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Sobre becas, ricos y pobres: la trampa de las ayudas educativas que no tienen en cuenta la renta

Imagen de archivo de la Alameda International School.

Daniel Sánchez Caballero

5 de julio de 2022 22:07 h

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La literatura científico-educativa ofrece numerosas ideas y datos de por qué las becas de estudio se dan a personas con pocos recursos y por qué es en estos colectivos donde más sentido tienen, siguiendo el modelo de país que España se ha dado a través de la Constitución: el reparto de la riqueza y la igualdad de oportunidades como motores, al menos teóricos, del sistema. También de en qué circunstancias y a qué grupos poblacionales les sirven más las ayudas en Educación, y ninguna de estas dos características incluye a las familias que ganan más de 100.000 euros al año, a las que el Gobierno de la Comunidad de Madrid ha incluido en su política de becas bajo el argumento de que “las rentas medias son las que siempre pagan y nunca reciben nada”. En Madrid, las rentas bajas pagarán los estudios a las medias y altas.

Dos ideas combinadas explican por qué las becas se dan a los menos favorecidos. Álvaro Choi de Mendizábal, profesor de Economía de la Universitat de Barcelona (UB), expone la primera: “El nivel socioeconómico del alumno condiciona su rendimiento académico. Esta causalidad ha sido establecida con rotundidad, independientemente de la metodología, definición de nivel socioeconómico y de las bases de datos empleadas (evaluaciones generales de diagnóstico, evaluaciones autonómicas y programas internacionales como PISA)”, sostiene en el informe Desigualdades socioeconómicas y rendimiento académico en España, elaborado por el Observatorio de la Fundación La Caixa.

Esto es, ser rico determina que tendrás muchas más posibilidades de tener buenas notas (siempre hay excepciones). La afirmación contraria, sin embargo, no es tan categórica (sobre todo porque hay factores correctores), pero ser pobre sí predispone a tener un peor rendimiento. Esto es una realidad en todo el mundo.



Mauro Mediavilla, profesor del departamento de Economía aplicada de la Universitat de Valéncia, completa el razonamiento con varias investigaciones derivadas de su tesis doctoral, como las que recoge el estudio ¿Son efectivas las becas en España? Una evaluación de impacto para el nivel secundario post-obligatorio. Las becas mejoran las opciones del alumnado sin recursos en varios niveles, sostiene el texto: mejoran las posibilidades de simplemente no abandonar los estudios, de sacar mejores notas o dan un 40% más de opciones de concluir formaciones postobligatorias.



Una montaña de evidencia

La evidencia que respalda que el nivel socioeconómico es el mejor predictor del rendimiento educativo es amplia. Algunos ejemplos: en el ínclito examen de PISA, con alumnado de 15 años, existe una brecha de 82 puntos –que se corresponden con dos cursos enteros de escolarización– entre los hogares con un mayor y menor nivel socioeconómico; la pertenencia a un hogar situado entre el 25% más pobre multiplica por seis el riesgo de obtener un rendimiento bajo. El nivel socioeconómico constituye uno de los principales determinantes del riesgo de no acabar la educación secundaria superior, uno de los mayores retos que afronta el sistema educativo español.

Más, esta vez de Save The Children: mientras la mitad del alumnado pobre repite curso en algún momento de su periplo educativo, solo el 8,9% de los más ricos lo hace. Más aún: a igualdad de condiciones, con los mismos resultados académicos, los estudiantes con pocos recursos repiten cuatro veces más que sus compañeros acomodados. Y la repetición, esto también se sabe, no es buena para (prácticamente) nadie.

Estas situaciones, además, se retroalimentan y perpetúan. El abandono escolar temprano es del 3,6% entre aquellos que tienen madres universitarias y del 20% entre los que son hijos de progenitores solo con Secundaria, dice la estadística. Si abandonas los estudios antes de llegar al tercer nivel, pasas a estar en el grupo de personas sin estudios terciarios, lo cual aumentará las opciones de tus hijos de que les pase lo mismo, y así sucesivamente. “La desigualdad aparece temprano en la vida de los jóvenes y luego se mantiene o queda exacerbada durante la educación secundaria”, recuerda Choi de Mendizábal.

¿Por qué sucede esto? “Resulta conocido que los efectos de las desigualdades de origen socioeconómico pueden transmitirse a través de mecanismos muy diversos como, por ejemplo, las distintas expectativas parentales, la disponibilidad de recursos educativos en el hogar o los 'efectos compañero', es decir, la influencia del nivel socioeconómico de los compañeros de un centro”, argumenta el profesor de la UB.

El contrapeso de las becas

Precisamente para corregir estas desigualdades de origen se ponen en marcha los programas de becas, explican los expertos, y justifican habitualmente los propios textos legales que los amparan. Pero siempre hay matices.

El Real Decreto 154/2022 por el que el los Ministerios de Educación y Universidades regulan las becas estatales a la educación postobligatoria habla de “compensación” o de “que ningún estudiante abandone sus estudios por motivos económicos, asegurando así la cohesión social y la igualdad de oportunidades”. La orden 1142/2022 por la que la Comunidad de Madrid establece su sistema de becas para todos (de Bachillerato, en ese caso, son muy similares los de Formación Profesional) habla sin embargo de “incentivar” la permanencia del alumnado en el sistema educativo “independientemente de su situación económica” y de “apoyar la libertad de elección de las familias entre una pluralidad de centros y proyectos educativos”. Diferentes motivaciones.

