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Las bacterias se hacen cada vez más resistentes: “El desarrollo de nuevos antibióticos es insuficiente”

'Escherichia coli', una de las bacterias que se vuelven resistentes.

David Noriega

20 de diciembre de 2022 22:48 h

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A lo largo de los siglos, las bacterias han ido evolucionando para sobrevivir en el medio. De hecho, estos microorganismos se encuentran en prácticamente todos los rincones del planeta. En el cuerpo humano, por ejemplo, se calcula que hay más bacterias que células y, aunque algunas son beneficiosas, otras causan enfermedades e infecciones. Que algunas generaran un escudo a los antibióticos era un salto lógico, pero la rapidez con la que lo han hecho en los últimos años, las multirresistencias y la dificultad para encontrar nuevos fármacos lleva tiempo preocupando a los expertos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la resistencia a los antibióticos es una de las mayores amenazas para la salud mundial y está poniendo en jaque los avances de la medicina moderna. Un estudio de esta agencia de las Naciones Unidas, publicado este mes de diciembre, muestra niveles de resistencia superiores al 50% en bacterias como la klebsiella prneumoniae y la acinetobater spp, que suelen provocar infecciones del torrente sanguíneo en hospitales; de más del 60% en el caso de la neisseira gonorrhoea, una enfermedad común de transmisión sexual; y por encima del 20% para la e.coli, el patógeno más común en las infecciones del tracto urinario.

“En los últimos años ha habido un uso generalizado y elevado de antibióticos. Eso ha hecho que hayamos notado la proliferación de organismos que son resistentes. Mientras antes se morían al exponerlos a un antibiótico, ahora no les pasa nada. Tenemos un problema enorme”, advierte una de las responsables del Grupo de Atención Farmacéutica en Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, Aurora Fernández Polo.  

España aprobó en junio de este año el tercer Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN), con una periodicidad de tres años. La estrategia se puso en marcha bajo el enfoque 'One Health', con profesionales de salud humana, animal y medioambiental, los tres ejes que vertebran la aparición de multirresistencias de las bacterias. “Ahora es más frecuente, pero cuando en Europa se empezó a trabajar, nosotros ya lo hacíamos así”, explica el coordinador del plan en Salud Humana, Antonio López.

Un 25,5% menos de antibióticos

“Para medir la eficacia de lo que vamos haciendo, miramos qué ocurre con el uso de antibióticos, las prescripciones en salud humana y en ventas en salud animal. En ambos casos está bajando el consumo”, indica López. Según datos del Ministerio de Sanidad, desde 2014 el uso de estos fármacos ha experimentado un descenso de un 25,5% y de un 62,5%, respectivamente. “Somos uno de los países de la UE con mayor reducción”, se felicitaba este lunes la ministra Carolina Darias.

“Tenemos un compromiso claro con la promoción de un uso prudente y racional de los antibióticos, puesto que la resistencia antimicrobiana a los antibióticos causa miles de muertos al año y fue declarada en 2020 como una de las diez principales amenazas para la salud pública a las que se enfrenta la humanidad”, afirmó la titular de Sanidad tras la reunión del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud en el que se aprobaron las normas de certificación PROA (Programa de Optimización del Uso de Antibióticos).

“Estos programas trabajan en la optimización de la prescripción de los antibióticos para mejorar el pronóstico de los pacientes que lo necesiten y, sobre todo, para minimizar los efectos adversos, controlar la aparición de resistencias y garantizar un uso de tratamiento coste/eficacia”, señaló Darias. Porque, como indica López, “a pesar de todos estos esfuerzos [desde 2014], la incidencia de infecciones producidas por bacterias multirresistentes sigue subiendo”. “Necesitamos seguir trabajando porque, aunque cuando bajas el consumo de antibióticos eso incide en una bajada de la incidencia, lleva un tiempo”, explica el coordinador del plan.

“Hay múltiples factores que han podido favorecer que se hayan extendido las bacterias multirresistentes, no solo a nivel hospitalario, sino comunitario, como los ambientales, el cambio climático, en el estilo de vida, otros tratamientos que favorezcan el crecimiento de esos organismos, alteraciones en nuestra flora natural, etc.”, enumera la portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología, María del Mar Tomás. Esta microbióloga del Hospital de A Coruña insiste, no obstante, en la importancia de las campañas de prevención en el uso adecuado de antibióticos.

