Elizabeth Duval: “Necesitamos elevar el nivel del diálogo, también dentro del feminismo”

Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, 2000) está acostumbrada a la exposición mediática. A pesar de sus 22 años, Duval es autora de varios libros, como Después de lo trans (La caja books) o Melancolía (Planeta), colaboradora de distintas tertulias y protagonista de portadas y entrevistas. Todo eso ha quedado suspendido hasta después del 23 de julio. Durante estas semanas, la filósofa y escritora ha aceptado unirse al equipo de campaña de Yolanda Díaz como portavoz de Feminismo, Igualdad y Libertades LGTBI de Sumar. Lo hace con convicción porque, dice, no hubiera sido coherente no aceptar la proposición con su aspiración de continuar con los avances sociales y frenar la amenaza de una regresión democrática.

No está en las listas de Sumar al Congreso y ha asegurado que no ocuparía ningún cargo orgánico en un hipotético Gobierno, que pasado el 23J retoma todas sus responsabilidades profesionales habituales. ¿Qué sentido tiene un cargo de solo tres semanas de duración?

Si no se tratara de un cargo de tres semanas de duración, no lo habría aceptado. En estas elecciones nos jugamos algo muy importante, se ha hablado de que no se juega solamente la alternancia, sino si entramos en un proceso de retroceso democrático, que es lo que ya estamos viendo en las autonomías, en gobiernos municipales, donde el Partido Popular ha ido con Vox. Nos jugamos nuestro futuro y nos jugamos la próxima década.

Para mí era importante, en el momento en que Yolanda Díaz me pide dar el paso adelante y ser portavoz de Feminismos, Igualdad y derechos LGTBI, contribuir durante la campaña explicando nuestras propuestas, sacando un proyecto adelante y también modificando, en la medida de lo posible, la orientación y la manera en la que se dan los debates sobre feminismo o derechos LGTBI en nuestro país. Pero mi compromiso dura lo que dura, es transitorio. Como teórica, como escritora, no tengo interés en enquistarme aquí, no estoy aquí buscando una remuneración política ni un cargo o una permanencia. Para mí es importante hacerlo desde esa relativa independencia que confiere no estar adscrita a ningún cargo orgánico.

Estos días Pedro Sánchez ha hablado de “feminismo integrador” y Yolanda Díaz habla de un “feminismo que sume”, de un feminismo abierto. ¿Están hablando de lo mismo?

Yo creo que hablan de cosas distintas. Por ejemplo, en relación al debate que se abrió hace unas cuantas semanas sobre los hombres de 40 o 50 años que mencionaba Pedro Sánchez, que estaban incómodos con ciertos avances del feminismo, podemos analizar la realidad de dos maneras. Una de ellas es decir que efectivamente los malestares, las inquietudes, los problemas de esos hombres se deben a los avances feministas. Dentro de eso, yo creo que es normal que una parte de esas transformaciones sociales profundas tengan que incomodar.

Y la otra sería decir –ese es el análisis que yo comparto– que no se trata de unos problemas o malestares que vengan provocados por el feminismo, sino que los roles de género que constriñen y oprimen a las mujeres también ejercen un efecto nocivo contra los hombres y hay que dar respuesta a esos malestares o crisis específicas, pero no culpando al feminismo. No se trata de las mismas propuestas porque cuando Pedro Sánchez hace esas declaraciones yo creo que no se está refiriendo a lo mismo que nosotras cuando hablamos de un feminismo dialogante, abierto, integrador o de un feminismo para el 99%.

El nuestro no es solamente un proyecto que tenga que ver en abstracto con desigualdades de identidad entre hombres y mujeres, sino que tiene que atajar la brecha salarial entre hombres y mujeres, una distribución desigual de los cuidados, cómo está organizada nuestra sociedad, que aborde una forma feminista de entender la economía. Una de las propuestas primordiales que tenemos en el programa de Sumar tiene que ver con los cuidados, tiene que ver con una ampliación de los permisos de cuidado, muy en concreto a las familias monoparentales, para que en ese feminismo del 99% no haya nadie que quede atrás y atajemos cuestiones que efectivamente tienen que ver con la clase, con la interseccionalidad.

