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La justicia ha dictado 372.000 condenas a hombres por violencia machista en los últimos doce años

Protesta contra la violencia machista.

Ana Requena Aguilar / Pau Rodríguez

Desde 2012, la justicia española ha dictado 372.00 condenas contra hombres por violencia machista. El dato corresponde a sentencias dictadas en diferentes juzgados (de lo penal, pero también en juzgados especializados y audiencias provinciales) por violencia de género en todas sus intensidades. Esa cifra, sin embargo, no refleja toda la envergadura de la violencia de género. ¿Cuántos hombres ejercen algún tipo de violencia hacia sus parejas o exparejas? Según las últimas macroencuestas hechas en España, unas 600.000 mujeres sufren maltrato cada año por parte de sus parejas hombres. “Eso significa que podemos decir que al menos ese mismo número de hombres maltratan sistemáticamente a sus parejas cada año”, apunta el exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente.

De año en año, muchos de esos 600.000, dice, son los mismos. Otros, se añaden nuevos a la cifra. Es el caso de los chicos jóvenes porque, explica Lorente, los datos muestran cómo aumentan los casos de agresores entre los 15 y los 18 años. “Es el problema de tener una cultura machista, que enseña a los jóvenes que la violencia de género es una forma válida de responder y de resolver los conflictos”, dice.

Álvaro Botías es inspector de la Policía Nacional, especialista en la unidad de Familia y Mujer y autor de “La lucha contra la violencia de género: vivencias de un policía”. “Nos falta enfoque en los hombres a todos los operadores. Ahora las campañas de concienciación ya se empiezan a dirigir a los hombres, es algo muy relevante”, reconoce. La responsabilidad, prosigue, sigue recayendo en las mujeres, “y lo que hay que hacer es trabajar sobre los hombres”. “La violencia de género es un problema de los hombres que afecta a las mujeres”, menciona Botías, citando a Octavio Salazar, constitucionalista y unos de los hombres que de forma más activa y pública está dirigiendo su actividad a la crítica de la masculinidad.

“Por muchos consejos que les demos a las mujeres, si no cambiamos a los hombres, ellas siguen siendo potenciales víctimas”, explica Botías. En su trabajo diario constata que los maltratadores son todo tipo de hombres, de todo tipo de estratos sociales, económicos y educativos. ¿Sienten los hombres, en general, la violencia como un problema propio? “Creo que estamos avanzando en conciencia. El otro día, por primera vez, di una charla en la que había más hombres que mujeres. Creo que hay más condena social y que más hombres se están dando cuenta de cosas, pero depende del grado de violencia, los micromachismos siguen muy aceptados”.

El propio Botías reconoce su proceso: “Yo he sido machista. Ha sido un proceso de deconstrucción. Ahora sigo siéndole y cayendo en cosas, pero trato de corregirlo. En general, a los hombres nos cuesta reconocer que somos machistas”.

Eso mismo piensa la directora de cine Isabel de Ocampo, autora de 'Serás Hombre', un documental que gira precisamente sobre el machismo y la masculinidad: “Los hombres no quieren reconocer su machismo. Cuando se les señala, muchos reaccionan virulentamente”. El documental toma como nombre un verso de Rudyard Kiplig en el que se dirige a su hijo. “En el siglo XXI los hombres siguen recibiendo mandatos culturales que les meten en el cajón del machismo. Si se salen, reciben sanción social. Lo que más teme un hombre es la reacción de otro hombre”, subraya. Ante esa certeza, romper las complicidades masculinas, comenta, resulta un paso clave.

Las reacciones a su documental (que se estrena en 2019 pero que ya ha sido mostrado en varios festivales) sirven para conocer hasta qué punto escuece a muchos hombres reconocer los propios comportamientos e ideas. “Es típico que me digan que no todos los hombres son así, o que ellos sufren violencia. Aún así, en general los hombres que ven el documental se van a casa pensativos. Algunos me escriben para decirme que les ha removido mucho”, cuenta la cineasta.

“No la pegaba... ¿Y soy un maltratador?”

