Las consecuencias de la sexta ola llegan a las UCI y las urgencias: “Los números son alarmantes”
El peligro de ómicron está en los números. Esta variante es menos grave con carácter general –sea por sí misma o por el efecto de las vacunas– pero su alta transmisibilidad ha acabado haciendo mella. La sexta ola, que se venía caracterizando por una velocidad de propagación no vista hasta ahora pero una cantidad mucho menor de ingresos en UCI y fallecimientos, ha acabado estallando. Aunque el porcentaje de contagiados por ómicron que requiere un ingreso hospitalario es muy pequeño respecto del total de infectados, con 1,5 millones de positivos registrados solo en las últimas dos semanas en España, era cuestión de tiempo que acabara llegando a los hospitales.
Y ya ha pasado. La COVID está empezando, de nuevo, a provocar cancelaciones de intervenciones menores y a saturar las unidades de cuidados intensivos y las urgencias, según apuntan los datos y confirman los médicos sobre el terreno. Hay provincias que tienen datos de hospitalización más altos que en el peor momento de la tercera ola, la de mayor impacto hasta ahora. Y sucede justo cuando, como en el resto de la sociedad, se acumulan las bajas de sanitarios, aunque por el momento se estén manteniendo en términos razonables como para no afectar al servicio, según las sociedades médicas.
“Desde octubre se ha ido duplicando cada mes el número de pacientes ingresados en la UCI. Estamos lejos de la saturación, colapso más bien, no al nivel del que hubo el año pasado, pero la situación empieza a ser preocupante”, explica Álvaro Castellanos, presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc). “Lo más preocupante es que el incremento de ingresos se mantiene. Contenido, pero constante, no se ve ningún aplanamiento de la curva y la previsión es que en las próximas dos semanas el número de ingresados va a seguir aumentando”, ahonda.
Los datos dicen que hoy hay 2.200 pacientes ingresados en UCI en toda España y muchas comunidades en porcentajes de ocupación que superan el 25%, línea que marca el paso de una situación de riesgo “alto” a “muy alto”, la mayor de las clasificaciones en el semáforo COVID del Ministerio de Sanidad. La media nacional está ahora en un 23,6%, pero hay nueve comunidades que superan el umbral del 25% (ver gráfico) algunas como Catalunya en un 44%, o el País Vasco, que supera el 35%, aunque estos datos oscilan mucho porque no dependen solo de los ingresos en estas unidades, también de las camas que se habilitan de manera temporal y que pueden modificar los porcentajes.
Si la foto fija es “preocupante”, la tendencia tampoco parece arrojar buenas noticias. Desde que se tocara suelo a mediados de octubre tras la tercera ola (la que alcanzó su pico en febrero de 2020, la más grave hasta ahora), la ocupación hospitalaria y de camas de UCI solo va a más. Lejos de las cifras que se dieron entonces, rondando la mitad, pero la línea sube y sube. “Estamos subiendo en cuanto a ingresos”, confirma Pere Domingo, coordinador COVID del Hospital Sant Pau de Barcelona, “no explosivamente, pero a mediados de diciembre teníamos 1 o 2 al día y ahora estamos en 9 o 10, aunque afortunadamente ha sido una subida progresiva”.
La estadística oficial dice que los 32.023 ingresos hospitalarios por COVID y 4.894 ingresados en UCI que se registraron el 1 de febrero de 2021 todavía duplican a los 16.493 y 2.200, respectivamente, de este 10 de enero. Pero es igualmente cierto que el 5 de noviembre había 386 personas en la UCI y hoy son 2.200. Se han multiplicado por seis en menos de dos meses. Los ingresos hospitalarios, que tocaron suelo el 28 de octubre con 1.647 personas ocupando una cama, se han multiplicado por diez. Y ni hemos alcanzado el pico ni va a suceder en el muy corto plazo, según prevén los expertos. “No pensamos llegar a esas cifras [de 2020], pero sigue aumentando el número de ingresos y no hay perspectivas de que este incremento se ralentice”, augura Castellanos.
En el Hospital Sant Pau de Barcelona, en la comunidad autónoma con mayor ocupación de camas UCI de todo el país, la situación es “inestable y peligrosa”, describe Pere Domingo. “Tenemos hoy [por el miércoles] 99 pacientes ingresados con COVID, 31 de ellos en unidades de críticos y el resto en hospitalización convencional”, relata mientras matiza que la relación entre graves y no tan graves (entre estar en la UCI y estar en planta) es variable y en cualquier caso las cifras son menores a los picos vividos en 2020, cuando había 450 ingresados con coronavirus y 100 en la UCI.
