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La aceptación de la violencia sexual: cuanto más mayores, más se tolera

EFE

Madrid —

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Muchos son los factores que contribuyen a tener una mayor grado de aceptación de la violencia sexual contra las mujeres, desde el sexismo a creer en el mito de las denuncias falsas, aunque también juegan un papel importante componentes sociodemográficos como la edad: las personas mayores la toleran más.

Así lo pone de manifiesto el artículo “Acceptability of sexual violence against women in Spain: Demographic, behavioral and attitudinal correlates” (Aceptación de la violencia sexual contra las mujeres en España: correlatos demográficos, de comportamiento y actitudinales“) publicado en la revista científica ”Journal of violence against women“.

En él, su autora, la doctora en Economía y consejera técnica en la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género Elena Sirvent, ha usado datos procedentes de la encuesta de Percepción Social de la Violencia Sexual, realizada el pasado año a una muestra de 2.465 mujeres y hombres residentes en España mayores de 16 años.

Y concluye que la tolerancia a la violencia sexual fue más común entre los encuestados mayores, con menor nivel educativo, varones y nacidos en un país que no es España aunque, recalca en su estudio, el impacto de las variables género y país de nacimiento fue mucho menor que la edad y la educación.

El sexismo es la variable que más influencia tiene en esa aceptación; le sigue la ignorancia de que la inmensa mayoría de los agresores son conocidos por la víctima a pesar de que, según la Macroencuesta 2015 de Violencia contra la Mujer, representan el 81 % de los agresores en el caso de las violaciones, afirma esta experta en una entrevista con Efe.

“Tiene su sentido, porque la violación perpetrada por un conocido se considera menos grave a nivel social que la de un desconocido; ello aumenta la probabilidad de que se culpabilice a la víctima, lo cual se traduce en la mayor aceptación de la violencia sexual”, explica.

En este sentido, considera que el caso de La Manada ha supuesto un antes y un después en cómo se percibe la violencia sexual contra la mujer, como lo fue el de Ana Orantes en la violencia de género.

“Ha servido -afirma- para que la gente se dé cuenta del escrutinio al que se somete a una mujer que denuncia un caso de violencia sexual y para hacer ver que este tipo de agresiones son mucho más amplias que lo que la gente tiene en la cabeza”.

De la misma forma, confía en que se hagan las reformas legales necesarias para recoger el consentimiento, algo que reconoce que es “complejo”, pero que hay que hacer porque “es de sobra conocido que ante una agresión sexual muchas mujeres se quedan bloqueadas”. “Lo que no puede ser es que tenga que decir explícitamente 'no'”, subraya.

Por detrás del sexismo, la edad se erige como el segundo factor que más aumenta esa predisposición, de forma que las personas mayores, apunta, tienden más a disculpar estas actitudes, quizá porque tienen roles de género tradicionales.

Sin embargo, esta experta hace especial hincapié en el tercero, el estereotipo de creerse que las denuncias falsas son frecuentes: este “peligroso discurso que cuestiona a las víctimas y promueve su culpabilidad está ganando terreno, y está afectando a las denuncias que presentan relacionadas con cualquier tipo de violencia contra la mujer”.

“La violencia sexual es el delito en el que más se juzga a las víctimas, con muchísima diferencia; esto perjudica enormemente que las mujeres hablemos de la violencia sexual a la gente conocida y que interpongamos una denuncia si lo primero que hacemos es ponerla en duda. No es ya solo la agresión sexual, sino la revictimización que viene después”, censura.

El nivel educativo predispone pero en sentido inverso a la edad, de forma que cuanto más bajo, mayor es la aceptación.

Además, aunque de forma mucho menos representativa, entran en juego otras variables, como considerar que el consumo de prostitución es aceptable o creer que para prevenir es más importante enseñar a las mujeres a evitar situaciones de riesgo que educar a los hombres para que no agredan.

Con todo ello, Sirvent ha pretendido hacer un estudio que sirva para ayudar a diseñar campañas que ataquen de raíz los factores que más incitan a admitir la violencia sexual, y sugiere la necesidad de que sean sostenidas en el tiempo.

“Es muy importante educar a toda la sociedad, no solo a víctimas y agresores, que son los agentes directamente involucrados en una agresión sexual. Para prevenir de forma eficaz esta violencia hay que hacer campañas que desmonten todas las falsas creencias sobre la violencia sexual”, zanja.

Por Adaya González