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Lo que los huesos esconden y han contado a la antropóloga forense Sue Black
Madrid, 22 oct (EFE).- Tan solo un hueso de un cadáver ha llevado a Sue Black -antropóloga forense, profesora, anatomista y académica británica- a identificar a víctimas de delitos o catástrofes, así como a colaborar en enjuiciamientos durante su trayectoria profesional. Y lo ha logrado porque “las experiencias vitales quedan grabadas en el esqueleto”.
La presidenta del Real Instituto de Antropología de Gran Bretaña e Irlanda publica el próximo 24 de octubre en España su último libro “Escrito en los huesos. Los recuerdos que custodia nuestro esqueleto” (Capitán Swing), centrado principalmente en casos escoceses en los que ha trabajado.
Un manual en el que la también presidenta de St John's College (Oxford) -1961, Iverness (Reino Unido)-, dedica cada capítulo a una parte del esqueleto para explicar que incluso el hueso más pequeño puede ser una gran pista para identificar un cadáver, según ha explicado en una entrevista con EFE.
PREGUNTA.- ¿Qué le ha llevado a escribir este libro?
RESPUESTA.- Me pareció muy útil combinar la información que nos dan los diferentes huesos con los casos que he investigado.
También quería animar a los lectores a ver nuestro cuerpo de una manera distinta. Según vamos madurando, muchas de las experiencias vividas se empiezan a escribir en los huesos y mi trabajo como antropóloga forense es tratar e descubrir esas historias, extraerlas de los huesos y determinar cual era el nombre de esa persona cuando estaba viva.
P.- ¿Qué diferencia el trabajo de un antrólopogo forense del de otro tipo de profesional de esta especialidad?
R.- El médico forense determina la causa o la manera de la muerte, mientras que el antropólogo forense se centra, principalmente, en la identidad de la persona.
P.- ¿Por qué eligió esta profesión?
R.- No sé si la elegí yo o me eligió a mí. De pequeña era la sombra de mi padre, un amante de la caza, al que adoraba. Como a mi madre no le gustaba limpiar los animales, yo me sentaba con él en el patio para despellejar conejos.
A los 5 años ya no tenía ningún miedo por los animales muertos y de adolescente empecé a trabajar en una charcutería.
Cuando llegué a la universidad estaba un poco perdida, pero tuve la oportunidad de ir al departamento de anatomía y me sentí muy bien. Empecé a pensar en cómo trasladar la anatomía a algo que pudiera ser usado en el mundo moderno. Me involucré en un caso que me transportó de la sala de disección universitaria a la morgue y me encontré muy cómoda en ese ambiente.
P.- Es obvio que usted trabaja con los huesos disponibles, pero ¿hay algunos que aportan más información que otros?
R.- Hay algunos huesos que solo sirven para determinar que estamos ante un hueso humano, lo que también es muy importante. Cada parte del cuerpo te cuenta una historia diferente, depende del interés que tengas.
Pero el hueso más útil y mi favorito es la clavicula. ¡Es fantástico! Es el primero que se forma en el feto, a las 5 o 6 semanas de gestación, y el último que deja de crecer en la adolescencia.
Nos cuenta los principales datos que ha de precisar un forense: si eres hombre o mujer, la edad y nos permite calcular la altura. Cuanto más largo es, más posibilidades tienes de ser una persona más alta.
También me gusta porque es un hueso muy resistente y suele sobrevivir cuando recuperamos cuerpos de explosiones o incendios.
P.- ¿Los huesos también permiten saber si la persona tomaba drogas?
R.- Cada uno de nosotros se forma de lo que comemos. Todo lo que ingieras, algo que te inyectes o los medicamentos se pueden detectar, particularmente en las uñas de la manos, pero también en los huesos.
En los casos de drogadicción lo que buscamos en los huesos es si esa droga ha tenido un efecto crónico. La metanfetamina produce cambios en los dientes, mientras que los esnifan cocaína tienen daños en la nariz.
P.- Ha trabajado en la guerra de Kósovo, en Irak, en el tsunami, ha estado muy cerca de conocidos asesinos, como Jack el Destripador. ¿Hay algún caso que le haya dejado especial huella?