El nuestro no es solamente un proyecto que tenga que ver en abstracto con desigualdades de identidad entre hombres y mujeres, sino que tiene que atajar la brecha salarial, una distribución desigual de los cuidados, abordar una economía feminista

Parece que hacen hincapié en un feminismo más volcado en las condiciones materiales de vida. Repite mucho Yolanda Díaz que la mejor política feminista es la subida del salario mínimo. ¿Hasta qué punto buscan diferenciarse con lo hecho hasta ahora en Igualdad? ¿No puede implicar entrar en el marco de una parte de la izquierda que considera que algunos temas son secundarios o meras batallas culturales?

Hay que explicar una y otra vez que no se trata de una distinción maniquea o falsa entre cuestiones culturales o materiales. Cuando hacemos referencia a ese feminismo del 99% nos referimos a que algo que algunos quieren catalogar como cultural o como identitario, como es la opresión relacionada con el género, tiene consecuencias materiales en la vida de la gente. No hay nada más material o no hay nada más patente que los asesinatos machistas que hemos visto estos días. Lo que tiene que ver con derechos LGTBI no son cuestiones que el programa de Sumar no haga suyas, sino que quiere seguir ampliando. Pero hay que atajar en nuestro país una profunda desigualdad económica y laboral que es importantísima desde el punto de vista feminista.

No se trata solamente de romper techos de cristal si la desigualdad social sigue siendo algo tan profundo que tiene que seguir habiendo quien recoja y limpie los cristales rotos

No solamente se trata de que figuren mujeres en los más altos cargos o de que por la presencia de una mujer en las más altas esferas de administración se estén llevando a cabo conquistas feministas, si esas presencias no repercuten en una garantía de vidas mejores, de vidas más dignas para el 99% de las mujeres. No se trata solamente de romper techos de cristal si la desigualdad social sigue siendo algo tan profundo que tiene que seguir habiendo quien recoja y limpie los cristales rotos.

Insiste también mucho en la necesidad de diálogo. ¿Ha faltado diálogo en los últimos años en el feminismo? ¿Quién tendría que haber dialogado más?

Yo creo que en la forma en la que se han dado casi todos los debates, no solamente me refiero con esto a debates feministas o debates LGTBI, sino a todo aquello que hemos encuadrado en ocasiones dentro de términos tan bélicos como la guerra cultural o la batalla cultural, en lugar de abrirnos a la conversación, es evidente que nos lleva a ser una sociedad más crispada, más polarizada. Para mí, el remedio es volver a abrir las oportunidades de la conversación. Yo he estado dispuesta en todo momento a debatir, a discutir, porque estaba además convencida de que tenía los argumentos suficientes para defender mi posición de forma razonada.

Algunas veces, cuando expresamos que no estamos dispuestos a debatir, la imagen que se transmite es que no creemos lo suficiente en la razón o en la firmeza de nuestros argumentos. Pero no se trata de responsabilidades individuales, sino que la forma en la que el debate público se ha conducido en los últimos años ha llevado efectivamente a una escena en la cual esos debates se volvían imposibles. Necesitamos elevar el nivel de esos diálogos y volver a abrir esa ventana de oportunidad para discutir o pensar más en profundidad, también dentro del movimiento feminista.

Habla de dialogar y de que su contribución es, en parte, salir de las trincheras. Pero ¿se puede generar un diálogo en solo tres semanas que dura su cargo?

Es muy difícil transformar totalmente la escena de debate de un país en tres semanas, eso es completamente cierto, pero hay que empezar al menos a abrir esa brecha o empezar a sentar los cimientos para que pueda darse de otra manera. Una cosa que a mí me preocupaba antes de asumir esta portavocía era la insistencia que yo había tenido muchas veces en esa necesidad de no cavar trincheras o de tender puentes. Y algo que me lleva a asumirla es precisamente considerar que desde este lugar se puede cambiar la forma en la que tenemos esos debates o la forma en la que comunicamos. Creo que el trabajo que pueda hacer durante estas tres semanas puede poner un grano de arena para que estos debates se den de otra manera.