Manel Martínez es un maltratador. Lo reconoce él mismo, después de varias sesiones de terapia en las que ha identificado su conducta con su actual pareja y las anteriores como violencia machista. “No le gritaba, no le pegaba, no rompía nada… ¿Y soy un maltratador? Pues me he dado cuenta de que sí”, reconoce este mecánico de profesión, sometido al programa de rehabilitación del Servicio de Atención a Hombres (SAH) del Ayuntamiento de Barcelona desde el pasado mes de marzo.

Su forma de maltrato consistía en agobiar a su mujer, corregirla en todo lo que hacía, no tener en cuenta su opinión y, a menudo, quedarse en silencio durante tiempo. “Es una forma de ningunear al otro”, expone. Se lo dijo su pareja, después de hablarlo con su psicóloga. Él no dudó entonces en acudir al SAH... para que le confirmaran que no. “Pero me di cuenta de que sí, que lo que yo pensaba que era un pronto era violencia”, relata.

El exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente defiende que los hombres que ejercen violencia son conscientes de que lo hacen. “Muchos hombres que están en la cárcel con sentencia siguen negándolo. Pero no niegan la violencia, sino el significado de la violencia. El problema está en la falta de significado que se le da”.

Manel es uno de los 250 hombres que en 2018 han pasado por este servicio municipal que ofrece asistencia psicológica para que los agresores modifiquen su conducta. Barcelona y otras ciudades, como Palma, han sido pioneras a la hora de implantar programas de este tipo, al margen de los cursos de reducción de condena previstos por el sistema penal. “El programa es voluntario, aquí no hay más beneficios que el que aporta la propia terapia”, explica Esteve Segura, coordinador del SAH.

Para acceder al programa hay requisitos. Entre otros, los psicólogos contactan con la mujer del usuario para que esté al corriente del proceso y para contrastar la información. También hacen una evaluación de los riesgos. “Si vemos que el riesgo es alto, contactamos con la Oficina de los Mossos o con la Fiscalía”, detalla Segura. Pero añade que no suele ser el caso, porque el hecho de acudir de forma voluntaria a un programa de este tipo suele ser un primer paso hacia el reconocimiento.

Según los datos del Programa de Atención a Personas Agresoras en el Ámbito de la Pareja del Ayuntamiento de Palma, el 88% de los hombres que asisten a sus terapias han ejercido violencia psíquica y emocional; el 70%, física (que puede ir desde retorcer el brazo a una paliza); el 9%, sexual, y el 3%, económica. Se da el caso además de que el 58% de los usuarios siguen conviviendo con su mujer, a la que también se ofrece atención psicológica, pero al margen del hombre.

En ambos programas, en Barcelona y Palma, suelen finalizar el proceso alrededor del 60% de los usuarios, lo que no se considera una cifra nada desdeñable dado su carácter voluntario y la duración, que tras varios meses de sesiones grupales incluye un seguimiento de más de un año. “Mucha gente se echa atrás porque el programa es exigente y debe serlo, puesto que si queremos prevenir futuras agresiones hay que hacer un trabajo serio de deconstrucción de un sistema de valores que da la primacía al hombre hacia uno que premia la negociación y la empatía”, razona Antoni Colom, responsable de Igualdad de Palma.

“Aquí no hay una pastillita con la que puedas decir que ya controlas, tienes que trabajar técnicas para encajar aquello que te molesta y cambiar la actitud hacia tu entorno”, suscribe Manuel. A día de hoy, pese a identificarse como maltratador, sigue viéndose lejos de aquellos violadores o hombres que han matado a su mujer, aunque reflexiona: “Los maltratadores físicos van subiendo escalones y, si nadie les para, llegan a lo que llegan. No es mi caso, pero podría haber sido… No lo sé”.

Sobre el éxito del programa, los psicólogos hacen seguimiento de los casos una vez han acabado la terapia, para saber si reinciden en comportamientos machistas o violentos. Según datos de Palma, entre el 75% y el 85% de los que finalizan el proceso muestran resultados favorables en regulación de emociones, reconocimiento de responsabilidad en la violencia, modificaciones del concepto de masculinidad o mejoras en habilidades comunicativas.

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