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Del objetivo 'cero contagios' a centrarse en evitar muertes: fármacos y vacunas marcan ahora el ritmo de la pandemia

Varias personas pasean por el centro de Barcelona, en una imagen del pasado jueves.

Cristina Armunia Berges / Marta Borraz

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La sexta ola ha dejado por el camino niveles de contagio de récord que han sido amortiguados en los hospitales por las vacunas. Ahora, con la curva ya en descenso, se abre un escenario inédito marcado por múltiples incógnitas. No sabemos cómo evolucionará el virus, pero en la práctica, España se ha adentrado en un cambio de gestión de la pandemia caracterizado por cada vez menos control de la transmisión y por la priorización de los enfermos graves y vulnerables. De hecho, la incidencia acumulada ha llegado a rebasar los 3.000 casos sin apenas restricciones que intentaran frenar la circulación del virus, mientras las autoridades sanitarias han focalizado su discurso en la importancia de la vacunación.

Hay algunas señales que apuntan a esta dirección. Varias comunidades están presionando para reducir a cinco días los aislamientos de los positivos, que ya se acortaron a siete en diciembre. Por su parte, los contactos estrechos ya no hacen cuarentenas, ni siquiera en los colegios si los contagios no superan los cinco; el rastreo se ha reducido a ámbitos considerados de riesgo y se prioriza la realización de pruebas a pacientes vulnerables o con síntomas graves. El autodiagnóstico se ha impuesto en la sexta ola y parece que ha llegado para quedarse. Un paso más han dado países como Italia o algunos estados de EEUU, que ya han anunciado su intención de retirar la mascarilla en interiores.

Al mismo tiempo, la inoculación de terceras dosis se ha generalizado y son varios los fármacos concebidos para evitar que los pacientes de riesgo desarrollen enfermedad grave que están a las puertas de llegar a España. Uno es el Paxlovid, un antiviral de Pfizer que se administrará a pacientes vulnerables todavía cuando sus síntomas son leves. El otro es el Evusheld, de AstraZeneca. La diferencia es que este último es profiláctico, es decir, intentará prevenir la infección en pacientes con inmunodrepresión grave que no hayan respondido a la vacunación.

Focalizar los esfuerzos

Las voces expertas consultadas coinciden en que estamos entrando de lleno en una nueva etapa, que no se sabe cuánto durará o si servirá para modificar el modelo de control de la pandemia de forma definitiva, un debate que lleva un tiempo sobre la mesa. En este contexto, han emergido algunas voces que piden profundizar en este cambio de estrategia y, sobre todo, protocolizarlo a través de medidas concretas.

Es el caso de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), que recientemente ha publicado un posicionamiento bajo el título 'Del cero covid en la población general al cero covid en personas especialmente vulnerables', en el que reclama focalizar “las acciones de prevención, diagnóstico y tratamiento” en estas personas, entre ellas los mayores de 65 años o con patologías previas. “Ahora mismo no se está buscando cortar la transmisión, el virus está extendido y es probable que casi todos vayamos a tener contacto con él. Por eso es importante centrar los esfuerzos en proteger a quienes sabemos que pueden enfermar y morir”, explica María del Mar Tomás, portavoz de la sociedad y microbióloga del Hospital de A Coruña.

La SEIMC ha emitido un posicionamiento en un momento en el que las vacunas han logrado su objetivo y han demostrado conseguir “una protección de grupo” frente a la enfermedad grave y la muerte de la mayoría de personas contagiadas. Basta con observar los datos: la mitad de los contagios registrados en toda la pandemia se han producido en la sexta ola, pero han provocado el 13% de las hospitalizaciones y el 6% de las muertes desde el inicio de la crisis. No quiere decir esto que no haya muertos (la media de la última semana se sitúa en los 108 fallecimientos al día), pero “la situación no es la misma que antes” y por eso “la respuesta debe ser diferente”, cree Tomás.


¿Cómo evoluciona la epidemia y cómo estamos respecto a la 3ª ola?