Cuando decimos que no queremos debatir, transmitimos que no creemos lo suficiente en nuestras razones. No se trata de responsabilidades individuales: la forma en la que el debate público se ha conducido ha llevado a que ese debate fuera imposible

Da la sensación de que quieren trasladar la idea de que los consensos conseguidos por Yolanda Díaz con los agentes sociales en los últimos años son posibles dentro del feminismo si se hacen las cosas de esta manera. ¿No es un poco engañoso? No dejan de ser dos escenarios absolutamente diferentes con actores muy diferentes.

Evidentemente no existe tal cosa como una patronal y unos sindicatos del feminismo. Cuando antes hacía referencia a que hay una parte de toda transformación social, incluida el proyecto político del feminismo, que resulta incómoda, es algo que tenemos que asumir y para mí era muy importante no tener la aspiración de tutelar al movimiento feminista. Yo no tengo ni la más mínima intención ni de tutelar ni de dirigir. En todo caso, de escuchar. Hay que tener muy claro que las dinámicas de las relaciones sindicales, las que funcionan en el trabajo, son distintas a las dinámicas de los movimientos políticos.

Más allá de la polémica sobre la ausencia de Irene Montero en las listas de Sumar, sí llama la atención que nadie del equipo del actual Ministerio de Igualdad esté tampoco en esas listas. ¿No cree que puede entenderse como una manera de borrar u opacar su gestión en la última legislatura?

No puedo comentar exactamente las negociaciones o el ensamblaje de las listas por parte de todos los partidos para hacer una coalición, porque yo llevo en mi cargo de portavocía unos cuantos días y sé de la inmensa complejidad que tenían. Pero creo que el mismo hecho de que yo sea la portavoz de Feminismos, Igualdad y Derechos y Libertades LGTBI manda un mensaje de que no existe esa enmienda a la totalidad. Una de las medidas más importantes de la legislatura anterior fue precisamente la ley trans, y una de las cosas a las que yo me dediqué en cuerpo y alma durante meses fue a desmentir una amplia cantidad de bulos que tenían que ver con la ley. Bulos que de repente parecen importarle a la derecha, pero que no le habían importado tanto cuando esa misma derecha, en ocasiones anteriores, en numerosos parlamentos autonómicos, había aprobado leyes trans que sí que regulaban la sanidad y educación, competencias autonómicas que no tienen que ver de la misma manera con la ley estatal.

No se va a acabar con la violencia machista a través de una reforma penal. Para nosotras no se trata de que el feminismo, el consentimiento o la libertad sexual empiece y acabe en los tipos penales. Deseamos hacer pedagogía

Dentro del programa de Sumar hablamos también sobre los componentes a desarrollar y absolutamente favorables de la Ley de Libertad Sexual que ha llevado a cabo el Ministerio de Igualdad. Decimos que hay que ir más allá, que hay que desarrollar cada uno de los derechos que se plantean dentro de esa ley.

Al hilo de la llamada ley del 'solo sí es sí', al final ha terminado en un debate sobre las penas. Por un lado, ¿comparten desde Sumar el esquema de penas que contemplaba la primera versión de la ley? Por otro, ¿fue un error no hacer pedagogía antipunitivista desde el principio? ¿Están ustedes dispuestas a hacerla sabiendo lo impopular que puede resultar?

Estamos completamente dispuestas a ir más allá. Ningún movimiento social, tampoco el feminismo, puede reducirse a una discusión sobre el Código Penal. Me ha entristecido que en España en los últimos meses todo el debate feminista quedara copado por una discusión sobre los tipos penales, un año más de cárcel, dos años más de cárcel, en lugar de hablar de todo el resto de medidas. No se va a acabar con la violencia machista a través de una reforma que imponga un mayor tipo penal.

