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Conflictos de pastores y agricultores en el Sahel elevan la alarma de hambre

Conflictos de pastores y agricultores en el Sahel elevan la alarma de hambre

EFE

Roma —

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Los últimos conflictos por la tierra entre pastores y agricultores en el Sahel, agravados por la sequía, han hecho sonar de nuevo las alarmas del hambre, que sufren unos seis millones de personas en la región.

En toda esa franja al sur del Sahara viven 20 millones de personas de la etnia Fulani, seminómadas que se dedican principalmente al pastoreo y que más de una vez se han enfrentado a los agricultores sedentarios por el agua o los suelos fértiles.

La camerunesa Balkisou Buba es lideresa Mbororo, indígena de ese mismo grupo, y ha visto cómo el cambio climático ha reducido la disponibilidad de alimentos en su zona.

“No hay comida en los bosques ni pescado para todos. Los pastores no tienen suficientes pastos ni leche. Las familias deben recorrer grandes distancias para buscar agua y están estallando conflictos agropastorales en todas partes”, declaró a Efe en conversación telefónica.

En ciertos lugares del Sahel, la inseguridad alimentaria y la debilidad de los Estados, incapaces de controlar el territorio u ofrecer mecanismos pacíficos de gestión de recursos, han permitido a los grupos yihadistas aumentar su influencia, según el analista Marco Di Lillo, del Centro para Estudios Internacionales (Ce.S.I.).

Los extremistas no han desaprovechado la ocasión de aliarse con milicias Fulani, “que conocen el terreno y están armadas”, para imponer su autoridad en parte de países como Mali, Burkina Faso o Níger, comentó Di Lillo en una reciente charla en Roma.

“Si no se solucionan los problemas socioeconómicos, crece el riesgo de que más comunidades vean a los yihadistas como única solución para sobrevivir y proteger sus derechos”, vaticinó.

En Nigeria, la violencia desatada entre pastores del norte y comunidades agrícolas del centro y del sur causó la muerte de unas 2.500 personas en 2016, y constituye un peligro potencial como el del grupo Boko Haram, según el International Crisis Group (ICG).

Esa organización asegura que disputas como el robo de ganado o los daños en cultivos se han agravado en parte por la apropiación de tierras, el crecimiento de asentamientos humanos, la inseguridad, la sequía y la desertificación, que han secado los pastos y las fuentes de agua, obligando a muchos pastores a desplazarse hacia el sur y aumentando las tensiones étnicas y religiosas.

Otro factor de inestabilidad está en la prohibición de pastar a campo abierto en varias áreas de ese país, que ha irritado a algunos Fulani que se niegan a ser recluidos en ranchos.

El director de Emergencias de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Dominique Burgeon, vinculó las raíces de esos problemas con las décadas de abandono que han experimentado las comunidades pastoriles.

En África, indicó, suman unos 270 millones de habitantes y aportan del 10 al 40 % de la economía de los países, si bien solo reciben un 1 % de las inversiones y son golpeadas repetidamente por fenómenos meteorológicos extremos y plagas.

Este año, marcado por la sequía, la inseguridad alimentaria está afectando a 6 millones de personas en el Sahel (en marzo pasado se contaban 4,2 millones), la mitad de ellas pastores, declaró Burgeon.

“Falta comprender los matices del contexto”, afirmó el responsable, que consideró que la respuesta humanitaria no apoya lo suficiente al sector agrario, del que vive la mayoría de la población.

En septiembre pasado, los donantes internacionales prometieron en Berlín más de 2.000 millones de dólares en asistencia y desarrollo en el lago Chad, escenario de los ataques de Boko Haram.

Allí, 3,3 millones de personas pasan hambre, 2,4 millones están desplazadas y 11 millones dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir, según la ONU, que recomienda insumos agrícolas, vacunas para animales, acceso a zonas de pastoreo y transferencias de dinero con el fin de aliviar la crisis.

En la comunidad de Buba, han optado por reforestar los bosques para limitar el impacto del cambio climático y diversificar las actividades.

“A los pastores les animamos a plantar árboles, para que aseguren la tierra dándole un uso concreto, y a dividir los terrenos en compartimentos donde alimentar al ganado con pastos durante más tiempo antes que ir a otros sitios”, destacó la activista indígena.

Belén Delgado

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