La factura del ahorro en escuelas infantiles públicas: aulas vacías, sin juguetes y sin tronas
Sin juguetes, sin materiales y hasta sin tronas. Así han empezado el curso los niños y niñas de la Escuela Infantil El Lirón, en el distrito de Moratalaz (Madrid). El centro, hasta agosto gestionado por una cooperativa de educadoras, pasó en verano a manos de Arci Nature –una empresa de servicios– tras obtener la concesión del Ayuntamiento de Madrid, que sacó a concurso ocho escuelas infantiles de la capital. No ganó en proyecto educativo, pero ofrecía el servicio por un presupuesto más bajo.
“Es intolerable que abran una escuela sin tenerla preparada. Me da la sensación de que estoy llevando a mi hija a un edificio para que la guarden”, denuncia Marta Borja, presidenta del AMPA de la escuela. Su hija está en uno de los grupos de 2-3 y, asegura, en su clase no hay más que “cuatro muñecos y unos pocos juguetes de plástico”. Las aulas, antes coloridas y estimulantes para los más pequeños, están ahora desangeladas, vacías. Solo queda el mobiliario más básico: sillas, mesas y armarios. Ni siquiera, afirman las familias, hay tronas para los bebés, lo que ha ocasionado ya algún susto. “Hace pocos días un bebé de nueve meses se cayó de una silla mientras comía. No podemos entender que haya arrancado el curso sin algo tan básico para los pequeños como unas tronas para comer”, explica Borja.
eldiario.es ha intentado sin éxito ponerse en contacto con el Ayuntamiento de Madrid para saber si tiene conocimiento de esta situación y, en consecuencia, pretende destinar alguna partida a cubrir las carencias que denuncian las familias. Algunas de ellas han decidido desmatricular a sus hijos. Otras no pueden hacerlo, entre otras cosas por pura necesidad: empezado el curso, ¿a dónde pueden llevar a sus niños? Marta, de momento, espera para tomar una decisión la primera reunión con el nuevo equipo directivo, que tendrá lugar este viernes, y la presentación del proyecto educativo, prevista para principios de octubre. Aunque lo más probable es que aguante: “No quiero dejar ir lo que hemos creado como comunidad familias y educadoras. No quiero que huyamos todos, que se salgan con la suya”.
Carlos y Miriam no pueden esperar más. Su hijo, de dos años, no ha pisado este año la Escuela Infantil Las Nubes (distrito Retiro) a pesar de que fue matriculado antes de verano. La cooperativa de educadoras que dirigía allí el proyecto educativo desde 2004 ha sido sustituida por una empresa, Gestión de Escuelas Infantiles S.L, que ofrecía una importante reducción de presupuestoofrecía una importante reducción de presupuesto. Como establecen los contratos, el 15 de agosto, el centro cambió de manos, de modo que el nuevo equipo ha tenido poco más de dos semanas para acondicionarlo. El material que la cooperativa dejó en el edificio fue el que les dictó el Ayuntamiento en el inventario de licitación. El resto debe ser aportado por los nuevos gestores.
“No nos apetecía que empezara a ir la escuela para luego sacarle de un lugar que antes era una referencia para nosotros y hoy no es más que un edificio”, explica Carlos. Esta familia, muy movilizada desde que se conoció la salida a concurso de Las Nubes, ha decidido unirse a otras 12 para crear una cooperativa alternativa junto al equipo que gestionaba hasta agosto la escuela de sus hijos.
“Las educadoras han recogido nuestra llamada de socorro y ahora nos estamos moviendo. Ya tenemos un espacio, pero el esfuerzo está siendo tremendo, tanto económico como de tiempo”, confiesa. Tras darle varias vueltas, Carlos y su pareja decidieron que la alternativa –dejar al niño en la escuela– no era viable. “No porque vaya a estar mal atendido, ni mucho menos, sino porque el proyecto no lo compartimos. No queremos que nuestro hijo esté en una escuela que se mueve por el beneficio y que ha perdido toda la concepción de servicio público”, puntualiza.
Laura, una madre que prefiere no dar su nombre real, solo llevó a su hija a la escuela unas horas el primer día. Fue suficiente para convencerse de que ese centro educativo no era el que ella había conocido. “Con el equipo anterior cada rincón estaba cargado de materiales adaptados a cada edad y Las Nubes se reinventaba cada semana. Hasta los pasillos estaban preparados para el juego”, recuerda.
La clase que conoció el 4 de septiembre, cuando comenzó para los más pequeños el nuevo curso escolar, disponía de no más que varios coches de plástico, una cocina de juguete, una caja de pinturas y unos cuentos en lo alto de una estantería, inaccesibles para los niños. “Jugaron un minuto con cada cosa y ya está. Se quedaron mirándose como diciendo: ¿y ahora qué hacemos?”, indica. El nuevo equipo, aunque no le cabe la menor duda de que cumplirá con un correcto servicio de atención, no se conoce entre sí y es más reducido que hace un año. Hasta este curso, por cada dos aulas había tres educadores. Ahora hay uno por unidad más tres apoyos en total. “Con menos personal es mucho más complicado hacer cualquier actividad y eso repercute en la calidad del proyecto educativo”, argumenta.
En la Escuela Infantil El Duende, ubicada en el distrito Centro, solo hay un tutor por clase. El curso pasado el personal era el doble, pero el cambio de manos a la empresa Grupo Cinco ha reducido el equipo al mínimo que marca el decreto del año 2008: 1 educador por aula y un apoyo a repartir entre todas las unidades. El hijo de Cristina (nombre ficticio), de un año, se ha encontrado en la vuelta al cole con una escuela desmantelada. “Entras y no tiene apariencia de centro educativo. Dejas a los pequeños ahí y te da muchísima pena. Sobre todo ver el cambio tan brutal con respecto a años anteriores”, admite esta madre.
Tiene cuatro hijos que han pasado por El Duende porque, asegura, “era lo mejor que podíamos tener”. Ahora reconoce tener esa sensación de que no conoce nada, de ir a ciegas. Lo único que le aferra a mantener el tipo es que su bebé tiene la misma tutora que el año pasado (algo poco habitual que no ha ocurrido en ninguna de las otras dos escuelas). “Han mantenido a dos educadoras. Y eso –dice– al menos me tranquiliza”.
Y mientras el personal se reduce y los materiales escasean, las familias asumen cada año un porcentaje mayor de lo que le cuesta al Ayuntamiento gestionar las escuelas de forma indirecta. En el curso 2012-2013, las subidas en las cuotas mensuales alcanzaron hasta el 125%, lo que ha revertido la lógica de financiación de este modelo. Cuando arrancó en 2004, las familias aportaban un 33% del coste total del servicio por año. Cinco años después, ese porcentaje trepó hasta un 60%. Este curso, según datos de los pliegos de condiciones que regulan la gestión desde 2014 a 2019, las arcas regionales solo aportan un menos de un 30% del presupuesto necesario para el mantenimiento de esta red de centros educativos 0-3.