Para nosotras no se trata de que el feminismo, el consentimiento o la libertad sexual empiece y acabe en los tipos penales ligeramente superiores o ligeramente inferiores. Deseamos hacer pedagogía, no solamente en esta cuestión, sino en otras muchas, que haya una discusión más profunda en torno al consentimiento, al deseo, a cómo estamos construyendo nuestras leyes y cuál es el armamento teórico según el cual las construimos.

¿Cuál es el la propuesta de Sumar para atajar las violencias machistas?

A lo primero que tenemos que hacer frente es a una situación inédita en nuestro país, porque gracias al Partido Popular de Feijóo en la Comunitat Valenciana la presidenta de las Cortes Valencianas, en el momento en el que se da un minuto de silencio en relación con una víctima de violencia machista, se aparta.

No solo eso, sino que los diputados de su grupo parlamentario se ríen. En el debate entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, durante el bloque dedicado a la igualdad y violencia machista, no se habla de ellos, es vergonzoso. El señor Feijóo se pone en ese bloque a hablar de pactos de gobernabilidad, se corre un tupido velo.

En el programa de Sumar hablamos de centros de crisis 24 horas para mujeres, como está ya en la Ley de Libertad Sexual, de medidas de protección, de justicia restaurativa para esas víctimas, para no quedarnos solamente en el marco del castigo o el marco de la prevención. Hablamos de ampliar los recursos porque en este momento se están diezmando o se están viendo atacados, dependen en gran medida de cuáles son los recursos económicos que se destinan, de la cantidad de orientadores laborales, psicólogos, trabajadores sociales o abogados que haya ahí para asistir a cada una de las mujeres que son víctimas de violencia machista.

Una de las medidas que han incluido y que ha generado cierto revuelo es el teléfono para hombres en crisis. Parece una apuesta precisamente por abordar esos malestares masculinos, ¿pero proponer una línea telefónica sin más políticas que aborden la masculinidad no es quizá quedarse en la punta del iceberg?

Esos malestares masculinos tienen que ver con cuestiones que se atajan más desde el debate social y la conversación pública que con propuestas concretas. En el caso de ese teléfono, que no es del todo una propuesta nueva –ya lo hizo Bibiana Aído en su momento y más recientemente la han llevado en sus programas partidos como Más Madrid–, tiene que ver con los datos de la cantidad de suicidios de hombres, con la depresión, con esa represión emocional, con esas situaciones de vulnerabilidad de las cuales queremos hacernos cargo y ofrecer una respuesta.

Si el feminismo no se hace cargo de los malestares masculinos, quien lo hará será Vox, que lo que busca es engañar a los hombres con esta idea de que sus malestares son provocados por el feminismo y que acabando con él esos malestares van a acabarse

Si el feminismo como proyecto transformador no se hace cargo de esos malestares, quienes estarán todo el rato intentándolo serán formaciones de extrema derecha, como es el caso de Vox, que lo que busca es engañar a los hombres con esta idea de que sus malestares son provocados por el feminismo y que acabando con él esos malestares van a acabarse. Igual que en el caso de la inmigración, lo que siempre han propuesto este tipo de partidos son luchas del penúltimo contra el último, una política profundamente nociva que quiere derogar toda suerte de avances laborales, de derechos, también en la gestión económica.

Hay un sector del movimiento feminista que opina que feminismos y derechos LGTBI son dos agendas diferentes. ¿Cómo responde a quienes están convencidas de que juntarlas es confundir o cargarle al feminismo con asuntos que no le corresponden?

No se trata de un debate nuevo. Pensemos en los que se dieron en Estados Unidos sobre si las mujeres lesbianas o mujeres negras podían ser sujeto del feminismo. Lo que se constata cuando miramos la historia de los avances en igualdad es que el LGTBI y el feminista son movimientos que han ido de la mano. Nuestra prioridad no tiene que ser estar ensimismadas en discusiones teóricas sobre el sujeto o sobre la identidad del feminismo, sino una transformación social de base lo más amplia y profunda posible. Nuestra prioridad tiene que ser la ampliación de derechos para todo el mundo y ese ensanchamiento de la democracia en nuestro país.