La aparición de bacterias inmunes a los antibióticos es un problema de salud pública, porque son estos microorganismos los que generar resistencias. Es decir, no solo afectan a aquellos pacientes que hacen un mal uso de los medicamentos, sino que perjudican a toda la población. Especialmente a aquellas personas inmunodeprimidas. “Cada vez hay una expansión mayor de bacterias resistentes al antibiótico, aunque tú no lo hayas tomado”, indica Tomás, que señala que, aunque “en un principio se localizaban en un entorno hospitalario y provocaban infecciones vinculadas al hospital, ahora empiezan a ser comunitarias”.

La incidencia de infecciones producidas por bacterias multirresistentes continúa subiendo, como señala el informe de la OMS. El estudio, elaborado a raíz de la información facilitada por 87 países y con datos de 2020, indica también que los países de ingresos bajos y medios suelen reportar al sistema de vigilancia peores tasas de resistencia antimicrobiana. El motivo, indica la organización en un comunicado, es que en la red participan un número limitado de hospitales que “a menudo atienden a los pacientes más enfermos, que pueden haber recibido un tratamiento previo con antibióticos”.

Aunque la OMS ya reconoce la necesidad de mejores datos para conocer y atajar el reto en su profundidad, todos los expertos consultados admiten que se trata de un problema global. “Es más preocupante en países más empobrecidos, donde el crecimiento de las resistencias y el mal uso de los antibióticos por las deficiencias en los sistemas de salud es más elevado, aunque sea un problema global y las soluciones tengan que ser globales”, explica Fernández Polo.

Un estudio de la revista The Lancet publicado en enero de 2022 estimaba que las bacterias resistentes fueron la causa directa de la muerte de 1,27 millones de personas en 2019. Es una cifra que hay que tomar con cautela, por la falta de sistemas de diagnóstico eficaces en todo el mundo, pero el dato es muy superior al de otras infecciones que han tensionado los servicios sanitarios a nivel global. Por ejemplo, aquel año fallecieron 860.000 personas por VIH y 640.000 por malaria. Ese mismo trabajo señalaba que la resistencia bacteriana a los antimicrobianos podría causar la muerte de 10 millones de personas al año para 2050.

“Más interés por otras áreas”

“La aparición de resistencias ya es muy antigua”, explica Fernández Polo, pero la preocupación ahora es mayor por la falta de alternativas. “Antes, cuando aparecían resistencias, teníamos el desarrollo de otros antibióticos de los que podíamos disponer, pero ahora es insuficiente, en los últimos años han salido muy pocos nuevos, mientras esas resistencias han ido aumentando”, desarrolla.

En ese sentido, esta farmacéutica especialista del hospital Vall d'Hebrón apunta a la “poca investigación y desarrollo” en esta línea por parte de la industria farmacéutica. “Tal vez hay más interés por otras áreas de la salud, como la oncología o la hematología, por las que se ha apostado más”, lamenta. Sin embargo, el problema afecta también a otros niveles de la salud humana. “Hemos avanzado en cirugías muy complejas, pero si pacientes que son vulnerables pueden coger una infección por una bacteria resistente, igual les disminuimos la supervivencia. Al no tener medicamentos para la infección, tal vez les sometamos menos a estos otros avances”, explica.

El abordaje de infecciones por bacterias resistentes o multirresistentes pasa por probar sinergias con diferentes fármacos. Y por investigar con nuevos tratamientos. “La alternativa es buscar nuevas líneas no basadas en antibióticos previos, sino totalmente innovadoras, con otros mecanismos de acción, como la fagoterapia (el uso de virus con capacidad de aislar bacterias), nuevos péptidos u otras vías, como inhibidores de las bombas de expulsión”, indica María del Mar Tomás.

“Existen múltiples iniciativas para potenciar la investigación de nuevos antibióticos y alternativas, actividades de comunicación al ciudadanos para que entienda el problema y formar e informar a los profesionales sanitarios en todas las etapas, que tienen la decisión de si prescribir o no un antibiótico”, añade López. Unas líneas que vienen marcadas por la Unión Europea, desde donde existen mecanismos de coordinación para compartir experiencias de éxito y dificultades.

En España, el rastreo de estas infecciones se incluyó en 2019 en la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Renave). “La COVID-19 nos pasó literalmente por encima y todos los recursos de laboratorios de microvigilancia se pusieron al servicio del coronavirus”, lamenta López, que pide aprovechar ahora “el impulso de los laboratorios de microbiología y mantener los recursos para esta pandemia silenciosa”. Esa red de vigilancia ya está en marcha, y aunque las comunidades están adaptándose a ella a un ritmo desigual, el Instituto de Salud Carlos III perfila la elaboración de un informe para conocer la última radiografía de la situación.

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