La proliferación de los drones ya preocupa a pilotos y controladores
De momento han sido un par de incidentes aislados. Que se sepa. Pero van a más. Un Airbus 320 de Lufthansa se encontró el 21 de mayo tres drones que le molestaban durante la fase de aproximación al aeropuerto de Bilbao (Loiu). Aunque finalmente no tuvo que realizar ninguna maniobra para evitar un posible impacto a 900 metros de altura, el asunto empieza a preocupar a pilotos y controladores.
“Los drones no nos permiten garantizar la seguridad”, sostiene Ricardo Huercio, portavoz del Colegio Oficial de Pilotos de la Aviación Comercial (COPAC). “Ni aparecen en la pantalla ni el sistema anticolisión del avión los puede interceptar. Son una amenaza grande e invisible”, argumenta. “Creemos que puede llegar a afectar a las operaciones de aterrizaje y despegue”, confirma Susana Romero, secretaria de comunicación de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA). “Son maniobras complejas, con mucha carga de trabajo y que aparezca un aparato de la nada no ayuda”, sostiene.
Ambos recuerdan que la normativa prohíbe el uso de estos aparatos en las inmediaciones de los aeropuertos, en un radio que varía entre los 8 y los 15 kilómetros en función básicamente del tamaño del mismo. Tampoco se pueden volar estos aparatos en zonas urbanas ni sobre aglomeraciones de personas (por ejemplo una playa llena, una manifestación o un concierto). Para operar un dron como hobby no es necesario ningún permiso, pero las empresas sí deben hacerlo. Pero la norma no siempre se cumple. Y es una normativa incipiente, realizada hace dos años y que se ha quedado obsoleta ante un sector que evoluciona a una gran velocidad.
35 expedientes
La Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) admite que la normativa es “transitoria” e informa de que ha enviado una nueva a Bruselas para que Europa la apruebe. Pero una portavoz sostiene que no tienen conocimiento del último incidente porque nadie se lo ha notificado. En los 22 meses que lleva vigente la normativa actual, explica esta portavoz, AESA ha realizado 35 expedientes sancionadores por mal uso de drones. “Las principales causas son el sobrevuelo de zonas no permitidas [sin especificar cuáles] y el uso de drones sin ser un operador habilitado en AESA”, afirma.
La cuantía total de las multas asciende a 240.000 euros, de lo que se puede deducir que no han sido graves: la multa máxima contemplada por el mal uso de estos aparatos es de 225.000 euros.
El de Bilbao ha sido el caso más reciente en España, pero no el primero y seguramente no será el último. Romero, portavoz de USCA, confirma que ella misma sufrió un episodio similar en el centro de control de Santiago. EEUU, donde se vendieron 700.000 drones el año pasado, tenía registrados 700 encontronazos (sin impacto) entre estos aparatos y aviones tripulados. En el aeropuerto Charles de Gaulle de París se ha informado de un suceso similar. En Reino Unido, la autoridad competente habla de decenas de incidentes el pasado año y en Heathrow, uno de los aeropuertos de Londres, un avión llegó a impactar con uno de estos aparatos aunque sin consecuencias, según informó el Telegraph.
El problema fundamental que afrontan pilotos y controladores con los drones es que el TCAS, el sistema anticolisión de los aviones respecto a otras aeronaves, no ve a los drones, por lo que no puede avisar al piloto de su situación y rumbo. Los controladores tampoco los detectan, por lo que todo queda a expensas de que entre dentro del campo de visión del piloto. En Bilbao el día estaba despejado y el comandante lo localizó. Otro día podría no ser así.
“El fuselaje aguanta hasta 1,8 kilos”
Las consecuencias de un posible impacto de un dron en un avión dependerían del peso del objeto, pero en el peor de los casos podría llegar a inhabilitar una turbina, según afirman pilotos y controladores. O romper el parabrisas de la cabina o hacer un agujero en el fuselaje. “Hasta 1,8 kilos los fuselajes aguantan, pero un objeto por encima de ese peso lo puede perforar”, sostiene Huercio, portavoz de COPAC. En el caso del incidente de Bilbao, el aparato volaba a 900 metros de altura, por lo que no sería muy pequeño, según los expertos. La Ertzaintza no localizó al dron ni a su piloto).
La dificultad para localizar a los infractores es uno de los problemas que los pilotos exigen que se corrija. En EEUU, cada aparato tiene que registrarse y tiene un número que lo identifica, una especie de matrícula que facilita localizar a su dueño. “No somos EEUU” en cuanto al volumen del sector, reconoce Huercio, “pero empezamos a parecernos”.
Para Romero, el problema es que los drones se han puesto de moda pero la mayoría de los nuevos propietarios desconocen que existe una regulación sobre su uso. “Fue casi el regalo estrella para muchos niños en Reyes, pero en las tiendas o en los propios aparatos no aparece ningún lado cómo se puede utilizar”, explica Romero. “Debería estar alertado por los fabricantes”, propone.
Se desconoce el número de drones que existen en España. AESA informa de que hay poco más de 2.000 pilotos registrados por los operadores (empresas) y que el número de escuelas autorizadas para impartir cursos de pilotos de drones son 68.