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Sin corridas de toros, con igualdad de género y sin rastro de las monarquías: cómo imaginaban los 2000 en los años 30
Coches voladores, catástrofes climáticas, igualdad de derechos para todos, revolución robótica... La humanidad siempre ha tendido a mirar hacia el futuro, aventurarse y lanzar predicciones, que bien pueden cumplirse o no. En el año 1932, en España, 'Ahora' publicaba un especial donde artistas, literatos, científicos y “los hombres más prestigiosos de cada rama de actividad” imaginaban cómo serían los 2000 y hacían sus propias predicciones. Ha sido la Biblioteca Nacional quien ha compartido este documento a través de su cuenta de Twitter.
“Estos anticipos son lo único que puede consolarnos a los que 'irremisiblemente' nos vamos a morir sin verlo”, dice en su portada el especial, que constaba de 48 páginas en las que “no se trata ya de una pura fantasía”.
Una de las que comparten, es la predicción de Catalina Bárcena, actriz que murió en Madrid en el 1978, que creía que en “mucho antes del año 2000 , el cine habrá dado muerte al teatro”. “Y entonces habrá que reinventar el teatro nuevamente”, detallaba.
Eduardo Zamacois, novelista nacido en 1873, creía que para el año 2000 “no habrá trabas para el amor ni se conocerá el dolor de amar”. Escribía sobre lo “repugnante” que resulta la afirmación “mía o de nadie”, que los celos son “un sentimiento bárbaro”, que la mujer “le perderá el miedo al hombre” y ayudará a “defenderse de él mejor”. Sobre la mujer también creía que llegaría su acceso a los estudios y se implantarían el divorcio y la igualdad de derechos de los hijos nacidos fuera del matrimonio.
También se apostó por “el descubrimiento de nuevos sistemas planetarios y el aprovechamiento de la electricidad atmosférica”. En cuanto al desarrollo científico y tecnológico, también se habla ya entonces de un asistente personal en forma de “hombre mecánico”: un robot que “por poco gasto (...) lo mismo nos lleva la contabilidad que nos enciende el fuego de la cocina”.
También en el campo de la tecnología, creían que se podría “volar a 1.500 kilómetros por hora” y que “los aparatos podrán quedarse quietos en el aire”. “La aviación en el año 2000... ¡Quién pudiera verla!”, firmaban en el reportaje. Con estas condiciones, apostaban que “todo el mundo” sería piloto y que solo habría accidentes “por la congestión de tráfico”. Ya se creía preveía entonces que para el predominio del coche eléctrico por encima del tradicional habría que irse a un curso “mucho más remoto que el año 2000”.
También participó el Doctor Gregorio Marañón, que lo veía muy claro: “No se morirá nadie por enfermedades infecciosas y solo habrá enfermos del sistema nervioso, el corazón y las arterias”. Por su parte, el cirujano González Duarte vaticinaría el sistema de trasplantes, aunque con alguna diferencia al actual: “Dentro de 68 años los cirujanos podrán disponer de un verdadero stock de piezas humanas intercambiables”.
El torero Juan Belmonte, nacido en 1892, escribiría cuatro años antes de retirarse que “las leyes agrarias y las conquistas del proletariado acabarán con las corridas de toros”, aventurándole poco futuro a su ocupación.
De la misma manera, el Conde de Romanones, monárquico, creía que para los 2000 “no quedará ni recuerdo de las monarquías” y pensaba que desaparecerían hasta los partidos políticos. Aunque apostaba por la subsistencia del capitalismo y del Parlamento.
De cara al exterior, de España se creía que sería un país de “cuarenta millones de habitantes, nudo de las comunicaciones internacionales y país de grandes riquezas”. Y de Madrid, su capital, que estaría “unida a la sierra”, territorio que acabaría por convertirse en un suburbio de la ciudad.