El estigma de la mujer adicta: “Llegan a terapia más tarde, en peores condiciones y con menos apoyo de su entorno”
En España hay un desfase entre las mujeres que son adictas y las que acuden finalmente a terapia, y los motivos son diversos. Pero básicamente hay una brecha de género que hace que la gestión del problema sea más difícil para ellas. El 15% de quienes acuden a tratamientos para superar las adicciones en España son mujeres, y el dato no se explica porque haya solo un 15% de consumidoras de drogas. De hecho, según la última Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España (EDADES), el consumo de alcohol es prácticamente el mismo entre hombres y mujeres y estas últimas lideran el uso de hipnosedantes y analgésicos opioides, hasta el punto de que una de cada cuatro española los ha tomado alguna vez en su vida. Lourdes Azorín, médico responsable del programa ambulatorio de Proyecto Hombre en Madrid, asegura las mujeres tienen más problemas que los hombres a la hora de ponerse en tratamiento y eso impacta en su salud: “Llegan más tarde, en peores condiciones y con menos apoyo de su entorno”.
Cerca del 85% de las personas en tratamiento por drogadicción en España son hombres, según el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías. En el caso de los Centros de Atención a las Adicciones de Madrid Capital, la cifra de usuarias es algo superior a la media, en torno al 20%. “Cuando leemos las memorias de todas las redes de centros, tanto españoles como de otros países, vemos que todos se mueven en el entorno del 15%. Alcanzar un 30% sería lo óptimo, pero es muy difícil”, explica María Pérez, Jefa del Servicio de Atención Integral a las Adicciones de Madrid Salud.
Ángela López (52 años) lleva siete en tratamiento por su adicción al alcohol en Proyecto Hombre, aunque la primera vez que intentó dejar de beber fue hace veinte años. Su problema con esta sustancia viene de muy lejos y no es la única de su familia que sufre esta adicción. Empezó a beber siendo muy joven y pronto pasó de hacerlo en público a beber a solas y a escondidas. “Hay diferencias incluso en cómo consumimos. Los hombres lo hacen de forma social, en los bares o con los amigos. Las mujeres lo hacemos normalmente en secreto. Yo lo hacía sola y en casa”. Por eso es todavía más difícil para ellas pedir ayuda, porque no se intuye que existe un problema. Cuando se dan cuenta de su adicción y lo cuentan a sus familias no encuentran muchas veces comprensión, dice Ángela: “Aunque dicen comprenderte, en realidad les cuesta. Ves que no entienden del todo que es una enfermedad. Si a alguien con cáncer le vuelve a salir un bulto nadie echaría la culpa al enfermo. Con las adicciones pasa lo contrario”. Después de empezar el tratamiento en Proyecto Hombre, María, otra mujer que ha sufrido la adicción al alcohol, estuvo tres años sin beber, pero tuvo una recaída. “Cuando volví a beber mi entorno reaccionó bastante mal. Me decían que me entendían, pero la realidad es que yo sentía que me iban a hacer pagar por haber roto su confianza”.
Según el informe Perspectiva de género aplicada a las drogodependencias, de la Asociación de Entidades de Centros de Día de Drogodependencias, los itinerarios y tratamientos por adicciones han estado tradicionalmente pensados para varones, por lo que muchas mujeres se sienten alejadas e incluso invisibilizadas y eso hace más difícil que acudan. Pérez considera que las mujeres adictas sufren un doble estigma: el de cualquier persona adicta, añadido al de ser mujer. “Está peor considerado que una mujer consuma drogas. Incluso las propias familias son menos comprensivas con las mujeres”, explica. Es muy habitual que ellas acudan solas a los centros de adicciones y si van acompañadas, casi siempre, lo hacen de personas de su mismo sexo.
“La mujer sigue teniendo el rol de cuidadora. Los hombres siempre vienen con sus parejas o con sus madres”, dice Pérez. Ángela acudió con su hermana por primera vez para acompañarla a ella por su misma adicción. “Es raro que un hombre vaya con una mujer al centro. Y si lo hace suele ser tan solo la primera vez”. Su marido nunca la ha acompañado a Proyecto Hombre y cree que es una situación bastante generalizada entre parejas cuya mujer es adicta. “Es como si dijesen: cúrate pero sin que yo tenga que faltar al trabajo. Sin que yo tenga que cuidar a los niños y sin estorbar demasiado”, resume.
Trabas en el entorno
Según datos del Instituto de Adicciones de Madrid, cerca del 30% de las mujeres ha tenido trabas para ponerse en tratamiento dentro de su propio entorno. “Se les dice: si consumes es porque quieres. Tienes la opción de dejarlo por tu cuenta”, explica la especialista María Pérez. Detrás de este pensamiento existe una culpabilización extra que pesa sobre ellas, en su opinión.
“La adicción se ve entre las mujeres como un vicio y no como una enfermedad”, asegura la especialista en psicología forense Bayta Díaz. En el caso de otras adicciones como la ludopatía este estigma extra se ve incluso aumentado. “Históricamente las mujeres no se han jugado dinero. Como no tenían independencia económica no podían hacerlo. Parece que hay menos mujeres adictas al juego y eso hace que a las que lo son les cueste más reconocerlo”. Díaz, que lleva 15 años trabajando en la Asociación de Prevención y Ayuda al Ludópata, se ha encontrado con casos muy duros. “Una vez tuvimos que ayudar a una mujer que llevaba meses alimentándose de latas de sardinas para poder seguir jugando. Su hija fue la que se dio cuenta al abrir el frigorífico”. Con la incorporación de la mujer al mundo laboral y con la aparición de los créditos rápidos, el número de mujeres ludópatas se ha incrementado, pero siguen siendo muy pocas las que acuden a pedir ayuda: “En nuestra asociación, menos del 15% son mujeres”, dice Díaz.
Perspectiva de género
En la red madrileña de los Centros de Atención a las Adicciones, el 50% de las mujeres y el 34% de los varones drogodependientes tienen hijos. Esta diferencia hace que en no pocas ocasiones las mujeres se vean obligadas a ir a la consulta con ellos. “Es muy raro que un paciente varón venga acompañado de sus hijos menores, pero es relativamente habitual que las mujeres los traigan”, asegura la Jefa del Servicio de Atención Integral a las Adicciones de Madrid Salud. Pérez explica que se están planteando crear espacios para que los hijos puedan entretenerse mientras las mujeres acuden a los centros. También quieren adaptar los horarios para que las madres puedan asistir mientras los niños están en clase. Ángela tiene dos hijos -uno de ellos de 11 años- y, según cuenta, en Proyecto Hombre se han adaptado para que pueda asistir a los grupos. “Eso nos lo facilita porque nosotras siempre ponemos por delante a nuestros hijos. Antes incluso que nuestra propia salud”.
El Instituto de la Mujer recomienda que en los centros se potencien los grupos de trabajo exclusivamente de mujeres para tratar las adicciones. “En los grupos mixtos los hombres suelen ser quienes más hablan y quienes monopolizan el tiempo”, explica Pérez. “Por eso organizamos algunos grupos solo de mujeres”. En estos grupos es posible tratar con más facilidad asuntos como la sexualidad, la maternidad, la imagen corporal o la violencia de género. Este último asunto es esencial puesto que, según la Fundación Salud y Comunidad, cerca del 60% de las mujeres que consume drogas sufren o han sufrido violencia de género a lo largo de su vida. Lourdes Azorín, de Proyecto Hombre, explica que hay mujeres consumidoras que establecen patrones dependientes hacia las sustancias y también hacia los hombres, “esto las sitúa en una situación de riesgo ante los abusos mucho mayor”.