Las medidas feministas o LGTBI no hacen solamente más dignas, más vivibles y más libres las vidas de aquellas personas a quienes afectan, sino que nos hacen mejores como sociedad en su conjunto. No me ha sorprendido que se diera este debate porque venimos de un ambiente de grandísima crispación, pero creo que de forma mayoritaria España no está en él, que ha pasado de alguna manera de pantalla y aquellos que insisten en ello son una minoría muy ruidosa, pero la sociedad española es mejor que la que nos quieren hacer ver.

Si ha habido alguna ley que ha generado crispación y confrontación es la ley trans. Hablábamos antes de la falta de diálogo. ¿Faltó ahí?

Faltó pedagogía, pero al mismo tiempo es muy difícil hacerla cuando lo que tienes enfrente es la mentira. Se construyó esa especie de fantasma según el cual lo que iba a hacer la ley era procurar una sociedad de menores hormonados y mutilados genitalmente, que entra dentro del marco que ha querido instalar Vox del adoctrinamiento en las aulas, de la caracterización de las personas LGTBI como una epidemia o una enfermedad, que es lo que ellos consideran y el PP valida. Sin embargo, la ley estatal no es la que ha regulado materias como la sanidad o la educación. En 2016, y yo misma me beneficié de ella, ya existía una ley para menores trans en materia sanitaria en Madrid igual que existía en 2014 en Galicia, cuando gobernaba Feijóo, aprobada por unanimidad.

No todas las personas con dudas sobre la ley trans lo hacen desde la transfobia o el odio, sino a causa de los mensajes mediáticos de miedo y de odio, el desconocimiento, cierta precaución y temores comprensibles y a los que hay que responder con pedagogía

Entonces no era un problema o no parecía que fuera a ser un problema. Lo que yo me pregunto es por qué ahora sí. Nadie ha propuesto las historias de miedo que ha planteado la derecha en relación con la ley trans. Nunca han estado sobre la mesa, nunca han sido problemas reales. Han sido debates del miedo en los que ha reinado la mentira.

¿Se sentaría entonces a hablar con quien niega, por ejemplo, que usted sea una mujer o niega su legitimidad para hablar del aborto o de las bajas por reglas dolorosas?

Creo que en esta campaña me tocará hacerlo, igual que a la hora de defender la ley trans, entre otras cuestiones, ya lo he hecho.

Ha hablado en alguna ocasión de que usted defiende una posición conciliadora respecto a la ley trans. ¿Cuál es?

Para mí es pensar que no todas aquellas personas que tenían dudas sobre la ley trans lo hacen desde posiciones de transfobia o de odio, sino que muchas se producen por esa difusión de mensajes mediáticos de miedo y de odio y se expresan desde el desconocimiento, cierta precaución y temores que son perfectamente comprensibles y a los que hay que responder sosegadamente, haciendo esa pedagogía. Yo siempre lo he hecho, incluso con quienes partían desde el odio. Tenemos que comprender que si explicamos las cosas a la gente, si fomentamos la empatía y buscamos construir esos espacios políticos que tiendan puentes, hay resultados.

Entrando en el contenido de la ley trans, quedaron pendientes algunas cuestiones que demandaban los colectivos, como el reconocimiento de las personas no binarias o la posibilidad de la rectificación registral para menores de 12 años, que son cuestiones que no están contempladas en el programa de Sumar. ¿Está entre sus planes ampliar la norma en este sentido?

Dentro del programa, nuestra apuesta, como no puede ser de otra manera, es el derecho al libre desarrollo y la autodeterminación de personas trans menores, personas trans migrantes y personas no binarias. Cuál sea el mejor de los encajes legales posibles para el reconocimiento de esos derechos específicos es algo que se desarrollará en un futuro cuando haya más tiempo y no la premura de unas elecciones generales adelantadas y convocadas de urgencia y se hará en diálogo con los colectivos.

El programa incluye propuestas para atajar la violencia intragénero, la que se da entre personas del mismo sexo, algo que acabó cayéndose de la ley trans por una enmienda del PSOE. ¿Podrían estas medidas acabar desvirtuando el tratamiento específico de la violencia de género?

