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Crónica

Una palabra tuya, Felipe VI, bastará para sanarme

El rey Felipe VI en un acto junto a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en una imagen de archivo.
25 de diciembre de 2020 21:54 h

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En el capítulo anterior, durante el discurso navideño de 2019 –antes de que el mundo se diera la vuelta con la pandemia– el rey, Felipe VI, había llamado a confiar en España “en tiempos que no son fáciles” y contado también que entre sus “serias preocupaciones” estaba el “deterioro de las instituciones”. Fue el mensaje fundamental de aquella comparecencia televisada, el que destacaron los periódicos, además de Catalunya, la habitual llamada al entendimiento en el marco de la Constitución y el abrazo de ánimo a quienes sufrían las consecuencias de las graves inundaciones de ese otoño.

Ha pasado un año y antes de ir con el discurso de este 24 de diciembre conviene hacer un inciso para recordar las cosas que no sabíamos entonces y que ahora conocemos sobre el mensaje navideño de 2019.

Cuando leyó el discurso de Nochebuena de hace un año el rey Felipe VI no solo sabía ya que su padre y anterior monarca, Juan Carlos I, había recibido 100 millones de dólares del régimen de Arabia Saudí que nunca se habían declarado a Hacienda, también era consciente de que él mismo aparecía como segundo beneficiario en la fundación que se había usado para esconder ese dinero al fisco.

Pese a disponer de toda esa información, que los abogados de Corinna Von Larssen, la examante de su padre, habían hecho llegar a la Casa Real en marzo de 2019, todo eso fue ocultado por Felipe VI en aquel mensaje en que manifestaba su “seria preocupación” por el descrédito de las instituciones.

El rey solo llegó a reaccionar tres meses después, cuando un periódico extranjero, The Telegraph, publicó las pruebas de todo aquello, en marzo de 2020. Y lo hizo a través de un comunicado de la Casa Real para anunciar que Felipe VI había decidido retirar la asignación económica a su padre, 194.232 euros anuales que se quedaron en la Casa Real para el fondo de contingencias, y que además renunciaba a cualquier participación en la herencia de Juan Carlos. Fiel al estilo de las últimas décadas, la Casa Real había tratado de despachar el escándalo sin que Felipe VI tuviera que referirse a él, a través de notas de prensa.

Esos 40 segundos en 'prime time' navideño son toda la respuesta que la Casa Real tiene prevista ante la sucesión de escándalos que rodean a la monarquía

Entre aquel discurso y el de la pasada Nochebuena han sucedido unas cuantas cosas más. La última y más grave –al cierre de esta edición–  es que el rey emérito decidió hace solo unas semanas regularizar casi 700.000 euros en concepto de impuesto de donaciones a la Comunidad de Madrid después de que este diario publicase que la Fiscalía lo estaba investigando por pagar decenas de miles de euros en gastos familiares con tarjetas opacas a través de un testaferro que trataba de camuflar el dinero procedente de un empresario mexicano. En castellano raso: Juan Carlos I, jefe del Estado durante 39 años -en los que también ha pronunciado discursos navideños contra la corrupción y a favor del esfuerzo colectivo-, ha admitido por la vía de los hechos un fraude fiscal en los años posteriores a su reinado, cuando ya no estaba protegido por la inmunidad que acompaña al jefe del Estado.

Está por ver si ese pago fuera de plazo del impuesto de donaciones lo exime de ser juzgado: esa decisión le compete a la Fiscalía del Tribunal Supremo que tiene en marcha otras dos investigaciones sobre el rey emérito. Una de ellas está relacionada con los movimientos de dinero del rey cuando ya no gozaba de inviolabilidad. Todos sus manejos desde el trono están blindados: la Constitución establece que nada de lo que hizo cuando estaba en el trono se puede ser juzgado, ni siquiera sus sospechosos negocios privados o el dinero que va y viene a través de fundaciones panameñas. Esa inviolabilidad para todo que ahora cuestionan incluso algunos padres de la Constitución no lo permite.

Todos esos trámites los gestiona hoy Juan Carlos I a través de su abogado y desde el extranjero, puesto que el pasado verano decidió exiliarse a Emiratos Árabes, sin que nadie haya explicado tampoco el porqué.

En el año que acaba el fiscal que investiga las cuentas del rey Juan Carlos en Suiza, Yves Bertossa, también ha revelado que otro de los testaferros del emérito, Arturo Fasana, quien también movía el dinero de la Gürtel, declaró en Ginebra que fue el rey en persona quien le había llevado 1,7 millones de euros en una maleta a Suiza en 2010 cuando aún era jefe del Estado. Tampoco es objeto de investigación en España por su blindaje constitucional pero la noticia de la primera autoridad del Estado portando maletas repletas de billetes a un paraíso fiscal ha quedado en las hemerotecas para siempre sin que nadie ni de la Casa Real ni de su entorno haya dado media réplica.

