La familia Aznar-Oriol trata de legalizar su campo de polo privado –que montaron en una finca situada en zona de máxima protección ambiental en Madrid– haciéndolo pasar como parte de una “explotación ganadera” en la que cuidan a sus caballos y dan paseos por el campo.
Seis meses después de disputarse en esos terrenos el Abierto Aznar, un torneo reconocido por la Federación Madrileña de Polo, han presentado un estudio de impacto ambiental para montar una nave y un vallado en el Parque Regional del Río Guadarrama y, en sus palabras, aprovechar “la pradera de regadío” que hay allí para jugar “esporádicamente” partidos de polo. Todo, según describen, para “ocio y disfrute personal”.
El carácter privado y esporádico del polo que se practica en la finca queda desmentido por la naturaleza del Abierto Aznar que se celebró entre mayo y junio de este año. La Federación Madrileña de Polo explica que “los torneos más importantes que se juegan en la capital son los que componen la Temporada Internacional de Madrid y que alguna de las copas es ya centenaria. Dicha temporada está formada por el Abierto del R. C. Puerta de Hierro, el Abierto Aznar y el Memorial de S. M. el Rey Don Alfonso XIII.
La sociedad dueña de los terrenos, Ibaizabal de Cartera, ha encargado un estudio que hace pasar la cancha que los Aznar-Oriol fueron construyendo, a través de movimientos de tierra, siembra de césped y nivelación del terreno natural, por una pradera de pastos en la que, de paso, “se puede practicar el polo”. El documento pretende justificar la construcción de edificaciones relacionadas con el mantenimiento de los animales y colar en ese visto bueno todo lo que ya se ha construido. “Han incluido dos cosas que no necesitarían una declaración de impacto ambiental, como son una valla y la nave para que se les legalice todo lo que ya está hecho”, analiza María Ángeles Nieto, de Ecologistas en Acción.
Las imágenes que utiliza para describir la finca muestran un terreno todavía por adecuar cuando el servicio de ortofotos de la Comunidad de Madrid ya refleja un campo perfectamente delimitado y césped en perfecto uso: una cancha apta para disputar pruebas del calendario nacional. Aparece hasta una balsa para almacenar agua. En el estudio, esa zona de balsa ni existe y se le atribuye funciones de “pista de calentamiento” donde se plantarán robles a cambio de poder levantar la nave en el corazón del parque regional.
“Efecto beneficioso”
Este paso es el último escalón para cerrar la “legalización de las instalaciones que componen la explotación” dedicada a cuidar los caballos y jugar al polo. El proceso legal se remonta a 2009, cuando Ibaizabal de Cartera solicitó autorización para dos proyectos: rehabilitar unas viviendas y construir dos campos de polo. En la reunión de la Junta Rectora del Parque del Curso Medio del Guadarrama de 29 de enero de aquel año, la mención a las canchas desapareció y la solicitud quedó en una genérica remodelación de edificios y cuadras para 24 caballos, según el acta de la reunión.
Ecologistas en Acción alertó entonces en ese foro de que detrás de la autorización se escondía la construcción de los campos. Aun así, la Comunidad de Madrid “informó favorablemente de la rehabilitación, ocultando la verdadera intención de todo ello: la celebración de pruebas de polo”, refiere María Ángeles Nieto. Un año después, en 2010, la Ley de Medidas Fiscales de la Comunidad de Madrid eliminó la figura de la junta donde participaban las asociaciones y los ayuntamientos.
Con los campos en funcionamiento y el torneo Aznar celebrado, llega ahora este estudio de impacto. Los propietarios han tenido que incluir la referencia a los eventos deportivos, como reconoce el documento, ya que la finca ha acumulado más de 20 denuncias por parte del Cuerpo de Agentes Forestales de Madrid. Se les pidió información específica sobre las pruebas a caballo. En la respuesta se indica que la familia Aznar-Oriol planea practicar polo de forma ocasional: “Con fines de ocio y disfrute privado”. De hecho, en un párrafo del informe, se llega a decir al mismo tiempo que los cascos de los equinos tienen un efecto beneficioso en el terreno y que ese efecto es “inapreciable, dada la baja frecuencia de la práctica”.