Alberto Núñez Feijóo no es un barón más en el PP. Es el dirigente al que todo el partido miró cuando Mariano Rajoy decidió dar un paso atrás tras ser descabalgado por la moción de censura que nació de la sentencia de Gürtel, que certificó tres décadas de financiación en negro del que entonces era el partido en el Gobierno.
El dirigente gallego acumula tres mayorías absolutas en Galicia, incluida la primera en 2009 que salvó el pellejo al propio Rajoy cuando más cuestionado estaba a nivel interno. Y no tiene grandes rivales en el partido. Por eso, cuando se produjo su espantada a última hora, en una comparecencia pública con la escenografía de las grandes citas, para decir que no concurriría a las primarias del PP, cundió el desconcierto en el partido. Candidatos que finalmente lo fueron, como la exsecretaria general, María Dolores de Cospedal, y el propio Pablo Casado afirmaron que su decisión de dar un paso adelante estuvo condicionada por la renuncia de Feijóo.
En medio de la decepción general -en los cenáculos de Génova 13 se especuló con el miedo de Feijóo a que apareciesen nuevas fotos con el narcotraficante Marcial Dorado, el mayor lamparón de su carrera- el presidente gallego decidió alinearse con María Dolores de Cospedal en la primera vuelta de las primarias y en la segunda apoyó discretamente a Casado, pese a que el entorno de Rajoy asegura que el expresidente le pidió alinearse públicamente con Soraya Sáenz de Santamaría.
Finalmente, la mayor parte de los delegados gallegos en el Congreso acabaron apoyando a Casado, pero Feijóo ha demostrado desde el pasado verano que no está dispuesto a ser un peón más del líder del PP. Cae bien entre el periodismo de Madrid y acumula fama de buen gestor desde que asumió la presidencia del Insalud con 31 años en el primer gobierno de Aznar. Ni siquiera los discretos datos económicos de Galicia, donde gobierna desde hace 10 años, han empañado esa leyenda que se ha fraguado desde entonces en los distintos escalones de la Administración.
Feijóo gusta a los poderes económicos y a los editores de la capital, donde se esfuerza por ensayar un discurso propio en cada visita. Tras el descalabro de Casado en las generales, donde también el PP gallego sufrió un duro retroceso y perdió frente al PSOE, él fue quien hizo una llamada a la moderación y a recuperar el centro político. Y en vísperas de la remodelación del grupo parlamentario, intentó evitar, junto al presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, que Casado colocase como portavoz en el Congreso a Cayetana Álvarez de Toledo, muy alejada de los postulados del dirigente gallego.
A la reunión donde se comunicó el nombramiento, en la sede nacional del partido este verano, Feijóo directamente no acudió. Tampoco apareció en la toma de posesión de la nueva presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Y se ha desmarcado de la idea de la dirección nacional de registrar los nombres para hipotéticas coaliciones con Ciudadanos siguiendo la fórmula de Navarra Suma.
Feijóo acaba de rechazar su idea de formar una coalición electoral, España Suma, en versión gallega 'Galicia Suma',a marca registrada por Génova como posible reclamo electoral con el fin de aglutinar el voto de centro derecha para hacer frente a la izquierda. El PP ha invitado a Ciudadanos a formar parte de esta coalición pero también ha abierto la puerta a Vox.
Feijóo, por el contrario, intenta distanciarse lo máximo posible de la formación de extrema derecha y no ha visto con buenos ojos ni las coincidencias de su partido con Vox en algunas políticas, ni los pactos que han cerrado para lograr gobernar en algunas autonomías. De hecho, se ha jactado de que el partido de Santiago Abascal no ha logrado implantarse en Galicia, como ha hecho en otros territorios, gracias al auge del PP, y de que la presencia de Ciudadanos en Galicia es residual: no tiene un solo diputado autonómico y su representación en los ayuntamientos es testimonial.
Este mismo domingo, Feijóo, durante una fiesta gastronómica en Ourense, despachó el asunto con otro dardo envenenado: dijo que en Galicia el PP “ya suma a la gran mayoría de los gallegos” y por eso la coalición con Ciudadanos es “innecesaria” pero que a nivel estatal el plan “tiene toda la seriedad”. Lectura entre líneas: a nivel estatal el PP no suma a la gran mayoría de los españoles.
A pesar de todos estos roces y del rechazo a 'España Suma', la dirección nacional niega que exista división interna entre Génova y Galicia. El vicesecretario de Comunicación, Pablo Montesinos, de guardia estas últimas semanas de agosto que se han tomado vacaciones Casado y el secretario general, Teodoro García-Egea, ha minimizado las declaraciones de los líderes gallegos de su partido contra esa fórmula pero ha advertido: “Esa puerta no la vamos a cerrar”. “El PP está siempre dispuesto a dialogar con partido que defiendan la Constitución, la libertad individual y la unidad de España”, ha afirmado.
La tesis de Feijóo, que ha deslizado siempre en entrevistas y mítines, es que la receta para la unidad del centro derecha es la suya y que la prueba está en sus resultados electorales pese a que la marca gallega no se ha salvado de la quema ni en las generales ni en las municipales (no ha logrado gobernar ninguna de las siete ciudades y solo una de las cuatro diputaciones, la de Ourense, con el controvertido José Manuel Baltar, a la cabeza).
