Madrid, 5 jul (EFE).- María Jesús, un ejemplo de las casi cinco millones de personas que viven solas en España, lleva diecisiete meses sin salir a la calle y a sus 85 años confiesa que “vivir sola es como estar en una cárcel”.
Hace once años que vive sola en su casa de Sevilla y explica en una entrevista con EFE cómo sus dolores y la imposibilidad de subir y bajar escaleras hacen que sea todo un reto salir de casa.
“Siempre he sido muy activa, he hecho gimnasia, talleres, voluntariados... El no poder hacer ahora nada lo noto muchísimo”, explica.
Para ayudarla con tareas rutinarias, María Jesús cuenta con el apoyo de su hijo -que va a verla todos los días y le prepara la comida-, la ONG Médicos del Mundo, que le hace la compra, la llama por teléfono y la acompaña al hospital y, además, con una voluntaria de Cáritas que va a limpiar su casa tres días a la semana.
“El apoyo de mi hijo y de las organizaciones es muy bueno. Además, tengo un nieto y una nieta que también vienen a verme”, señala.
En 2020, un total de 4.849.900 personas han vivido solas en España, de las que un 43,6 % eran mayores de 65 años y de éstas un 70,9 % mujeres, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
LA SOLEDAD MATA
“No hemos terminado de creernos que la soledad mata, pero lo cierto es que lo hace más que el tabaquismo”, subraya el director científico del programa de mayores de la Fundación La Caixa, el gerontólogo José Javier Yanguas.
Existen muchos tipos de soledad provocados por diferentes motivos, pero todos se miden como si fueran el mismo y pudieran solucionarse de la misma manera, advierte este experto.
Yanguas cree que uno de los factores que favorecen la soledad es el empobrecimiento en la calidad de nuestras relaciones sociales y la falta de compromiso con los demás, porque “la soledad tiene que ver también con la ética de las sociedades”.
“Necesitamos no solo hacer, sino ser. La vida activa tiene que estar relacionada con el cuidado de uno mismo y con hidratar no solo nuestra piel, sino también el alma”, apunta.
NADIE SOLO
Desde hace veintiséis años la Fundación Nadiesolo es una de las entidades que luchan en España contra la soledad no deseada a través de programas de voluntarios que asisten personas mayores, enfermos en hospitales, personas con discapacidad, sin hogar y niños en riesgo de exclusión social
La responsable de comunicación, Violeta Jaraquemada, explica el funcionamiento: “Trabajamos persona a persona, dos horas a la semana con cada una. Lo primero que hacemos es buscar un voluntario que encaje con el individuo que necesita esta compañía para que el resultado sea favorable (...) llegan a construirse relaciones de cariño que duran años”.
Para no dejar a estas personas solas durante los meses de confinamiento, la fundación identificaba a través de los trabajadores de las residencias, que se ponían en contacto con ellos, qué personas necesitaban compañía para poder llamarlas por teléfono.
“Hemos podido volver a las residencias hace quince días y, aunque el aislamiento social ha afectado a muchos, tanto los voluntarios como las personas mayores están ilusionadas de volver a verse las caras, jugar al bingo y hablar de sus familiares”.
Aunque la fundación tiene su ámbito de actuación en la Comunidad de Madrid -donde llegan a más de 60.000 personas y cuenta con el tiempo de 1.200 voluntarios- Jaraquemada añade que, si reciben el aviso de una persona que vive en otra comunidad, se lo comunican a organizaciones externas con las que colaboran para que puedan hacerse cargo.
Más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solas en España y de estas 360.000 están en una residencia, pero el 60% no recibe visitas, según la Organización Adopta un Abuelo.
EL MODELO RESIDENCIAL
Tras la experiencia de la pandemia, el sistema de las residencias de mayores vigente en España está en revisión.
En unas jornadas celebradas recientemente para analizar el impacto de la soledad y el aislamiento social en las personas mayores, la presidenta de Médicos del Mundo, Nieves Turienzo, solicitó un cambio en los modelos residenciales para centrarlos en las necesidades de las personas y apostó por dar prioridad a la atención domiciliaria.
“Se debe establecer un sistema de cuidados de larga duración que vele por las necesidades de las personas, integrando los cuidados familiares y profesionales y dando prioridad a la atención domiciliaria”, defendió.
Encaja con el cambio de modelo que defiende la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) y en el que trabaja el Gobierno. Un modelo “flexible y respetuoso que garantice los derechos de la salud sin privar a las personas mayores de sus derechos sociales y humanos”, en palabras del secretario de estado de Derechos Sociales, Ignacio Álvarez.
Alba Iruela