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Los políticos equilibristas del Líbano nunca se caen de la cuerda floja
Beirut, 13 may (EFE).- Ex señores de la guerra, antiguas milicias y poderosas familias se aferran a la cúpula del sectario poder libanés como a un clavo ardiendo, pese a que las continuas desavenencias políticas de los últimos tres años han tenido graves consecuencias para este país en caída libre.
El Líbano ya nació con un sistema de reparto confesional del poder bajo el brazo a su independencia de Francia en 1943 y hoy es gobernado, bajo una premisa de la misma naturaleza, por una serie de exlíderes de milicias sectarias y ex señores de la guerra civil librada entre 1975 y 1990.
El historiador Makram Rabah explicó a Efe que el sectarismo religioso ha estado presente a lo largo de la historia moderna del país y recordó que ya entre las décadas de 1840 y 1860 se registró un estallido de violencia entre drusos y cristianos maronitas en Monte Líbano.
“La guerra civil libanesa, o su final, estableció la idea de cuáles son las facciones más fuertes dentro de los grupos religiosos y dio (autoridad) a algunos de los partidos y líderes dentro de ellas, pero este sistema sectario existía antes de la guerra civil y se entró a la guerra civil con este sistema”, agregó.
ASIDOS AL PODER
El Acuerdo de Taif de 1989, que puso fin al conflicto armado, hizo hincapié en la unidad y estipuló una representación parlamentaria igualitaria para cristianos y musulmanes hasta la promulgación de una nueva ley electoral “libre de restricciones sectarias”, de acuerdo con el documento.
Sin embargo, el nuevo sistema nunca llegó y más de tres décadas después el poder libanés se sigue distribuyendo en base a las divisiones religiosas, mientras que diversos protagonistas de la guerra civil aún mantienen sus tentáculos fuertemente asidos al mando gracias a las redes de favores que han ido tejiendo.
“La fortaleza de estos partidos sectarios es su habilidad para utilizar el sistema clientelista, y para reivindicar que representan al Líbano y que traen una suerte de seguridad y estabilidad política”, sentenció Rabah, profesor en la Universidad Americana de Beirut.
Cree que las denominadas formaciones tradicionales también se han servido de la interferencia extranjera para presentarse como opositores a “la ocupación siria” -país que permaneció casi 30 años en territorio libanés- o la “ocupación israelí”, que en 2000 se retiró del sur del Líbano tras unas dos décadas de invasión.
A su juicio, la retórica de la interferencia es utilizada por “esta clase política en general, con todos sus grupos religiosos” como parte de sus intentos de “justificar su fracaso e inhabilidad para construir un país y un Estado moderno”.
Tras las revueltas desatadas a raíz del asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri en 2005, se crearon dos grandes coaliciones enfrentadas y que traspasan las barreras religiosas: la prosiria Alianza del 8 de Marzo y la antisiria Alianza del 14 de Marzo, alineada hacia Occidente.
Arabia Saudí o Irán son otras de las influencias extranjeras en la política libanesa actual.
TRES AÑOS DE CRISIS CONCATENADAS
El Líbano no es ningún extraño a las parálisis políticas y la fijación por preservar la estabilidad dando voz a todos los grupos religiosos y bloques no hace más que dejarle constantemente a la vuelta de la esquina de un callejón sin salida.
A finales de 2019, el estallido de un movimiento de protesta contra la clase dirigente llevó a la dimisión del entonces primer ministro Saad Hariri y al siguiente verano su sucesor, Hasan Diab, se vio obligado a hacer lo mismo tras la explosión que causó más 200 muertos en Beirut.
El subsecuente dirigente designado renunció al encargo de formar gobierno en cuestión de semanas debido a la falta de consenso político y, más tarde, Hariri volvió a ser nombrado casi un año después de dimitir, solo para abandonar también tras nueve meses de infructuosas negociaciones sobre la distribución de carteras.
Aunque la lista de titulares debe ser acordada entre el primer ministro y el presidente de la República, en realidad todos los grupos tienen voz en la decisión y los departamentos más codiciados son a menudo objeto de disputa entre los diferentes comensales del pastel.
También se demoraron en el tiempo los nombramiento de los diferentes primeros ministros, elegidos por el jefe de Estado tras consultar con los distintos bloques parlamentarios, con la restricción añadida de que este puesto solo puede ser ocupado por un musulmán suní.
Con la figura suní de más peso fuera de juego tras la última renuncia de Hariri, finalmente Najib Mikati logró sacar adelante la formación de su Ejecutivo el pasado septiembre, más de un año después de que el anterior Gobierno dimitiese en bloque.
Las parálisis se concatenaron en paralelo a un rápido agravamiento de la crisis económica ante la inacción gubernamental y el cometido de Mikati es lidiar con la situación de forma temporal hasta después de las parlamentarias de este domingo.
Noemí Jabois
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