La prostitución cambia la calle por los pisos y las plataformas en Internet
Es la imagen más repetida cuando se habla de prostitución, la de mujeres aguardando en aceras, descampados o polígonos. Sin embargo, en España ese ya no es el retrato que más se ajusta a la realidad: estudios y organizaciones señalan que la prostitución ha ido abandonando poco a poco las calles y se ha concentrado en los pisos particulares. Este fenómeno tiene causas: la irrupción de Internet y de los teléfonos móviles, la necesidad de esquivar los controles policiales y las ordenanzas municipales que persiguen la prostitución. Y consecuencias: una prostitución más oculta y dispersa, más riesgos para las mujeres que la ejercen y mucha más dificultad para que las fuerzas y cuerpos de seguridad pero también las ONG lleguen a ellas.
Estas son algunas de las conclusiones de “La prostitución en la Comunidad Valenciana. Una mirada sociológica”, una investigación del sociólogo y profesor de la Univesitat de València Antonio Ariño Villaroya, que indaga en la situación de la prostitución en esa autonomía y también en toda España. El estudio señala que se ha producido “una reducción relevante de la prostitución a pie de calle” así como “el cierre de algunos clubes” y “el desplazamiento a pisos”, un fenómeno muy difícil de detectar y que hace aún más complejo calcular el número de mujeres que se prostituyen.
“Todas estas transformaciones hacen de la prostitución a un tiempo un fenómeno más móvil, más ubicuo, capilarizado y disperso; pero, sobre todo, más invisible y más normalizado. Se reduce su presencia en la calle y en los clubes, pero aumenta extraordinariamente en los pisos. Estos cambios hacen más difícil reunir información rigurosa y actualizada. Uno de nuestros informantes decía: 'Tenemos más información de la droga que de la prostitución'”, dice el texto. El impacto de Internet, la irrupción generalizada de los teléfonos móviles de última generación, y la creación de plataformas digitales especializadas en facilitar contactos han acelerado un cambio de modelo que terminó por consolidarse con la pandemia y el confinamiento.
Para los proxenetas es un súper negocio: no pagan locales y están menos expuestos. Para las mujeres el riesgo se incrementa: exponen su imagen, los servicios ofrecidos apenas tienen restricciones y se desplazan a lugares donde no saben lo que encontrarán
Antonio Ariño explica que los pisos ya existían, pero el fenómeno de las redes y los móviles los ha potenciado: “Ya no es necesario estar en un barrio concreto o en una autopista, todos tenemos un móvil en el bolsillo y en Internet se puede hacer el marketing. Si una mujer tenía que exponerse en la calle para darse a conocer, ahora no es necesario estar a la vista, porque en Internet se puede poner mucha más información, más detallada, y se facilita el contacto. Es un cambio definitivo en lo que ha sido la prostitución”. La pandemia ha producido una “aceleración vertiginosa” del fenómeno.
De club a la plataforma
El sociólogo Lluís Ballester, que ha investigado en profundidad el asunto, confirma el fenómeno, que él describe como “procesos de ocultación y deslocalización”. La transformación, subraya, no solo se debe a los pisos sino a las plataformas web dedicadas a la prostitución. “Los pisos son todavía parcialmente localizables. Los vecinos llegan a identificarlos, aunque no sea inmediatamente. Ahora la deslocalización es más intensa a través de las webs, que distribuyen mujeres”, asegura. No se trata solo de páginas web de anuncios, sino de webs que actúan “como si fueran clubes” y que ofrecen los servicios de mujeres concretas. Las plataformas pueden identificar pisos a los que acudir o bien las mujeres se desplazan a cualquier lugar. En Baleares, la mitad de la oferta de prostitución ya sucede en Internet.
