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La cotización en Wall Street del uso del agua anuncia un futuro de escasez que abre la puerta a la especulación

17 países que aglutinan el 25% de la población mundial soportan ya "un estrés hídrico extremo"

Raúl Rejón

12 de diciembre de 2020 21:50 h

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El pasado martes arrancó la cotización bursátil de los derechos de uso de agua en EEUU. No es el primer mercado donde se compra y se vende el derecho a utilizar este bien público. Pero comerciar con la capacidad de regar en un futuro avisa de una realidad cada vez más imperiosa: el agua disponible se está convirtiendo en más escasa. La demanda, además, sube. Tener acceso es cada vez más valioso, lo que lo convierte en un bien codiciable. Y eso abre la puerta a la especulación.

¿Por qué aparece una cotización sobre el uso del agua? Se trata de adquirir o desprenderse del derecho a utilizar determinado volumen dentro de un tiempo. “Da información sobre un recurso escaso”, explica Gonzalo de la Cámara, investigador principal sobre economía del agua en el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados, que recuerda que esas transacciones de compra-venta ya existían desde hace tiempo. De la Cámara entiende que los problemas de agua aumentarán por lo que, en el futuro, habrá que gestionar ese riesgo. La escasez va a existir, “gestionarla de manera resiliente y sostenible medioambientalmente es el objetivo”, analiza.

Este economista advierte de que la crisis climática traerá asociada una falta de agua que va a ser uno de los grandes peligros con los que se enfrente la humanidad a escala global. Y los datos avalan su tesis. 17 países que aglutinan el 25% de la población mundial soportan ya “un estrés hídrico extremo”. Sus extracciones para el regadío agrícola, la industria y las casas superan el 80% del suministro natural cada año, según ha comprobado el World Resources Institute. Son casi 2.000 millones de personas bajo esta amenaza. “Las extracciones globales de agua se han doblado desde 1960 debido al crecimiento de la demanda. Y no hay signos de que esté aminorando”, analizaba el WRI su estudio de 2019.

El nuevo índice acuático de Wall Street se llama NQH20 y se ha compuesto a base de observar cinco mercados ya existentes de derechos de agua, cuatro superficiales y uno subterráneo. El proyecto arrancó el 31 de octubre de 2018 y abrió la cotización esta semana. Pero mercados para comprar y vender el derecho a regar ya han estado funcionando antes. Y los peligros de no controlarlos han quedado descritos.

En Chile, el Estado creó un sistema para que los inversores agrícolas tuvieran la certeza de que iban a tener agua. Adquirían ese derecho sobre las aguas chilena gratis y a perpetuidad y podían cederlo a terceros. Esa dinámica puso vastísimas áreas de suelo en regadío y multiplicó el crecimiento económico. “Fue un éxito desde ese punto de vista y mejoró las condiciones de vida”, explica Gonzalo de la Cámara, “pero un éxito miope ya que, por sus características, conllevó una burbuja de derechos del agua y resultó un desastre medioambiental”. Entre sus consecuencias, se esquilmó el acuífero Copiapó.

De la Cámara entiende que un mercado con una autoridad que regule e impida la especulación puede servir para atajar un mercado negro de agua y evitar el pirateo de los acuíferos como el que padecen las masas subterráneas de agua que rodean Doñana o las Tablas de Daimiel en España. Incluso “provocar ahorro y eficiencia en el uso del agua”, opina. El peligro es que alguien compre derechos hoy a 100 y los venda seis meses después a 150. O que compre derechos en el curso bajo de un río y los venda para un regante en la cabecera, lo que altera el equilibrio ecológico del curso.

“El agua en España no vale nada”

Sobre escasez de agua y uso intensivo creciente, España puede aportar mucho. El análisis del WRI coloca a España en una situación de “alto estrés”. Pero si se mira el mapa más de cerca, Andalucía, la Región de Murcia, Castilla-La Mancha y Madrid presentan un índice extremo.

El panorama que conforman la crisis climática, su impacto en los recursos hídricos, la escasez de agua y el uso intensivo hacen que España esté absolutamente concernida por la problemática ahora subrayada por los intereses de Wall Street.

A pesar de la incertidumbre que supone proyectarse hacia el futuro, el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX) concluyó ya en 2017 que, según sus cálculos, se observaba “una disminución general de los recursos hídricos en España” por efecto del cambio climático. Pronosticaba una disminución de precipitaciones, aumento en la evaporación y una fuerte reducción de la escorrentía, es decir, el flujo por la superficie del agua de la lluvia hasta alcanzar la red fluvial. “Las reducciones son mayores conforme avanza el siglo XXI”, según sus modelos. Menos lluvias, sobre todo, en los archipiélagos y el suroeste. Y una escorrentía –“la variable que mejor caracteriza los recursos hídricos de una zona”– entre un 3 y un 7% menor.

“El agua en España y en especial en el suereste no vale nada y un mercado puede tener la cara buena de ponerla en valor”, concede Jaime Martínez Valderrama, investigador del Instituto Multidisciplinar para el estudio del Medio de la Universidad de Alicante.

Martínez Valderrama ilustra su análisis con la situación del regadío en Almería donde estudia la desertificación en el sureste de la península. “En Almería, donde los invernaderos son terriblemente rentables, el agua supone como mucho el 3% de los costes cuando es el principal input y todo se basa en ello. Eso hace que no tenga ninguna importancia porque no tiene su valor. Como es gratis no vale nada. No tiene importancia”.

Allí donde el agua escasea su valor económico se multiplica. Y en España la abundancia hídrica va para abajo. En un año que nadie calificaría como malo desde el punto de vista de las lluvias, a estas alturas de 2020, España tiene almacenados 26.337 hm3 de agua. La reserva hídrica es casi la misma que hace 12 meses, por lo que estamos en una buena época. Sin embargo, ese volumen es menor que la media de los últimos cinco años: 27.456 hm3. La tendencia es claramente a la baja ya que la media de lo que se ha tenido disponible en diciembre en la última década es 31.403 hm3. Es decir, el saldo entre precipitaciones y consumo en este buen 2020, está un 16% por debajo de la media de la década.

“En realidad, el agua vale. Y mucho. Y más en zonas áridas. No es fácil tener agua en ambientes áridos para muchos usos y cada vez más demandantes”, explica el investigador de la UA. Sin embargo, este doctor en ingeniería agrónoma contrapone que “si estás en un mercado, entras en un campo de especulaciones. El mercado necesita regulaciones porque, si lo dejas todo en sus manos, ya hemos visto lo que pasa”.

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