Lo que se sabe es que las becas cumplen su cometido, al menos cuando este es compensar desigualdades de origen. Cómo se comportan las becas a la hora de cumplir el objetivo madrileño de pagar el instituto o centro de FP incluso a familias con ingresos de más de 100.000 euros anuales es probable que no lo haya estudiado nadie.

Pero si te la conceden para que no abandones la educación porque en tu familia hay otras urgencias o no se puede pagar estudios postobligatorios (y por tanto no necesariamente gratuitos) “queda clara su efectividad a la hora de evitar el abandono de los estudios (principalmente en la educación primaria y secundaria obligatoria), para mejorar los resultados educativos y para asegurar la transición primaria-secundaria obligatoria (aunque en lo que respecta a este último resultado la evidencia disponible es más escasa)”, explica Mediavilla.

Este profesor, uno de los investigadores que más ha estudiado el efecto de las becas en España, introduce matices. Por un lado, asegura, no todas las becas tienen la misma utilidad. “Las becas que tienen como objetivo la graduación de los alumnos parecen no obtener el efecto deseado”, asegura. Por otro, no todos los colectivos las aprovechan por igual: “La revisión de la literatura pone de manifiesto que los alumnos procedentes de entornos más desfavorecidos son los que más rentabilizan la ayuda recibida”. Por eso, y porque el dinero es finito, se limitan las familias que las pueden recibir cribando por renta: las rentas altas las aprovechan menos, tanto por ser quienes son como por el fin que tiene la beca.

El experto incluye en sus estudios algunas recomendaciones de cómo diseñar un sistema de becas eficaz: que esté dirigido a clases desfavorecidas, que tenga el objetivo de dar continuidad a los estudios o la mejora de los resultados o que supongan un incentivo económico directo al estudiante, entre otros. Por ningún lado aparece la “libre elección de centro” sobre la que pivota el sistema de ayudas de Madrid como elemento a considerar. Para Mediavilla, el efecto positivo de las becas y las ayudas al estudio (de tipo monetario) depende, en gran parte, del diseño de la política en sí, del objetivo de la Administración y del análisis que se haya hecho de la población diana.

Esta línea de argumentación permite muchas interpretaciones. Una sería que el programa madrileño puede ser un éxito igualmente si “la población diana” a la que alude Mediavilla no es necesariamente la más humilde y si los “objetivos educativos” no son por tanto ayudar a los más desfavorecidos a progresar en el sistema y son otros, que pueden incluir ayudar a colectivos más acomodados o incluso a los centros educativos privados que recibirán nuevo alumnado.

Por qué es difícil que familias humildes accedan a estas becas

Pero la Comunidad de Madrid abre el límite de renta por arriba, pero no lo limita por abajo y además empezará el reparto del dinero (hasta que se acaben los fondos) por las familias más humildes. No son becas para ricos (necesariamente), se podría objetar. Las ayudas están pensadas, sostiene el Gobierno regional, precisamente para que gente que en principio no podría costearse la educación privada pueda hacerlo y elija centro educativo sin cortapisas. La libertad.

Sin embargo, hay al menos dos elementos que cuestionan que esto vaya a suceder, explican los expertos. Por un lado, el importe de estas ayudas, que ni se acerca a cubrir el coste total de estudiar en un centro privado. Madrid dará 3.750 euros anuales a las familias que ingresen hasta 10.000 euros per cápita (o sea, unos ingresos brutos totales máximos al año de 30.000 euros para una familia de tres miembros, 40.000 para cuatro miembros) y 2.000 euros anuales a las que ganen entre 10.001 y 35.913 euros por miembro familiar. Ni en la Formación Profesional ni en el Bachillerato ni en las Escuelas Infantiles, las tres etapas para las que se han habilitado las becas, se cubre el coste anual de la matrícula con estas cantidades, por lo que las familias habrán de poner de su bolsillo en cualquier caso y eso es complicado para según qué nivel de ingresos.

Además, este programa de becas –que se expande este curso en financiación y etapas susceptibles de ser becadas, pero viene de 2019– nació con la idea de financiar el Bachillerato a quienes estudiaron la ESO gratuitamente en centros privados con concierto. Argumenta el Gobierno regional que dado que el segundo nivel de Secundaria no es obligatorio, y por tanto no está financiado por el Estado (en principio, hay excepciones), eso obligaba a algunos alumnos a cambiar de centro por no poder permitirse un instituto privado.

Obvia la presidenta regional en su razonamiento un sesgo de partida: acudir a la escuela concertada ya es una primera criba que deja fuera a las familias más pobres. Los centros privados, con o sin concierto, tienen un 65,4% de alumnado de origen acomodado, un 27,1% de entornos medios y un 7,5% de entornos desfavorecidos –entre otros motivos por la existencia de cuotas obligatorias al margen de los estudios–, según un análisis de la Fundación BBVA y el Instituto Ivie. En la pública este reparto se invierte.

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