Biden consultó al Papa antes de anunciar su apoyo a suspender las patentes de las vacunas contra la COVID
Hablaron antes de anunciarlo. Joe Biden, el segundo presidente católico en la historia de los Estados Unidos, informó al papa Francisco de su intención de solicitar la liberalización temporal de las patentes de las vacunas contra el coronavirus antes de hacerla pública, según confirman a elDiario.es fuentes vaticanas. El líder demócrata, quien curiosamente se encuentra en riesgo de ser excomulgado si prospera la petición de algunos obispos ultraconservadores de su país de negarle la comunión por su apoyo al aborto, buscó la bendición de Bergoglio para sumarse a la iniciativa de 'vacunas para todos' que, desde hace semanas, están llevando a cabo diversos países de todo el mundo, y centenares de ONG (muchas de ellas católicas).
Y es que Francisco se ha convertido en uno de los primeros líderes globales en reclamar el acceso gratuito a las vacunas, especialmente a los más pobres. Ya hace casi un año lanzó un grupo de trabajo comandado por el cardenal Peter Turkson, para encontrar soluciones para los más vulnerables y, de algún modo, preparar la sociedad post-COVID. “De esta crisis no podremos salir iguales. Saldremos mejor o peor, pero no iguales”, apuntaba durante una vigilia ya mitificada de Francisco solo bajo la lluvia, en la plaza de San Pedro en los peores momentos de la primera ola.
“Bien común universal”
Desde entonces, en muchas de sus intervenciones, Bergoglio ha lanzado la idea de que “la inmunización extensiva debería ser considerada como un bien común universal”, que “requiere acciones concretas que inspiren todo el proceso de investigación, producción y distribución de las vacunas”.
Así, Francisco clamó a los líderes mundiales por “nuevas formas de solidaridad a nivel internacional”, con “mecanismos dirigidos a garantizar una distribución equitativa de las vacunas, no basada en criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, especialmente de los más vulnerables y necesitados”. Biden recogió el guante. Y el Vaticano se lo reconoció.
“Me parece muy sabia la decisión de Biden. Es importante en este tiempo una visión planetaria más que individual”, declaraba este jueves el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, Vincenzo Paglia, para quien el apoyo de EEUU a la liberalización de las vacunas “no solo es una razón de justicia, también de sabio interés, en el sentido de que el virus no conoce ni el derecho ni las fronteras”.
Ya hace unas semanas, el propio Paglia, en nombre del Papa, invitó a las “empresas farmacéuticas a dar un paso humanista, eliminando las patentes en este momento” porque “la vacuna es la única forma de vencer la pandemia, pero debe ser para todos y sin discriminación”.
Por su parte, Augusto Zampini, secretario adjunto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (una especie de ‘Ministerio de la Solidaridad’ vaticano), reclamaba que “si las vacunas son luz, han de serlo para todos”, reclamando a farmacéuticas y gobiernos de todo el mundo dejar de pensar en la salvación de sus ciudadanos, y pasar a “pensar en global”.
Religiones por el acceso universal
En este sentido, el papel de las religiones está resultando fundamental. Tanto para bien, como para mal. Así, mientras algunos líderes evangélicos han negado, durante meses, la existencia misma del coronavirus (lo que provocó que la pandemia se extendiera hasta límites insospechados en países como Brasil), o grupos ultracatólicos denunciaban las vacunas al argumentar que algunas de las investigaciones procedían de restos de fetos abortados, lo cierto es que la mayoría de las confesiones religiosas se han lanzado a convencer a sus fieles de la bondad de las vacunas y de cumplir las normas sanitarias para acabar con la pandemia.
De este modo, los responsables de 145 iglesias de todo el mundo suscribían hace pocos días, coincidiendo con la tragedia en India una carta dirigida a los jefes de estado, de gobierno y a empresas farmacéuticas para solicitar el acceso global y universal a las vacunas.
“Hacemos un llamado a todos los líderes para que rechacen el nacionalismo de las vacunas y acepten un compromiso con la equidad global. Como líderes religiosos, unamos nuestras voces para que las vacunas estén disponibles para todas las personas como un bien común mundial. Esta es la única forma de acabar con la pandemia”, subrayaban, recalcando la importancia de “cuidarse unos a otros”. “Cada uno de nosotros solo puede estar a salvo cuando todos estamos a salvo. Si una parte del mundo queda en la pandemia, todas las partes del mundo correrán un riesgo cada vez mayor”, asegura.
¿Y qué sucede en España? Más allá de los minoritarios gritos de los grupos negacionistas, y de los obispos que burlaron la lista de espera para recibir dosis antes, lo cierto es que la Iglesia católica se ha subido al carro conducido por Biden y Francisco. Horas después de que se conociera la decisión de Estados Unidos, el presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, reclamaba que “las vacunas anticoronavirus sean más accesibles y lleguen a todos los rincones del planeta”.
“¿Sería posible liberar patentes para los países más pobres?”, se preguntaba Omella, reclamando “vacunas para todos”, y recordando que “la salud es un derecho universal”, que implica, especialmente, a “los países del primer mundo”.
“No nos conformemos con volver a la normalidad. Demos un paso más para crear un mundo más fraterno, más justo, más solidario, donde se ponga siempre a las personas en el centro”, sostenía el cardenal de Barcelona.
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