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Llevar agua en barcos a Barcelona o Málaga demuestra el tiempo que hemos perdido en la lucha contra la sequía

Vista del pantano de Sau (Barcelona) el 22 enero de 2024.

Raúl Rejón

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Pensar en llevar algo de agua a Barcelona, Málaga o Cádiz a base de barcos ilustra la grave escasez que viven Catalunya y Andalucía, pero es, sobre todo, un síntoma de algo más estructural y profundo: la sobreexplotación del agua usada como recurso ilimitado.

Ante la creciente falta de recursos para satisfacer la gran demanda de agua, la Generalitat planea la posibilidad del abastecimiento mediante barcos a partir de marzo si no hay precipitaciones. Y la Junta de Andalucía contempla “el uso de barcos para transportar [en cada uno] entre 40.000 y 100.000 m3 de agua hasta puertos andaluces”. La ciudad de Málaga consumió en 2020 unos 66.700 m3 diarios, según su empresa municipal de aguas.

“Los buques son la parte más espectacular y visible –cuenta Annelies Broekman, investigadora sobre agua y cambio global en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf)– pero es la sobreexplotación durante épocas de normalidad la que nos lleva al absurdo de los barcos”. La profesora de Economía Ecológica de la Universidad de Leeds, Julia Martín-Ortega, recalca que “es como achicar agua en el Titanic con una tacita de oro, es decir, muy cara”. La científica del Creaf apuntala que “los barcos son un último recurso, pero no una solución, porque es poco eficaz y tiene un coste abrumador”.

Los cálculos de la Generalitat son que el coste de cada metro cúbico de agua que llegue a Barcelona con este método se vaya a una horquilla de entre cuatro y diez euros por metro cúbico. El precio más habitual ahora en Catalunya es de dos euros. En 2022, la ciudad de Barcelona consumió 91,5 hm3 (son 91 millones de metros cúbicos), según el Ayuntamiento. Y el doble para toda el Área Metropolitana (AMB) que incluye otros 35 municipios y suma 3,6 millones de personas. Este sistema de abastecimiento haría que el agua costara entre dos y diez millones de euros al día para la AMB, según los cálculos por m3 del Govern. Se estima que cada barco puede desembarcar alrededor del 8% del consumo diario de toda esa área.

Los buques son la parte más espectacular y visible, pero es la sobreexplotación durante épocas de normalidad la que nos lleva al absurdo de los barcos

Annelies Broekman Investigadora sobre agua y cambio global en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales

El agua para Barcelona podría llegar del Ebro –desde Tarragona– o desde Marsella (Francia). El conseller de Acció Climática catalán, David Mascort, declaró a elDiario.es que “si Catalunya necesita traer agua en barcos y alguien tiene de sobra, me extrañaría que diga que no”. La Región de Murcia ha declarado que estudiaría enviar agua de la planta desaladora de Escombreras a Cartagena y, desde allí, en barco a Andalucía. La Junta andaluza también ha sugerido que el recurso podría fletarse desde Portugal.

El cambio climático

La falta de lluvias en Catalunya y Andalucía evidencia los efectos (ya muy avisados) de la crisis climática en España: sequías más intensas, prolongadas y frecuentes. A eso se le añade la paradoja de que España se ha convertido en la segunda potencia agrícola de Europa a base de incrementar los campos de regadío. Dicho de otra manera: utilizar intensivamente un agua cada vez más escasa.

“El hecho de encontrarnos en esta situación, en esta necesidad, demuestra en qué nos hemos estado equivocando y más con el contexto de cambio climático”, analiza Julia Martín-Ortega. “Claro que hay que hacer algo si estas poblaciones van a quedarse sin agua, pero eso no puede ocultar algo que hay que afrontar: la oferta de agua nunca va a mejorar ya. No va aumentar, sino que va a haber cada vez menos”.

Las reservas de agua en la cuencas interiores catalanas están en la última semana de enero de 2024 en el 16,2% de su capacidad. Un paso más hacia la declaración del estado de emergencia en el Área Metropolitana de Barcelona –que llegaría al caer por debajo del 16%– y que conlleva la reducción del consumo urbano e industrial y la supresión del riego agrícola.

El puente marítimo de cisternas no es una acción totalmente nueva. La última vez que la Generalitat se vio en la tesitura de fletar un transporte de agua por barco para Barcelona fue en 2008. Entonces, los embalses estuvieron al 21%. Se completaron 21 viajes, desde Marsella y Tarragona, durante algo menos de un mes que inyectaron en total medio hectómetro cúbico. “Puede observarse que el transporte de agua por buque es una medida muy poco rentable, con un enorme coste por metro cúbico de 32 euros”, concluyó este análisis de Marín-Ortega.

