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El Orgullo refuerza su lado reivindicativo y recuerda su origen combativo contra los restos del franquismo

Asistentes a la primera manifestación del orgullo gay permitida en España, en las Ramblas de Barcelona el 27 de junio de 1977

Rubén Serrano

Aunque ahora en las calles imperen carrozas con marcas, en los escenarios se paseen estrellas internacionales y las grandes ciudades se llenen de visitantes, el Orgullo LGTBI es más que una fiesta. En los últimos meses Ciudadanos propuso declararlo un evento de interés turístico y VOX fantaseó con trasladarlo a la Casa de Campo de Madrid porque “causa atascos”. Recientemente, la formación de extrema derecha amenazó con dejar de “permitir que lo organicen”, mientras que el nuevo Ayuntamiento de la capital ha eliminado a última hora los mensajes reivindicativos de las banderolas.

La historia no se puede borrar ni las luchas se pueden vaciar de contenido. Solo basta con echar un vistazo al pasado reciente para recordar que en las raíces del Orgullo español hubo un alzamiento contra la persecución abierta y legal que existía hacia la diversidad sexual. Ahora se celebra con total libertad y a escala macro, pero la primera manifestación por la liberación sexual en España no estaba autorizada y fue violentamente reprimida por las fuerzas de seguridad de la dictadura franquista.

El primer Orgullo que se celebró en España tuvo lugar en Barcelona hace 42 años. El doctor en Historia Contemporánea Arturo Arnalte recoge en su libro 'Redada de violetas' (Esfera de los libros, 2003) que el 26 de junio de 1977 entre 4.000 y 6.000 personas subieron por Las Ramblas para protestar contra la ley franquista de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Aprobada en 1970, aún seguía aplicándose sobre personas homosexuales y trans, a pesar de haber pasado dos años de la muerte del dictador.

Tacones para subir Las Ramblas

El texto perseguía a cualquier persona que realizara “actos de homosexualidad” para reformarla por medio de terapias de conversión como el electroshock, condenas de prisión e incluso lobotomías, tal y como expone el historiador Ramón Martínez en su libro 'Lo nuestro sí que es mundial' (Egales, 2017). Aunque es difícil cuantificar cuántas personas fueron condenadas, alrededor de mil homosexuales fueron encarcelados en los penales de Badajoz y Huelva entre 1970 y 1979 según las Memorias de la Fiscalía del Tribunal Supremo.

Junto con las constantes redadas, esta situación hizo que tan solo once días después de las primeras elecciones de Transición española, hombres y mujeres homosexuales junto con personas trans (por aquel entonces el concepto que se utilizaba era “travesti”), tomaron la icónica calle de la ciudad catalana. Como muestra el documental 'Nosotros Somxs' (César Vallejo, RTVE), las grandes protagonistas fueron las mujeres trans. “Nos pusimos en primera plana con los tacones. Cuando subíamos por Las Ramblas había siete coches de los grises. Nos mataron a palos y nos dispersamos”, narra Silvia Reyes en la pieza audiovisual. La canaria fue una de las que lideró la marcha; una histórica imagen que quedó inmortalizada en una fotografía de Isabel Steva “Colita”.

Las crónicas de ese día de El País, Interviú y Reporter señalan que el carácter de la manifestación era pacífico hasta que los cuerpos policiales del anterior régimen intervinieron para disolverlas con cargas que incluyeron balas de goma. Se convirtió en una “enorme represión” en la que “los transeúntes iban abucheando a la policía”, reveló Reporter, mientras que Interviú recalcó que “la escena fue de Inquisición, medieval, penosa”. Un año después se celebró la manifestación en Madrid, donde se congregaron hasta 7.000 personas.

Una lucha interseccional

La clave para conseguir que el primer Orgullo español reuniera a tanta gente y pudiera lograr con ello la despenalización de la homosexualidad pasó por convertir “la reivindicación específica de gais y lesbianas” en una “demanda común entre los diferentes movimientos sociales”, subraya Martínez en su ensayo. De ese modo, el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), organizador de la manifestación de Las Ramblas, había mostrado su apoyo y había acudido anteriormente a concentraciones como la del Día del Trabajador, la del 8 de marzo y la de la amnistía.

Un mes antes de aquel primer Orgullo, varios grupos de liberación homosexual enviaron una carta conjunta con 6.000 firmas a Landelino Lavilla, ministro de Justicia, exigiendo la derogación inmediata de la ley de Peligrosidad Social, tal y como recoge Manuel Ángel Soriano en 'La marginación homosexual en la España de la Transición' (Egales, 2005). La carta iba acompañada de un comunicado de prensa en el que pedían a “grupos de Liberación de la Mujer”, a “la clase trabajadora”, “estudiantes” y “otros grupos marginados” que se unieran a su causa.