“En el caso de las web, incrementan la rentabilidad del negocio y se aprovechan del cambio tecnológico: distribuyen oferta pero tú no sabes dónde están estas mujeres exactamente, aunque están en tu territorio porque en media hora tienen que estar en el sitio que se les diga, sea un piso, un hotel, un yate, un coche... Para los proxenetas es un súper negocio, no pagan locales, no tienen que asumir el coste de conflictos en la calle o con vecinos, no se les puede localizar, y están menos expuestos ante la policía”, explica Ballester. La Policía y la Guardia Civil no pueden tocar a ninguna puerta porque no hay puertas a las que llamar. Tampoco lo pueden hacer las ONG o las administraciones. El riesgo para las mujeres, asegura, se incrementa: las plataformas exponen su imagen, los servicios ofrecidos apenas tienen restricciones, y las mujeres se desplazan a lugares donde no saben lo que encontrarán.
La ocultación y dispersión conlleva una falta de socialización entre las mujeres y a una invisibilización del sistema prostitucional que hace para nosotras mucho más difícil llegar a ellas y dificulta a las fuerzas de seguridad encontrar el delito
Algunos clubes de carretera ya cuentan con sus propias página webs para, en caso de imprevisto o de cierre, pasar rápidamente la modalidad de negocio de las plataformas. Ballester apunta a Internet y a las nuevas tecnologías, pero también a las políticas de muchas administraciones, que solo han servido para ocultar la prostitución e incluso para criminalizar a muchas mujeres, asegura. Por eso, defiende que una política abolicionista debería pensar “cómo las tecnologías pueden vulnerar la soberanía legislativa de un país”. El sociólogo critica también el fracaso de las denuncias por trata: “Los jueces no les conceden el estatus de víctima, los procesos son muy largos, no hay apoyos, te pueden expulsar, y como los proxenetas lo saben te amenazan con una foto de hijo en el Whatsapp y eso hace que las mujeres estén controladas igualmente. Los pagos se hacen en la web o con transferencia, la mujer ni toca el dinero”.
En Médicos del Mundo trabajan con mujeres en situación de prostitución y constatan la tendencia, incentivada también por la “presión de algunas administraciones” y por la edad temprana a la que empieza a consumirse prostitución. La puntilla fue la pandemia. Celia López, miembro de la organización, destaca la cantidad de páginas web que existen actualmente en las que se acuerdan los intercambios, que también se ofrecen en aplicaciones para ligar. También hay foros de consumidores donde han podido observar el “gran aumento” de este tipo de intercambios.
Está habiendo un nuevo tipo de locales-hoteles, más discretos y con un marketing distinto que, a no ser que se prohíban, tendrán recorrido en la industria del sexo
“Esto supone una clara amenaza: es una invisibilización del sistema prostitucional y de las mujeres que ejercen la prostitución, y eso hace que para nosotras sea mucho más difícil llegar a ellas y que para las fuerzas lo sea encontrar el delito”, dice Celia López. Esta ocultación y dispersión va a conllevar una “falta de socialización entre ellas” pero también, asegura, es un riesgo para las mujeres, más expuestas a violencia en espacios privados y con horarios todavía más exigentes. Médicos del Mundo está explorando nuevas maneras de llegar a estas mujeres, por ejemplo, a través de una app –ELLA– que ofrece todo tipo de información y formación: desde dónde hacerse la tarjeta sanitaria hasta recursos de salud mental, atención sociosanitaria, violencias machistas...
El sociólogo Antonio Ariño añade que hay una gran movilidad de mujeres en los pisos, algo que “las aísla más entre ellas” pero que las expone menos “a determinadas normativas que eran persecutorias”. Mientras que muchos clubes cierran, hay otro tipo de establecimientos que siguen abriendo, “un nuevo tipo de locales-hoteles, más discretos y con un marketing distinto que, a no ser que se prohíban, tendrán recorrido en la industria del sexo”. Lo que está claro es que “quienes todavía tienen la imagen de la prostitución como un fenómeno de exposición en la calle” están equivocados.
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