Claro que hay que hacer algo si estas poblaciones van a quedarse sin agua, pero eso no puede ocultar algo que hay que afrontar: la oferta de agua nunca va a mejorar ya. No va aumentar, sino que va a haber menos

Julia Martín-Ortega Profesora de Economía de la Ecología en la Universidad de Leeds

La falta de lluvias actual es más severa que la de hace 15 años, reforzando la idea de cómo impacta el cambio climático. “En 2008 había reservas para dos años, pero ahora llevamos tres sin precipitaciones”, recuerda el profesor emérito de Ecología de la Universidad de Barcelona, Narcís Prats. “Si no ha habido cortes hasta ahora es por la puesta en marcha de la desalinizadora y el uso de agua regenerada, pero, después de que llegaran las lluvias, entre 2009 y 2017, no se acometieron las acciones que había que hacer para prepararse para la siguiente gran sequía”, explica.  

Prats considera que “la planificación a partir de 2009 estaba bien. La demanda ha descendido, pero el Govern de entonces decidió que el dinero del canon del agua no se utilizara para eso (que nos habría dado un año extra para aguantar sin lluvia) y ahora estamos así. Los barcos no van a solventar la situación. Te va van a dar un poquito de agua. Un último último recurso”.

Sus cálculos son que “la desaladora y la regeneración aportan el 50% y hay que buscar el resto entre reducir el consumo, regenerar algún acuífero [el 40% de las masas subterráneas catalanas están contaminadas] y traer barcos”.

Si no ha habido cortes hasta ahora es por la puesta en marcha de la desalinizadora y el uso de agua regenerada, pero, entre 2009 y 2017, no se acometieron las acciones que había que hacer para prepararse para la siguiente gran sequía

Narcis Prats Profesor emérito de Ecología de la Universidad de Barcelona

Una “brecha hídrica” de 200 millones de metros cúbicos

La sequía en Andalucía es algo menos intensa que en 2004-2005, pero más larga. “A pesar de que se han hecho cosas, la comunidad autónoma tiene un problema serio de sobreexplotación de recursos”, apunta la experta de la Fundación Nueva Cultura del Agua, Nuria Hernández Mora. “Brecha hídrica, lo llama el Plan Hidrológico del Guadalquivir”.

Esa “brecha” está cuantificada oficialmente en 218 hectómetros cúbicos anuales, que es menos que en 2015, –“fruto del gran esfuerzo de las administraciones y los usuarios”, dice el plan– pero que para 2027 prevé que crezca hasta los 239 hm3.

Eso son 200 millones de metros cúbicos, traduce Hernández Mora. “Partes de una sobreexplotación en situación de normalidad que, cuando llega la sequía, te ha dejado sin margen”.

Por eso reitera que “tenemos que reducir el consumo en tiempos de normalidad. Rebajar la presión, es decir, las demandas, para que cuando llegan estas situaciones estemos mejor preparados”. Y añade que “la mejor gestión de la sequía se hace aplicando prudencia en momentos de normalidad. Las ciudades han hecho bastante sus deberes, queda pendiente la reconversión agraria”.

El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, dijo el jueves pasado que Córdoba, Málaga y Sevilla tendrían cortes de agua en verano si no hay “30 días de lluvia continuada como mínimo”. El Ejecutivo autonómico pide un trasvase desde Portugal y baraja también el transporte de agua con barcos.

Tenemos a la cuencas hidrográficas de rodillas, agonizantes. Necesitamos restaurar y proteger las cuencas y que eso sea un límite biofísico, no como hasta ahora en el que la idea de agua sin límite era el motor del desarrollo, ilimitado

Annalies Broekman

“La medida solo puede venir como resultado de errores de planificación”, opina el catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla Leandro del Moral. “Y para proyectar una imagen de que se está haciendo todo lo necesario, hasta las últimas posibilidades, para evitar el colapso del sistema”.

El Ministerio de Transición Ecológica ha afirmado que está dispuesto a colaborar en las operaciones de transporte de agua por barco. La vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, decía este lunes que al estar “la disponibilidad de agua en Catalunya y Andalucía por debajo del 17% toca buscar medidas excepcionales, soluciones y aplicar la cautela”.

Annalies Broekman remacha: “Tenemos a la cuencas hidrográficas de rodillas, agonizantes. Necesitamos restaurar y proteger el funcionamiento de las cuencas y que eso sea un límite biofísico, no como hasta ahora en el que la idea de agua sin límite era el motor del desarrollo, como si fuera un recurso ilimitado”. Eso implica que cualquier sector productivo, ya sea el turismo, la industria o la agricultura, esté implicado en cómo gasta agua.

Con la perspectiva que da trabajar en Reino Unido, Martín-Ortega señala que “la medida de los barcos solo cabe si se está a punto de quedar sin nada, pero la sensación es que desde 2009 se va de puntillas alrededor del problema sin abordar lo que ya se sabe que hay que hacer”.

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