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MEMORIA HISTÓRICA
Los sevillanos asimilan la salida de Queipo de Llano de la Macarena: “Hoy es un día importante”

La Basílica de la Macarena a la mañana siguiente de la exhumación de Queipo de Llano

Sara Rojas

3 de noviembre de 2022 14:48 h

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La ciudad de Sevilla ha despertado con una noticia histórica: los restos de Queipo de Llano han abandonado de madrugada la Basílica de la Macarena donde yacía enterrado desde 1951. Horas después, bañada ya por la luz del día, la plaza ha retomado su actividad habitual, marcada, eso sí, por una gran expectación y una considerable presencia mediática.

La imagen a primera hora de la mañana contrasta con el silencio y la quietud que envolvía la zona al filo de la medianoche. Momento que aprovechó la hermandad para llevar a cabo la exhumación “en la más estricta intimidad”, según lo expresado por la congregación macarena en un comunicado. Una decisión que algunos vecinos no entienden - “¿a las dos de la madrugada por qué, para que no lo vea nadie?” - y que Alejandro Domínguez lamenta, pues admite que le hubiese gustado presenciar semejante hecho histórico.

Por eso, la sensación es ahora un tanto agridulce: “Por un lado alivio, pero también mucha rabia”, comenta este vecino que vive a 50 metros de la Basílica y pasó por allí en torno a la medianoche, pero no se percató de los trabajos que se sucedían en el interior del templo macareno. “Podría haber sido más público y visible, pero se han limitado a cumplir con lo que ha dicho el Ministerio”, recrimina Alejandro que, aun así, lo celebra: “Por lo menos ya está fuera”.

“Trovadores de la memoria”

También con aires festivos pasea frente a la Basílica una señora con pañuelos teñidos de los colores de la bandera republicana. Se llama Isabel y cuenta que se ha acercado hasta el monumento por su tía de la Algaba “que murió con 92 años y no pudo verlo”. El padre de su tía fue una de las 45.000 vidas que el general golpista mandó arrebatar en Andalucía y, desde entonces, su hija “no volvió a entrar en la Macarena y solo veía a la Virgen cuando salía” a la calle.

A sus mayores los llama “trovadores de la memoria”, pues aunque no sabían leer ni escribir, “tenían una memoria prodigiosa”. Y en torno a la mesa camilla se sentaban por las noches y compartían recuerdos hablando bajito, a veces en clave. Un ritual que se repitió en pueblos de toda España.

Isabel pasa por allí con un carro de la compra y augura “un día movidito”. Dice que ha recibido la noticia “sin más” porque después de tantos años “una se va acostumbrando”. Lo cierto es que es “la noticia del día” y el tema de conversación predominante en los alrededores, como admiten dos amigos, Andi y Alberto, que reconocen cuando se les pregunta: “Lo estábamos comentando”.

Asimismo, María, una murciana que llegó anoche a la capital andaluza y después de desayunar en un bar cercano, ha decidido visitar el templo para “dar las gracias de que se haya hecho justicia”. Antes incluso de cruzar el umbral y conocer el lugar en el que hasta hace unas horas reposaba el militar franquista, brota la emoción en los ojos de esta murciana. “Si la muerte como decía Jorge Manrique nos iguala a todos, por qué unos muertos merecen estar enterrados con honores y otros en fosas”, se pregunta rota por la emoción, para después confesar que tiene entre sus familiares víctimas “de los dos lados”.

Contradicción entre hermanos

Dentro, la escena es impoluta. No hay rastro de los trabajos de exhumación que se llevaron a cabo en el interior durante la noche, como atestigua el sonido de trasladadoras que se filtraba al exterior. El único cambio perceptible a los ojos es que ya no se pueden apreciar las tumbas con el nombre del teniente general y el de su mujer, Genoveva Martí Tovar. Lápidas que han amanecido hoy cubiertas por una alfombra, como la que ocultó durante años la tumba de Francisco Bohórquez, auditor de guerra, cuyos restos también abandonaron el templo la pasada noche, en cumplimiento con lo dictado en la nueva Ley de Memoria Democrática.

“Ya se han salido con la suya”, reprocha Josefa, que se declara macarena de toda la vida. Una opinión que comparte Reyes y Francisco Cabrera, hermano desde hace medio siglo. “No molestaban a nadie”, defiende, antes de lanzar una crítica: “El Gobierno debería estar en otras cosas y no con estas tonterías”. No obstante, otros hermanos de la congregación religiosa más numerosa de la ciudad se muestran partidarios de la retirada de los restos en un acto simbólico de reparación para las víctimas.

Devotos como Carmen - que destaca orgullosa que se casó en la Basílica - reconocen haber recibido la noticia “con mucha alegría”. “Muchísimo se ha tardado”, apunta en referencia a los 71 años que ha permanecido el golpista enterrado en uno de los monumentos más visitados de Sevilla. “Tarde pero certero”, comenta en sentido similar Fina Ruiz, que declara haberse despertado con una “satisfacción muy grande”. Sentimiento que también invade a Agustín López, “contento” de que “se haga justicia” después de que en las tierras de Andalucía “corriera mucha sangre”.

La paz como camino

En un momento dado, Miguel Ángel comenta junto a su madre que “la historia es historia y se deberían haber dejado a los muertos donde estaban”. Cuando este joven sevillano se pregunta “para qué vamos a remover el pasado”, otra vecina del barrio interviene para aportar su visión: “si quieren dejarlo dentro, que pongan aquí yace un asesino”.

Es Marina y ha venido hasta el templo macareno “para celebrarlo”. “Es un día importante y quería ver la alfombra y quedarme tranquila”, declara a este periódico. “Soy de la opinión que si alguien hace un daño, tiene que pagarlo y este hombre murió con todos los honores”, deplora. “Si no lo pudo pagar en vida, pues tendrá que pagarlo ahora”, continúa para condenar que haya permanecido durante tantos años en un lugar “emblemático y relevante” como es la Macarena en Sevilla. “Mató gente que encima no tiene tumba”, condena.

Por eso, para vecinos como Francisco que se declara “demócrata”, este jueves es “un día de alegría”. Junto a la verja, se encuentran Pepe y Antonio. Este último opina que “podrían haber seguido ahí” los restos del general golpista porque a él, personalmente, “no le molestaba para nada”. Pero su acompañante estima directamente que “no deberían haberlo enterrado allí”. Cerca de ellos se encuentra Ángel saliendo del templo. Lo frecuenta a menudo porque estudia en la facultad de Odontología, en el barrio de la Macarena, y piensa que “las leyes están para cumplirlas”, así que espera que ya se zanje el tema y no salpique más a la hermandad. En el fondo, como dice María, “la reparación tiene que tener como finalidad el perdón”. “El futuro ha de ser una sociedad en paz”, y con la salida de Queipo de la Macarena los familiares de las víctimas del franquismo están cada vez más cerca de cerrar una herida histórica.

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