R.- No hay dos casos iguales, pero siempre hay un par de ellos en los que piensas que eres la persona apropiada, en el lugar adecuado y en el momento correcto, porque puede que otros no lo hubieran logrado. Y para mí fue en Kósovo.
Una familia huía de su aldea. El padre conducía un tractor con un remolque enganchado en el que viajaba su mujer, su hermana y sus ocho hijos, que fue alcanzado por una granada que los mató a todos, mientras que el hombre recibió un disparo en una pierna que le dejó malherido. Pese a ello, logró bajarse del vehículo y se escondió hasta que se hizo de noche.
Sabía que no podía dejar a su familia en el tractor porque los cuerpos serían comidos por perros y otro tipos de animales y decidió enterralos.
Casi dos años después, la ONU pidió permiso al hombre para abrir el enterramiento al considerar que era una prueba de genocidio contra la población civil. Accedió a ello, pero expresó su deseo de cada uno de sus familiares tuviera su propia tumba.
Al excavar, solo encontramos restos suficientes para llenar una bolsa y media de restos humanos, y eran una decena de personas.
En ese momento estaba escribiendo un libro de texto sobre cómo identificar los niños. Teníamos ocho y sabíamos que teníamos que ser muy precisos para que pudiera ser una prueba utilizada contra el expresidente serbio Slobodan Milosevic.
En algunos casos solo teníamos uno o dos huesos, y el problema llegó con lo gemelos de 14 años. El ADN no nos iba a ayudar, el saber la edad tampoco. De uno de los cuerpos solo teníamos la parte superior y en el otro había restos de una camiseta de Mickey Mouse.
Le pedimos a la Policía que preguntara al padre si alguno de sus hijos podía llevar una camiseta de Mickey Mouse, sin decir que podía ser uno de los gemelos. Y el padre nombró, sin dudarlo, a uno de ellos.
Eso nos permitió hacer la separación final de los gemelos y tener una bolsa de restos para cada persona, y a un hombre muy agradecido que logró dar la sepultura que quería a su familia.
P.- Insiste en que trata de mantener las historias que cuentan los cuerpos muertos de su propia vida. Pero, ¿en alguna ocasión ha perdido el sueño?
R.- No, no lo pierdo. Empecé con los casos bajo el ala de un veterano policía, que me insistió en que iba a hacer unos trabajos horribles que nadie quiere hacer, pero que tienen que ser hechos. Me avisó de que eso me convertiría en alguien que se come los pecados del resto del mundo, para que otros no tengan que probarlos.
Pero me hizo ver que yo no era la causante de esos males, ni los podía evitar, y que mi única responsabilidad era encontrar, analizar y presentar la evidencia. Y eso es lo que hago porque, si nos implicamos emocionalmente en el caso, no somos científicos imparciales y lo tenemos que ser.
P.- Narra un abuso que sufrió de una niña, así como el maltrato infantil que revelan algunos cuerpos. En este sentido, cuenta que las muertes infantiles dan un impulso renovado a su compromiso y la motivan para trabajar en pos de la verdad y de la justicia.
R.- Justicia para nosotros es ser muy cuidadosos con nuestras conclusiones, particularmente en los casos referidos a abuso sexual, y que las evidencias que recogemos sean de la persona procesada.
Pero también en el caso de que haya sido acusado incorrectamente, podemos ayudar a exonerarle.
P.- ¿Qué quiere hacer con sus restos mortales?
R.- Para mí, morirme es una experiencia que solo sucede una vez en la vida y quiero saber cómo es. Quiero donar mi cuerpo a mi departamento de anatomía para que los estudien y diseccionen. Pero quiero ir más allá. Pretendo que guarden mis huesos para enseñar. ¡Así puedo seguir enseñando para el resto de mi muerte!
Y a mis hijas les parece fantástico ir a visitarme en el departamento de anatomía. Me encanta la idea de que hayan llegado a un acercamiento tan saludable a la muerte. Tus restos solo son tus restos y la persona que amabas se ha ido, porque el cuerpo solo es el vehículo para moverte en la tierra.
Olivia Alonso
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