Una familia, de viaje en bici por el mundo en busca de otro tipo de escuela para su hija
Horas sentados en un pupitre, timbres de entrada y de salida, exámenes, currículos rígidos... Son los recuerdos que Diana y Diego, a sus 40, asocian a la que fue su escuela. Ahora se han convertido en padres y, a través de los ojos de Jara, su hija de dos años, han vuelto a rendir cuentas con sus propias experiencias infantiles en las aulas. “Ver crecer a nuestra hija nos ha cambiado por completo la perspectiva vital. Nos ha ayudado, entre otras muchas cosas, a darnos cuenta de que la escuela, tal y como la habíamos vivido nosotros, no la queríamos para ella”, reconoce Diana, psicóloga social.
Con el inconformismo como motor, la pareja comenzó a investigar sobre modelos educativos alternativos. “Nos dimos cuenta –explica Diana– de que no estábamos solos, de que se había teorizado mucho sobre este tema, y la motivación fue creciendo. Nos atrapó completamente”. Tanto que su inquietud se ha convertido en un auténtico proyecto vital que les ha llevado sobre una bici por Estados Unidos y varios países de Europa durante tres meses. El objetivo: conocer en primera persona esos otros proyectos educativos y filmarlos, para que su experiencia ayude a abrir al mundo las puertas de realidades que todavía continúan en los márgenes.
La andadura de Esto no es una escuela comenzó a finales de 2013, cuando Diana y Diego decidieron tomar una excedencia en el trabajo. En marzo se echaron las mochilas a la espalda y hasta finales de junio pasaron por 13 escuelas diferentes. Jara, la protagonista de esta historia, no se ha perdido detalle de un largo viaje geográfico convertido, recalca la pareja, en un “auténtico viaje interior”. “La pequeña iba subida en una sillita al frente de la bici de Diego. Al ir con ella, no dejamos nada a la aventura. Llevábamos todo muy calculado: las rutas, los alojamientos...”, señala Diana.
Por una cuestión económica y también personal, decidieron que no pisarían hoteles, sino que tratarían de alojarse en hogares de personas locales que los acogieran. Porque si el inconformismo ha insuflado de energía las ruedas de sus bicis, el compartir una experiencia que no querían que quedara solo en el seno de su propia familia ha hecho las veces de brújula.
“Hemos conocido escuelas en las que existe una participación real de los chicos y chicas. Escuelas democráticas en las que todo se decide de modo asambleario, en las que los votos de los adultos valen lo mismo que los de los niños y niñas”, relata Diana. La ilusión invade su discurso. “Necesitamos una escuela activa en la que los alumnos tengan el máximo grado de autonomía para que puedan tomar sus propias decisiones. Si menospreciamos y subestimamos las capacidades de los más pequeños –opina–, estamos creando el caldo de cultivo para que se conviertan en personas pasivas y egoístas”. Y remata: “Cuando les das la posibilidad de expresar, florecen. Es mágico”.
El contacto con la naturaleza es otro de los imprescindibles para la futura escuela de su hija. “Falta mucho en los espacios educativos y consideramos que es especialmente importante en el caso de los más pequeños, cuyo aprendizaje está muy basado en el cuerpo, en sus experiencias sensoriales”, argumenta. De ahí también la idea de viajar en bicicleta como forma de reivindicar un medio de transporte sostenible que, dice Diana, “permite integrarse en el paisaje, interactuar con lo que vemos”. “Es un poco un reflejo de la educación que buscamos para Jara”.
Pero en España las coordenadas que han guiado su aventura están enterradas. Sobre ellas, se instala inamovible el peso de la escuela tradicional, de los roles maestro-alumno y, en última instancia, de una normativa legal que deja poco margen a otras pedagogías.“La inercia del sistema es muy grande: esa idea de que la escuela es la que toque, la que esté cerca de casa, a la que han ido los padres... Parece que solo una minoría se plantea que hay algo más allá de esto. Y esos pocos tenemos a veces una sensación de incomprensión y de frustración agotadora ante una realidad que no responde a nuestras expectativas”, apunta Diana.
Para romper con eso, la pareja comienza el próximo martes un tour que les llevará a conocer en los próximos cuatro meses los proyectos alternativos que se cuecen en España. El segundo round se iniciará en Almería y la primera parada será la escuela infantil Escuelita de Ítaca, una apuesta innovadora que se estrena este curso. “Queremos dar un empujón a los maestros y las familias valientes que se atreven a discutir lo establecido y actuar. También nos cuestionamos que, si bien es cierto que en nuestro país hay otros modelos, se trata casi siempre de iniciativas privadas que solo pueden permitirse unos pocos”, reflexionan.
Aunque conscientes de que el sistema educativo no está de su parte, la curiosidad inagotable, la vitalidad a prueba de bombas y el afán incansable por comprender el mundo que ven cada día en los ojos de su hija, están hoy también en los suyos propios. “Y ese –asume la pareja– es un tesoro que no podemos dilapidar por nada del mundo”.