Antonia Heredia, archivera y “lunática”

Amparo Rubiales

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Para Lola, su hermana

Tras la muerte de Antonia Heredia, ocurrida el pasado 9 de octubre, los recuerdos se agolpan en mi cabeza y me estremezco al ser consciente del dolor familiar y personal que la misma nos ha producido, así como la dureza de su desaparición para la cultura de nuestro país, en su más amplia acepción.

De Antonia Heredia, un compañero suyo ha escrito que es “la archivera más grande del mundo iberoamericano, maestra de generaciones de profesionales a ambos lados del Atlántico”. Era una figura de reconocimiento mundial en el mundo de la Archivística, un área de conocimiento nada fácil al que Antonia dedicó su larga y fecunda vida. Esa grandísima profesional que fue obtuvo muchos reconocimientos, entre ellos, la Medalla de Sevilla y la de la Provincia

Pero Antonia, además de profesional, era una mujer excepcional y una “lunática” El próximo 4 de noviembre hubiera cumplido 90 años.

Con Antonia tuve la inmensa suerte de  trabajar y compartir una tertulia de mujeres, hoy ya famosa, que existe en Sevilla desde finales de los años 70 del siglo pasado: “Las mujeres de los lunes”. Esta tertulia tiene ya “una habitación propia” en Casa Robles para comer, hablar, discutir, reír y hacer todo lo que esté dentro de nuestras posibilidades y limitaciones, de acuerdo con ese llamamiento de Virginia Wolf a la “independencia económica y social y a la licencia poética y libertad personal para crear arte”.

Pero nuestra historia viene de antes, antes de que esta tertulia de mujeres existiera. Porque yo tuve la inmensa fortuna de trabajar con Antonia Heredia en el año de 1979 en el que fui Vicepresidenta de la Diputación Provincial de Sevilla, tras las primeras elecciones municipales democráticas que se celebraron en este nuestro país que se llama España.

“Profesionales como la copa de un pino”

En la Diputación, igual que en el Ayuntamiento, el mundo que me encontré era un mundo de hombres. En esta institución era yo la única mujer diputada provincial, y en el Ayuntamiento de la ciudad éramos dos, inicialmente, pero la segunda dimitió muy pronto. “El mundo que me rodeaba era de hombres a todos los niveles, funcionarial y político y, sin embargo, tuve la suerte de trabajar con dos extraordinarias mujeres, las dos viudas, claro; entonces eran ellas de las pocas que trabajaban, pero dos profesionales como la copa de un pino”, escribí en mi libro autobiográfico Una mujer de mujeres (Aguilar 2008).

Una de ellas era Antonia Heredia, archivera, de las personas que más sabía de archivística de España y América Latina, como he dicho,  y así lo demuestra su currículo y es reconocida mundialmente. La otra era Carmen Gago, hoy mi amiga del alma. Me hicieron responsable de Cultura y Antonia era la funcionaria encargada del  Archivo Provincial y de las Publicaciones de la Diputación, que sieguen siendo reconocidas hoy como uno de los mejores archivos de España.

Antonia Heredia y Carmen Gago, también funcionaria, tenían otra cosa en común: eran viudas y con hijos, cinco Antonia y dos Carmen, y como mujeres, a pesar de ser grandes profesionales, siempre que se ha escrito de ellas, lo primero que se ha puesto por delante ha sido esa circunstancia.

A propósito del fallecimiento de Antonia, reflexionaba conmigo la grandísima escritora y amiga Eva Díaz Pérez para señalarme cómo en los obituarios dedicados a los hombres importantes casi nunca se hace mención alguna de sus circunstancias familiares y, sin embargo, en los de una mujer es lo primero que se destaca. Nuestra condición de esposas y madres a la que el patriarcado, durante siglos, nos ha relegado,-y aún nos relega-, no puede evitar una referencia a nuestra situación familiar. De mi vida privada, por ejemplo, de cómo  iba vestida y esas cosas de mujeres, han corrido “ríos de tinta”, que dijo un hombre.

Un espacio propio... los lunes

 Para mí, sobre todo, Antonia Heredia fue una de las integrantes de “Las Mujeres de los lunes”, como su hermana Lola, hoy “dueña” de la tertulia y bética de las de verdad de la buena.

La Mujeres de los Lunes las “inventamos” Carmen Gago, Ana María Ruiz-Tagle y yo reflexionando sobre las dificultades de ser mujer y de romper con el modelo imperante en aquella España de finales del siglo pasado; llamamos a otras mujeres, casi todas periodistas: María Esperanza Sánchez, Pilar del Río, Lola Cintado, Carmen Calleja, inicialmente. Se fueron incorporando otras más, casi todas profesionales diversas, entre ellas, Antonia y Lola Heredia.

El catedrático de Derecho Constitucional y amigo Octavio Salazar, en nuestro libro conjunto Al amparo del feminismo (Renacimiento 2021),  tan lúcido como es, escribe: “Yo creo que si pudiéramos sumar la historia de esas mujeres de los lunes nos saldría un completísimo retrato de los últimos 40 años. Sería como una especie de reverso a la historia que en términos generales seguimos contando los hombres en función de nuestros intereses”. Yo le contesto: “En aquellos años, cuando empezamos a reunirnos, yo creo que ni existía la palabra sororidad, al menos nosotras no la conocíamos. Pero si es cierto que lo que hacíamos era el ejercicio de sororidad más importante que he conocido nunca, y no era exactamente eso lo que, seguramente, pretendíamos, pero sí que ha resultado el lugar de encuentro en el que más sororidad he conocido, porque, entre otras cosas, las diferencias son muchas. Pero la solidaridad, el apoyo y el cariño mutuo en casos de necesidad han sido y son ejemplares”. Hoy, han pasado ya muchas cosas no tan ejemplares, pero la esencia sí sigue siendo la misma, y la muerte de nuestra Antonia lo ha vuelto a poner de relieve. Disfrutó y peleó con nosotras. A veces, muchas, callaba, pero nos oía y terminaba con una frase certera y concluyente.

Antonia se nos fue, como antes otras, pero todas viven en nosotras y con nosotras. Hoy nos sentimos unidas, además de por la tertulia, por un chat que llamamos  “Lunáticas”, y así seguimos participando de la vida que nos queda por delante, que ya es menor que la que tenemos a nuestras espaldas y, tristemente, ya no estará Antonia, esa profesional excepcional que tuve la suerte de conocer y de ser amiga. Descansa en paz. En la Historia ya has entrado. Gracias por tu vida ejemplar. Siempre estarás con nosotras.

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