Este 2020 The Telegraph ha publicado también –sin que se haya desmentido– que buena parte de la factura de la luna de miel de Felipe VI y Letizia Ortiz la abonó otro empresario amigo del rey emérito, Josep Cusí, quien pagó 269.000 euros para sufragar parte de la gira de recién casados de los entonces príncipes entre mayo y agosto de 2004 y que los llevó, entre otros destinos, a Camboya, California o las islas Fiji.

Ese goteo incesante de informaciones que sacudieron a un país conmocionado por la pandemia y motivaron algunas caceroladas de protesta desde los balcones durante la primera oleada estaban en el imaginario colectivo cuando a las 21 horas del 24 de diciembre millones de españoles se sentaron ante el televisor para presenciar lo que se había anticipado como un discurso histórico, el más difícil desde la llegada al trono de Felipe VI.

Así que, en el día después el debate nacional versa sobre si todo lo conocido últimamente sobre Juan Carlos I puede despacharse con una frase al final de su alocución televisada, y si unas palabras de Felipe VI servirán para sanar a una institución en horas muy bajas. Lo que dijo fue exactamente esto: “Y junto a nuestros principios y el deber de cumplir las leyes, necesitamos también preservar los valores éticos que están en las raíces de nuestra sociedad. Ya en 2014 en mi proclamación ante las Cortes Generales me refería a los principios mórales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones: y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares”.

Esos 40 segundos en prime time navideño son toda la respuesta que la Casa Real tiene prevista ante el rosario de escándalos que rodean a la monarquía por los comportamientos del rey Juan Carlos y que han sumido a la institución en la crisis más grave desde 2014, cuando se vio obligado a abdicar tras el episodio de Botsuana en un momento en que incluso la prensa más afín empezaba a hablar de Corinna como la “amiga íntima” del rey.

El párrafo en cuestión ha servido para convencer a Partido Popular, Ciudadanos y Vox, que salieron un 25 de diciembre más a aplaudir el mensaje real con grandes elogios el monólogo de Felipe VI –Pablo Casado lo calificó de “impecable”, Santiago Abascal lo saludó con un “viva el Rey” e Inés Arrimadas se limitó a decir que lo comparte– pero el entusiasmo no corrió igual por el resto de partidos. El mensaje, que el Gobierno conoce y supervisa antes de que sea emitido, ha servido además para agrandar las diferencias sobre la monarquía entre las dos alas de la coalición.

Por el PSOE compareció su presidenta, Cristina Narbona, en una alocución sin preguntas para decir que los socialistas comparten “lo fundamental del mensaje del rey”. Lo fundamental, según dijo, para el PSOE es “infundir confianza en el futuro y en las instituciones”. Pero Narbona añadió lo siguiente para dar a entender que no todo está hecho con el discurso de Nochebuena: “Confiamos en que el rey siga adelante con la renovación de la institución monárquica para convertir nuestra monarquía parlamentaria en una institución del siglo XXI a plena satisfacción de todos los ciudadanos”.

Unidas Podemos, que había calentado las vísperas del mensaje con un vídeo en Internet y la música de la serie Narcos sobre las imágenes de los reyes, fue más allá. Convocó una rueda de prensa de su portavoz Rafael Mayoral para subrayar que Felipe VI no había “dicho nada” y proponer “que la única salida ética es avanzar hacia un horizonte republicano”.

Hubo calificativos todavía más duros en el resto de fuerzas del arco parlamentario. El PNV dijo a través de su portavoz, Aitor Esteban, que Felipe VI “ni siquiera en un momento como éste ha enfrentado los asuntos que le atañen directamente, ni con transparencia, ni con claridad”.

Desde ERC, el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés, lo tachó de “vacío”, al tiempo que recordó que el discurso que esperan de Felipe VI es el del “fin de la monarquía”. Sus socios de JxCat reprocharon que no hubiera ninguna alusión al “golpismo creciente de las Fuerzas Armadas, de las que él es representante”.

Sin más explicaciones de la Casa Real que esos 40 segundos televisados ni posibilidad de investigar desde el Congreso –todas las peticiones firmadas por ERC, JxCAT, PNV, Bildu, BNG, Más País, Compromís y la CUP se han topado con un muro: la Mesa del Congreso que se ampara en informes de los letrados de la Cámara según los cuales el Poder Legislativo no tiene capacidad para fiscalizar a la Corona– la última palabra sobre el rey Juan Carlos y sobre el futuro de la monarquía la tiene la fiscalía del Supremo que lo investiga en tres procedimientos distintos. Mientras, el entorno del rey emérito, ese grupo de periodistas amigos a los que envía mensajes desde Emiratos Árabes, especula con su regreso a España al pasar las fiestas.

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