En una entrevista en Hoy por Hoy de la cadena Ser en el día de Galicia, el pasado 25 de julio, Feijóo deslizó la idea de que el PP tal vez debería abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez para evitar otras generales en noviembre.“Hubiese preferido que PSOE, PP y Cs diesen otra solución a España”,señaló, frente a la firme decisión de Casado de no facilitar al líder socialista su reelección como presidente del Gobierno.
Pese a ello, el líder gallego no pierde oportunidad para cargar contra Pedro Sánchez, al que hace responsable de todos los males que azotan a la comunidad: su gobierno repite que las nóminas de los funcionarios autonómicos peligran si el Ministerio de Hacienda no transfiere los fondos de los anticipos a cuenta y que el Ejecutivo alega que no se pueden ingresar a las Comunidades Autónomas mientras no haya presupuestos. La estrategia del enemigo exterior ya la llevó a cabo entre 2009 y 2013: entonces señalaba a José Luis Rodríguez Zapatero como el principal enemigo de Galicia.
Feijóo, que ha perdido algo de crédito interno al no concurrir a las primarias y al que algunos acusan de desaparecer en el peor momento para el PP, sigue presentándose ante los suyos como el único dirigente que ha logrado tres mayorías consecutivas en una década y el que ha sobrevivido en estos últimos años en que el PP ha perdido buena parte de su poder institucional.
Su perfil de dirigente con mensaje propio no es de ahora, lo ha explotado el político gallego cuando más arreciaban los escándalos de corrupción con frases que algunos no olvidan en la sede nacional. “Me avergüenza Bárcenas”, “nos ha faltado contundencia contra la corrupción”, fueron titulares que Feijóo iba a dejando en sus visitas a Madrid para desmarcarse de la tibieza que mostraba el resto del partido.
En su entorno hay incluso quien atribuye falsamente la difusión de las fotos de su vieja amistad en los años 90 con el narcotraficante Marcial Dorado a una venganza interna. El escándalo le obligó a rebajar su presencia pública durante los meses posteriores a la publicación de El País en la primavera de 2013 y acabó con la leyenda del dirigente inmaculado que aspiraba a todo, pero su tercera victoria en Galicia lo devolvió a la primera fila del PP.
Sus cuartas elecciones están fijadas para otoño de 2020 y el único con capacidad de adelantarlas es él mismo como presidente. Aunque formalmente no ha dicho si será candidato -ha amagado varias veces con retirarse de la vida pública y la prensa afín airea supuestas ofertas del sector privado- todo el partido da por hecho que repetirá porque tampoco el PP tiene allí un cartel electoral mejor. Los sondeos apuntan a que su mayoría (hoy gobierna con 41 de los 75 diputados del Parlamento) está en el aire y que ni siquiera la suma con el escaño que pronostican para Ciudadanos le garantizaría seguir al frente de la Xunta, aunque los dirigentes populares sostienen que en los últimos meses están recuperando distancia frente al PSOE.
Las fuentes consultadas sostienen que la última palabra para convocar las elecciones la tomará Feijóo, que no se plegará a ninguna instrucción de Casado o la dirección nacional, y que como mucho comunicará su decisión cuando la tenga tomada.
El reto de revalidar el único gran feudo que queda al PP y que ha gobernado desde 1989 -salvo un paréntesis de menos de cuatro años entre 2005 y 2009- tendrá también efectos internos. Si Feijóo no logra gobernar, Casado se habrá librado de su eterna sombra, pero si alcanza la proeza de la cuarta mayoría absoluta y el líder del PP no remonta en las encuestas, todo el mundo volverá a mirar a Galicia.
De momento, Casado ha decidido emular al ex presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, que acostumbraba a volver a la primera línea política tras las vacaciones de verano con un acto en septiembre en Galicia. Casado mantuvo esa tradición el año pasado coprotagonizando un mitin junto a Feijóo, que se celebró en Cotobade (Pontevedra).
En Génova han confirmado que volverá a hacerlo este año, aunque todavía no está fijado el día. No obstante, en esta ocasión el líder del PP priorizará dos actos antes que el de Galicia. El 1 de septiembre tiene previsto acudir a Ávila en donde hace un año, a los pies de las murallas, anunció la creación de la Fundación Concordia y Libertad presidida por el ahora diputado Adolfo Suárez Illana.
Su visita a tierras abulenses llega después de que su partido haya logrado mantenerse al frente de la Junta de Castilla y León, con Alfonso Fernández Mañueco como presidente, gracias al acuerdo de Gobierno con los de Rivera.
La segunda parada será a Álora (Málaga) para volver a protagonizar otro tradicional acto con Moreno Bonilla, esta vez como presidente también de la Junta. Ambos se pondrán el delantal para cocinar huevos con patatas. Después viajará a Galicia para abrir el curso con Feijóo. Y entonces, como cada vez que coinciden, volverán a compararse los discursos de los dos líderes políticos.