Evolución de los casos y las muertes notificadas, los hospitalizados y los ingresados en UCI cada día, la variación en los últimos 7 días y la comparación con el pico de la 3ª ola de la pandemia

Fuente: Ministerio de Sanidad


El epidemiólogo Javier del Águila apunta que el cambio de fase tiene más que ver con un cambio de mentalidad por parte de la sociedad, con la percepción actual y con la fatiga pandémica, sugiere. “La sociedad empieza a aceptar que va a haber unos niveles de muerte y morbilidad y que no podemos hacer nada sin pagar un precio muy alto”, sostiene. A esto hay que sumar la alta transmisibilidad de ómicron. “En este contexto es imposible determinar el 100% de los contagios que se están produciendo. No hay sistema que aguante esto y por eso hay que pivotar”, explica en concreto sobre el sistema de vigilancia.

Los vulnerables no viven aparte. Si bajamos la guardia en el control de la transmisión de las poblaciones no vulnerables, puede tener un impacto en vulnerables

“No son dos enfermedades”

Hay voces, sin embargo, que muestran más cautela sobre el cambio de fase. Es el caso de Javier Segura, vicepresidente de la Asociación Madrileña de Salud Pública, que asegura que es complicado separar la protección de los vulnerables y de la población general en términos de contagio. “Los vulnerables no viven aparte. Si bajamos la guardia en el control de la transmisión de las poblaciones no vulnerables, puede tener un impacto en vulnerables. Tenemos que tener muy claro el porqué de cualquier cambio en el replanteamiento de la estrategia”, insiste. “La COVID tiene dos caras. Es como si fuera dos enfermedades diferentes. Una enfermedad leve en las personas jóvenes y una enfermedad grave en las personas mayores o con patología. Pero no son dos enfermedades. Es la misma”.

En este escenario, aún es una incógnita hacia dónde caminarán las nuevas estrategias de vigilancia o el momento en el que se activarán las alarmas, tal y como se ha venido haciendo tras las subidas y bajadas de la incidencia acumulada, sobre todo en las primeras olas. Indicadores como la presión hospitalaria, el número de muertes y la secuenciación de variantes adquieren en este punto una gran relevancia. “Esto es lo que tendremos que empezar a definir. Hay que cambiar las estrategias de vigilancia, centrar los esfuerzos de las pruebas diagnósticas y diagnosticar lo más rápido posible a las personas mayores”, ejemplifica Del Águila.

La SEIMC también ha propuesto varias ideas, entre ellas “diseñar medidas específicas” para los vulnerables, mejorar la información sobre el autocuidado para estas personas, identificar a quienes no han recibido la vacuna “y ofrecérsela sin demora” y protocolizar el uso de los nuevos fármacos, que se encontrarán con el reto de la disponibilidad limitada. “Debemos esperar a ver cómo será la aplicación práctica de estos medicamentos, que van a ser herramientas muy útiles”, señala Tomás.

La sociedad considera innecesario hacer pruebas a leves no vulnerables y reclama que el manejo médico de estas personas “sea el habitual para estas patologías”. Propone también la reorganización de la atención sanitaria en los hospitales hacia un modelo no tanto basado en medidas generales como los cribados o las “áreas no-covid”, que “no son útiles en la situación actual”, sino hacia una estrategia “focalizada a los pacientes vulnerables ingresados” a través de protocolos y medidas de seguridad y protección como las restricciones de visitas, el uso de mascarillas FFP2 o la generalización de habitaciones individuales.

Segura reconoce que cuando no se llega a todo, como profesional o como institución, lo coherente es centrarse “en los que son más vulnerables por cuestión de edad o por cuestión de patología extrema”, pero que eso se ha hecho siempre. También cree que es posible “relajar el blindaje de los centros sanitarios, que ha llegado a veces a extremos que no eran lógicos”, en referencia al veto a todo tipo de visitas a personas mayores con COVID. “Pero no se trata del todo o la nada”, comenta, y sostiene que no se debería hacer “una renuncia tan radical a ciertas medidas de protección con la curva que tenemos” puesto que sigue dejando cifras importantes “de casos graves y muerte”.

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