En el Hospital de Basurto de Bilbao, otra de las autonomías más golpeadas actualmente, hace tiempo ya que los pacientes COVID han desplazado a los que no lo son de las camas de semicríticos, según relata Sarai Quirós Fernández, neumóloga en el centro y coordinadora del área de Infecciones Respiratorias y Tuberculosis de la SEPAR (Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica). “Tras la ola de verano las UCRIS (unidades de cuidados respiratorios intermedios) se fueron cerrando y pudimos tratar a pacientes no COVID, pero hace un mes y pico que todos los pacientes COVID han desplazado a los no COVID; incluso tenemos pacientes COVID fuera de nuestras instalaciones porque no nos caben”, explica.
Está pasando en todas las instancias hospitalarias. En las Urgencias, “la situación de los servicios es compleja y estamos al límite en muchos casos”, ilustra Javier Millán, portavoz de SEMES (Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias). “Hay que mantener los dos circuitos de atención, garantizar la atención segura a los que vienen a Urgencias... Estamos notando que viene mucha gente, estamos por encima de 2019 ya. Están aumentando el número de hospitalizados y de ingresados en UCI, y esto tensiona enormemente el sistema sanitario. Las urgencias tenemos una capacidad limitada, las UCIs también”, argumenta.
¿Un nuevo perfil?
La nueva situación epidemiológica, con buena parte de la población ya vacunada y ciertos grupos etarios también con la tercera dosis, está alterando ligeramente el perfil de las personas que acuden a los hospitales y acaban en las UCI, cuentan los profesionales, que se caracteriza por una rebaja en la edad media de los ingresados actuales. “[En esta sexta ola] hemos pasado por tres fases”, explica Castellanos, “Inicialmente, hacia finales de octubre o principios de noviembre, el porcentaje de vacunados en UCI se incrementó y llegó a superar al de no vacunados, lo que se debía fundamentalmente a la disminución del efecto protector de las vacunas al haber pasado seis meses (desde su inoculación)”.
Entonces empezó la campaña de terceras dosis y con la mayoría de las comunidades con un porcentaje muy elevado de mayores de 60 años con el tercer pinchazo, “hemos visto una disminución de los ingresados vacunados y un aumento de los ingresos de los no vacunados. Actualmente, en la mayoría de las comunidades tenemos un 70% de personas no vacunadas y menores de 65 años y el resto, en general, vacunados de entre 60 y 70 años, inmunodeprimidos por una enfermedad crónica o porque estén recibiendo algún tipo de tratamiento inmunosupresor”, disecciona Castellanos.
“El principal indicador [a la hora de ver quién ingresa en un hospital] es si está vacunado o no. Entre el 80% y el 100% de los ingresados tanto en UVI como aquí, según el momento, son no vacunados”, señala la neumóloga Quirós, que desliza otra cuestión que viene observando. “La sensación, aunque no tengo cifras que lo corroboren, es que ingresa menos gente que antes, pero más de ellos necesitan la UCI”, comenta.
Y la cosa es seria aunque a veces se pierda el foco entre anuncios de que ómicron es menos grave, señala Castellanos. “2.200 pacientes en UCI y 17.000 en los hospitales son números alarmantes, sobre todo teniendo en cuenta que la mortalidad de las unidades de cuidados intensivos está en torno al 25%”, advierte.
¿Cuanto dura ómicron?
Otro comportamiento diferente que trae ómicron es que está acortando los tiempos. La evolución de los contagiados es más rápida, sea a mejor o a peor, aunque los datos no acaban de ser concluyentes aún. “El criterio a la hora de establecer si alguien entra en UCI o no es el mismo que antes: la neumonía grave con insuficiencia respiratoria grave, refractaria, que necesita ventilación mecánica. Pero ahora está por ver si ómicron evoluciona más favorablemente que otras variantes como delta. Y dado que estamos empezando a ver ingresos de ómicron ahora [el plazo medio desde que se registra el positivo hasta que un paciente acaba en la UCI son dos semanas], aún necesitamos una o dos semanas más para saberlo”, ilustra el presidente de la Semicyuc.
Los responsables de las UCIs y las Urgencias relatan también cómo la falta de medidas de prevención, excepto alguna comunidad suelta como Catalunya, está minando la moral de muchos profesionales, que solo ven empeorar la situación de sus hospitales mientras fuera no se hace nada para mejorarla. “Es verdad que estamos un poco al límite, estamos cansados. Estamos al límite porque la situación es complicada por la presión asistencial que tenemos, pero también por la respuesta de los políticos y de la falta de reconocimiento. No es que queramos aplausos, pero hay cosas difíciles de entender cuando uno está tan cansado”, concede Millán, de SEMES. “La gente está cansada” –abunda Castellanos– de ver que no se han tomado las medidas que todos sabemos que son efectivas para disminuir los contagios y los ingresos, como la limitación de horarios, de aforos o incluso de cierta movilidad. Se ha apostado muy fuerte por la vacunación y la tercera dosis, que es eficaz, pero al final también resulta insuficiente“, cierra.
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