en el anuncio oficial de una decisión que ha tomado a la misma velocidad que la caída de Casado.

Las palabras de Feijóo marcan el paso del Rubicón que el líder gallego no dio en 2018, nunca quedó claro del todo por qué, y sitúa a todo el PP tras él. Un ejemplo: la presidenta del partido en Navarra y actual vicesecretaria de Organización, Ana Beltrán, así lo indicó en su cuenta de Twitter. Hace una semana formaba parte de los últimos fieles a Casado.

Un poco antes, otro de esos últimos soldados de Casado, Pablo Montesinos, anunciaba de forma oficial su intención de dejar la política junto al que ha sido su jefe estos años.

En apenas un mes, Feijóo liderará el PP y Pablo Casado volverá a salir de la vitrina opaca en la que aguarda que los que una vez le proclamaron presidente le saquen por última vez. Tendrá una última despedida en el congreso de Sevilla justo el fin de semana del pregón de la Semana Santa.