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Sánchez e Iglesias encaran las semanas decisivas para la investidura sin un plan de negociación y más alejados que nunca

Pedro Sánchez recibe en el Palacio de la Moncloa a Pablo Iglesias el pasado 7 de mayo.

Irene Castro / Aitor Riveiro

Pedro Sánchez espera que fijar la fecha de la investidura mueva al resto de partidos, que por ahora están en el no o en la abstención a su candidatura a la Presidencia del Gobierno. El candidato socialista ha dilatado los tempos que inicialmente había previsto y tendrá margen para sentarse de nuevo con los demás líderes. En La Moncloa aseguran que no tiene previsto flexibilizar su postura y la oferta de un Gobierno de cooperación en el que Unidas Podemos sea el “socio preferente”, pero su representación quede limitada a puestos secundarios de la Administración. Así lo reiteró en una rueda de prensa en Bruselas: “La oferta del Gobierno en este caso respecto de Unidas Podemos es un Gobierno de cooperación”.

“No esperéis demasiadas novedades”, señalan fuentes socialistas sobre la nueva ronda de contactos que el secretario general del PSOE pretende poner en marcha. Esas reuniones no tienen un formato definido ni una fecha prevista. Sánchez y el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, se emplazaron a pilotar la negociación personalmente ante los problemas evidentes que ya se vislumbraron desde las primeras reuniones y, a diferencia de lo que ocurrió con la negociación presupuestaria, no ha habido ningún avance en más de dos meses. Ahora el tiempo empieza a correr.

Las actuales posiciones de todos los partidos conducen a una investidura fallida de Sánchez el próximo 25 de julio. Si ningún grupo cambia de posición, el presidente en funciones solo contará con el respaldo de los 123 diputados del PSOE y el del representante del Partido Regionalista de Cantabria. El margen para el candidato socialista es de algo más de tres semanas. No obstante, por ahora no tiene un plan de negociación que aventure un movimiento de los demás.

A diferencia de lo que ocurrió en 2016, cuando lo primero que hizo Sánchez fue designar un equipo negociador que se centró en abordar un acuerdo programático –en aquella ocasión a dos bandas con Unidas Podemos y Ciudadanos–, en esta ocasión el PSOE no está trabajando en un documento programático ni tiene pensado que haya encuentros sectoriales ante el alejamiento constatado por los líderes. “El trabajo programático ya lo hicimos para las elecciones, antes de ello tuvimos el acuerdo que firmamos con Podemos para los presupuestos de 2019. Ahí está la base para cualquier negociación”, dicen fuentes socialistas. El principal escollo es la designación de los miembros del Consejo de Ministros, que el PSOE quiere que sea monocolor con la incorporación de independientes.

Los de Iglesias mantienen su posición: un Gobierno de coalición que refleje proporcionalmente los resultados de las elecciones del 28 de abril. En Unidas Podemos defienden que el problema sí es programático y, como prueba, esgrimen que Sánchez no ha ofrecido ninguna propuesta concreta a estudiar. En el PSOE responden que el presidente en funciones sí se ha movido: de un Gobierno en solitario a ofrecer puestos intermedios sin concretar en la Administración y una “colaboración parlamentaria” sin definir exactamente.

El grupo confederal no ha reaccionado a las presiones indirectas y mensajes directos lanzados desde la Moncloa. La petición de “respuesta” a esa propuesta de “Gobierno de cooperación” cayó en saco roto. Las amenazas de una repetición electoral en noviembre tampoco han cambiado la situación.

En Unidas Podemos han dejado de interpretar los movimientos de Sánchez, que consideran tácticos, y creen que será en septiembre, con el calendario apretando de verdad, cuando se pondrá en marcha una negociación real con el PSOE.

Pero no solo en Unidas Podemos están a la expectativa. Los otros votos con los que cuenta Pedro Sánchez para ser investido también están a la espera. Solo el Partido Regionalista de Cantabria se ha sumado a los síes. El PNV y Compromís reclaman una propuesta concreta del PSOE y los partidos independentistas catalanes y vascos guardan sus cartas, aunque basculan entre la abstención y el no. Una investidura en septiembre, alrededor de la Diada catalana y pendientes de la sentencia del juicio del procés quizá sea más problemática que en julio.

Desde las elecciones, la presión de Sánchez ha estado dirigida, no obstante, a PP y Ciudadanos, a quienes los socialistas han emplazado abstenerse para facilitar la gobernabilidad. Más allá de los llamamientos a través de los medios de comunicación, Sánchez ha convocado a Pablo Casado y Albert Rivera tres veces –dos en las rondas públicas y una discreta–. El líder conservador le trasladó su negativa a abstenerse en todas las citas y el de Ciudadanos declinó directamente la última invitación y ha asegurado que no volverá a reunirse con el presidente en funciones para abordar la investidura. Sánchez le ha afeado que no tenga “un mínimo decoro institucional con la presidencia del Gobierno” al no acudir a sus citas.

Casado, sin embargo, ha mostrado un tono más conciliador este martes al ofrecerse a intermediar en favor de la investidura en dos frentes: uno con la abstención de UPN siempre y cuando el PSOE permita gobernar a Navarra Suma en la comunidad foral; y otro con Coalición Canaria, a quien reclamaría la abstención en el marco de las negociaciones que mantienen ambas formaciones a propósito de los cabildos. En todo caso, el ofrecimiento de Casado no serviría de nada si Sánchez no consigue el ‘sí’ de Unidas Podemos, PNV y Compromís.

A pesar de la contundencia con la que Moncloa y Ferraz defienden su fortaleza ante una hipotética repetición electoral –esgrimen que el PSOE subiría mientras que Unidas Podemos se hundiría, al igual que Ciudadanos, y que el PP se beneficiría pero no lo suficiente como para gobernar– en los escalones intermedios empieza a cundir el temor. “Las elecciones las carga el diablo”, expresa un veterano parlamentario que reconoce que la derecha puede beneficiarse de una bajada de la participación. “Ir a elecciones es una locura, la gente no lo entendería”, agrega una dirigente socialista que ve, no obstante, a Sánchez determinado a pasar por las urnas antes de compartir el Consejo de Ministros con Iglesias. Lejos ha quedado el furor de los militantes en la calle Ferraz en la noche del 28A, cuando dieron a Sánchez un mensaje claro –“con Rivera, no”– y aplaudieron al líder de Unidas Podemos en su aparición en la pantalla gigante al grito de “sí, se puede”.

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