En palabras de Martínez, “la solidaridad entre reivindicaciones se mantendría en el tiempo” y los grupos homosexuales recogieron firmas en 1979 en apoyo a la Ley del Divorcio y exigieron el derecho al aborto libre. “El movimiento de liberación sexual había comprendido un punto fundamental de su filosofía: era innegable su vinculación con el feminismo”, resalta. Finalmente, en diciembre de 1978 las Cortes españolas votaron una reforma de la Ley de Peligrosidad en la que la homosexualidad quedó despenalizada, gracias a una enmienda del Partido Comunista. La despenalización de la homosexualidad en España entró en vigor en enero de 1979. El activismo lo había logrado.

El espejo de Stonewall

La rebelión por la liberación sexual de Las Ramblas guarda algunas similitudes con la revuelta de Stonewall. Hace 50 años, el 28 de junio de 1969 los clientes de este bar de Nueva York –hombres gais, mujeres lesbianas y personas trans, en su mayoría de clase obrera y entre ellos latinos y afroamericanos- se enfrentaron a la policía que irrumpió en el local parar realizar una de sus redadas. Desde entonces el Orgullo se conmemora este día del año para recordar los hechos de Stonewall, que marcaron el inicio del movimiento LGTBI tal y como lo conocemos actualmente.

Tanto en Las Ramblas como en el club neoyorquino, hubo un levantamiento para poner fin a una represión sistemática. Si en el caso español fueron las mujeres trans las que se pusieron al frente de la marcha, Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson se convirtieron en los rostros visibles de 1969. “Eran pobres, negras, y trabajadoras sexuales”, deja constancia uno de los artículos del libro 'S.T.A.R. Acción Travesti Callejera Revolucionaria' (Imperdibles, 2015) que recuerda que “dentro del movimiento gay blanco, Sylvia y Marsha fueron marginadas por su raza, clase y género”.

Los movimientos de liberación sexual que surgieron en EE.UU tras Stonewall le dieron la espalda a estas dos mujeres trans negras. Así lo recordó Rivera, de ascendencia puertorriqueña, en un discurso de 1971: “La primera piedra la lanzó una hermana travesti. Recordad que las travestis y la gente gay de la calle siempre están en la línea de frente y listas para sacrificar sus vidas por el movimiento”. A modo de paralelismo, la recepción de las mujeres trans en la manifestación de Las Ramblas fue similar tal y como atestigua Fernando Olmeda en su libro 'El látigo y la pluma' (Oberón, 2004) de una crónica de Diez Minutos: “Su presencia y actitud causaba repulsa e indignación entre los presentes”.

Necesidad de volver a politizarlo

A pesar de conseguir la despenalización de la homosexualidad, la violencia contra las personas que no seguían la heterosexualidad y las normas de género seguía produciéndose. Las autoridades se amparaban en el “escándalo público” que se recogía en el artículo 431 del antiguo Código Penal para seguir haciendo “redadas de travestis”, detenciones policiales y condenas entre 1979 y 1981, como evidencian Martínez y Arnalte. Además, llegaron a cometerse varios asesinatos. Entre ellos, un triple crimen a tres hombres “en sus propios domicilios” en 1979, según archiva Olmedo. Uno de los más dolorosos y recordados fue el de Sonia Rescalvo, una mujer trans, asesinada en 1991 en el parque de la Ciudadela de Barcelona por un grupo neonazi.

“A pesar de los avances, o precisamente por ellos, la violencia contra los homosexuales seguía siendo habitual”, apunta Martínez en su libro en una frase que podría referirse perfectamente a la actualidad. En pleno 2019, hay una evidente integración de las personas LGTBI en la sociedad española, que además han ganado visibilidad en los últimos años. Sin embargo, el informe La cara oculta contra la violencia hacia el colectivo LGTBI denuncia que en 2017 se recogieron 629 casos de LGTBIfobia en España y solo en la Comunidad de Madrid durante 2018 se registraron 345 incidentes de odio, mientras que en Catalunya la cifra alcanzó los 113, de los cuales el 62,8 % (77) no se denunciaron.

Como remarcó Arnalte, en el primer Orgullo los manifestantes pedían “amnistía, la derogación de la Ley de Peligrosidad Social, educación sexual en las escuelas, el derecho a mostrar afectividad en público y a vestirse como les viniera en gana”. Pasadas más de cuatro décadas de aquella marcha, el Orgullo recuerda hoy esos valores históricos de lucha para llenar las calles y reclamar por los derechos que aún quedan por conquistar.

En un momento en el que la extrema derecha ha entrado al Congreso con un abierto y claro discurso LGTBIfóbico, se ha descubierto que el Obispado de Alcalá realiza terapias de conversión, las agresiones físicas se siguen sucediendo, las asociaciones siguen pidiendo una Ley LGTBI+ estatal y una reforma o una nueva Ley Trans y todavía sigue reciente el estallido del movimiento #MeQueer (donde en tan solo un día se recogieron 40.000 testimonios de acoso en aulas, palizas y LGTBIfobia familiar e institucional), se ha hecho evidente que no es solo momento de bailar. 

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