Decía Pablo el otro día que se ven relativamente pocos retrones por la calle. Coincido y añado: son pocos y la mayoría viste muy gris. En el imaginario colectivo, está la imagen de Clara, la amiga retrona de Heidi. Joven, guapa y vestida como una mujer de 50 años. O los ancianos que se tapan las piernas con mantas. Muy piadoso. En el caso de los retrones mentales, arrasan el estilo posguerra y el pelo a lo cacerolo.
La semana pasada vi a una pareja de punks de cuarenta y pico años. Ropa negra, pelos alborotados, piercings y pendientes, botas... El pack. De la mano llevaban a un chico con síndrome de Down. Calculo que rondaría los 20 años pero vestía como un cincuentón aburrido. Camisa lisa y fea, pantalones serios pero demasiado grandes y zapatos de oficina. El contraste era total.
¿Cuál sería la relación entre ellos? Ni idea. Quizá fuera hermano del punk o sobrino de la chica. Quizá eran padres e hijo. En cualquier caso ¿por qué vestir así a alguien mientras tú escoges una estética muy determinada?
Como en otros aspectos, parece que si eres retrón el vestuario y el estilo personal no existen, dejan de ser importantes. Pero no es así. Al contrario, la ropa, el pelo o el maquillaje pueden hacer que las miradas que recibes por la calle sean muy diferentes.
De jóvenes, tanto mi socio como yo hemos llevado el pelo largo. Yo lo llevaba a veces al estilo mohicano y lo combinaba con camisetas desteñidas estilo hippie y collares de los tenderetes. Recuerdo que Pablo durante un tiempo se tiñó el pelo de rubio (socio, corrígeme si me equivoco). Era fácil distinguirlo. Entonces muchos de nuestros amigos lucían un estilo parecido pero creo que a nosotros nos vino especialmente bien. A veces, la gente alucinaba con nuestras pintas y luego se fijaban en la silla.
El ejemplo contrario a la familia de punkarras lo vi hace unas semanas. Por el centro de Zaragoza, me crucé con un hombre y su hija. La chica tenía síndrome de Down y tardé en darme cuenta. ¿Por qué? Porque no vestía como la típica síndrome de Down. Llevaba un corte de pelo del siglo XXI, una ropa adecuada a su edad (veintipocos) y, detalle importante, iba maquillada.
Creo que es la primera vez que veo una síndrome de Down maquillada, y la cosa cambia. Un retrón que no cuida su apariencia, que se viste como quieren que se vista, que no da importancia a la ropa o el peinado es, con toda seguridad, un retrón triste y amargado. En realidad, una persona que no se preocupa de su apariencia suele ser una persona triste -como bien decían en los comentarios, éste podría ser el lema de nuestro blog-.
La pregunta, por supuesto, es: ¿qué va antes, el cuidado por tu look o tu estado mental? ¿Te vistes bien y te maquillas porque no quieres parecer la retrona de American Horror Story o ya eres así y por eso no dedicas tiempo al espejo? ¿Cambiando el look puedes cambiar tu estado emocional? Yo diría que sí.
Una camiseta de Desigual no va a lograr que camines ni un maquillaje te arreglará ese cromosona que se desvió, pero hará que te sientas bien contigo mismo.
Decía Pablo el otro día que se ven relativamente pocos retrones por la calle. Coincido y añado: son pocos y la mayoría viste muy gris. En el imaginario colectivo, está la imagen de Clara, la amiga retrona de Heidi. Joven, guapa y vestida como una mujer de 50 años. O los ancianos que se tapan las piernas con mantas. Muy piadoso. En el caso de los retrones mentales, arrasan el estilo posguerra y el pelo a lo cacerolo.
La semana pasada vi a una pareja de punks de cuarenta y pico años. Ropa negra, pelos alborotados, piercings y pendientes, botas... El pack. De la mano llevaban a un chico con síndrome de Down. Calculo que rondaría los 20 años pero vestía como un cincuentón aburrido. Camisa lisa y fea, pantalones serios pero demasiado grandes y zapatos de oficina. El contraste era total.