Creo que no. Tenemos que hacernos cargo de que también en las relaciones entre dos hombres o dos mujeres se dan situaciones de violencia. No significa negar la violencia estructural machista que sufren las mujeres, lo que sí significa es otorgar derechos, construir mecanismos de protección y ver cuál es el encaje para llevarlo a cabo con el tiempo necesario para el desarrollo de una propuesta. Pero en ningún caso reconocer que hay maltrato en las parejas del mismo sexo implica desvirtuar de la manera que sea la violencia machista.

La gestación subrogada y la prostitución son dos de los temas que más polarización generan en la sociedad y en el feminismo en particular. ¿Cuál es la posición de Sumar?

No tengo intención de cerrar ese debate que se está produciendo en la sociedad española ni tutelar o dirigir al movimiento feminista, donde hay diversidad de posiciones, y en consecuencia en los más de 16 partidos que integran Sumar. Sí creo es que es sano que ese debate se dé lejos de la crispación que lo ha caracterizado en muchos momentos. Lo que sí añadimos son medidas contra la trata y la explotación sexual. Sobre los vientres de alquiler, no incluimos ninguna medida de regulación y creo que hubo bastante consenso recientemente, con el caso de Ana Obregón, que se apreció como una explotación sexual del cuerpo de las mujeres y un aprovechamiento por parte de una mujer rica del cuerpo de una mujer pobre.

Una de las cuestiones de las que más combate cultural ha hecho la derecha tiene que ver con la noción de familia, pero tenemos que poner sobre la mesa que quienes la destruyen y la hacen un concepto cada vez más estrecho son en buena parte ellos

Proponen evaluar la posibilidad de que el acogimiento y la tutela de menores se pueda dar por parte de núcleos de más de dos personas y que el concepto “familia” incorpore otros tipos de relaciones más allá de la pareja o el matrimonio. ¿Con qué medidas concretas pretenden abordar esto?

Se trata de ir más allá de la Ley de Familias que se ha tramitado esta legislatura y es dar respuesta y un marco legal a situaciones que ya existen, a mecanismos de crianza que ya se dan. Cuando hablamos de las familias monoparentales, una de las cuestiones que contemplamos es que se puedan compartir las semanas de permiso con otras personas del entorno, por ejemplo. Tenemos que ver cómo reconocer los derechos de niños y niñas que son criadas por familias mucho más extendidas que lo que son sus progenitores y cómo encaja también con la conciliación, los tiempos laborales y el tiempo para la vida. Y ahí entra nuestra propuesta de la bolsa de horas para que puedan ser utilizadas en la crianza.

Una de las cuestiones de las que más combate cultural ha hecho la derecha tiene que ver con la noción de familia, pero tenemos que poner sobre la mesa que quienes destruyen de alguna manera la familia y hacen de ella un concepto cada vez más estrecho y excluyente son en buena parte ellos. Prestemos atención a lo que está sucediendo en Italia con el Gobierno de Giorgia Meloni y la retirada de la matria potestad en familias de dos madres. Es algo que no queremos ver en nuestro país, pero más allá de eso queremos continuar con la ampliación y extensión de derechos para todos los tipos de familia que ya se dan en España.

Proponen también incorporar la diversidad y la educación afectivo sexual como elemento transversal en los centros educativos, que es también una de las de las dianas de la batalla ideológica desplegada por la extrema derecha en las aulas. ¿Cómo afrontar esta ofensiva?

Es importante constatar que la España que ellos nos presentan mira hacia el pasado y no es la España real, no es representativa de los derechos sociales, las libertades civiles, las manifestaciones feministas que han sido ejemplo para el mundo entero. España es mucho mejor que el país que nos proponen ellos. Y tenemos que seguir defendiendo que en las escuelas un niño, una niña y cualquier infancia tenga derecho a conocer y saber que existen personas LGTBI, a sentirse reconocido y a que no se le cercene la posibilidad de imaginar.

Vídeo: Clara Rodríguez, Mario Iranzo y Nando Ochando