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A Tailandia a por una vagina: mujeres trans viajan para operarse por las esperas en la pública y la calidad de los resultados

A Tailandia a por una vagina: mujeres trans viajan para operarse por las listas de espera de la pública y la calidad de los resultados

Deva Mar Escobedo

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Preinscripción en la web de la clínica, envío de análisis médicos y de un documento psiquiátrico que certifique tu buena salud mental y que vives como mujer. Pagos, visados, documentación, billetes... Más de 12 horas de avión en una ruta en la que no hay vuelos directos para pasar un mes en un país extraño, la mayor parte postrada en cama sola en el postoperatorio. Todo eso merece la pena para las mujeres trans que se hacen la vaginoplastia —un procedimiento quirúrgico para reconstruir o, en este caso, construir una vagina— en Tailandia para esquivar los años de espera en la sanidad pública y conseguir un “mejor resultado” que en la privada.

La del párrafo anterior es la historia de Ava, una mujer trans para la que operarse fue “un punto de inflexión”. Llevaba años posponiendo la cirugía por cuestiones económicas, pero consiguió el dinero y, tras una “desgracia familiar” que le abrió los ojos, decidió no dejar pasar más tiempo y operarse. Tenía entonces 50 años y, tras contactar con amigas que habían pasado por la cirugía, se decidió por el país del sudeste asiático.

La primera opción para Ava y otras que se plantean realizarse la vaginoplastia es la sanidad pública; esta operación está recogida en la cartera de servicios comunes y se realiza por toda España. Ava descartó esta opción al conocer por grupos de personas trans que algunas chicas llevaban hasta seis años aguardando la citación. Este hecho no es desconocido para el Ministerio de Sanidad: hay “bastante” lista de espera “porque son pocos centros” los que hacen esta operación, explican. 

Aun así, ¿por qué Tailandia? “Allí se alcanza la excelencia”, responde Tina Recio, activista que lleva acompañando ocho años a mujeres trans como ella en su proceso de informarse y realizarse la vaginoplastia, y explica que tres de cada cuatro a las que atiende eligen el país asiático. “Para que una vaginoplastia se considere excelente debe asegurar función sexual, fisiológica y estética. Fisiológica lo consigue la mayoría de los cirujanos, pero la estética (que sea reconocible como vagina, con labios menores, clítoris parecido al de una mujer cis…) solo se consigue en Tailandia”, opina Recio.

La activista explica que los precios –vuelo y estancia incluidos– son un poco más baratos que las tarifas de las vaginoplastias que se hacen en España, y, “aunque fuese igual de caro, vas a convivir con el resultado toda tu vida”. Por ello, sostiene que el motivo principal para viajar al país asiático es “la calidad del resultado final”. 

Iván Mañero, cirujano plástico pionero en estas operaciones en España, está en desacuerdo y afirma que el motivo principal es el precio. Empezó a realizar vaginoplastias hace unos 25 años a raíz de dos mujeres que volvieron de Tailandia con problemas urinarios, y carga contra la supuesta “calidad” de los resultados tailandeses: asegura que allí se centran más en la estética y menos en la funcionalidad. “Quienes vuelven con problemas no lo dicen”, asegura, y comenta que suele intervenir a mujeres que vuelven descontentas con la funcionalidad o la estética. Eso sí, reconoce “estar sesgado”, pues solo ve a las que regresan insatisfechas. Aunque defiende que los resultados que se consiguen en España son mejores, acepta Tailandia como una opción más.

Vaginoplastias en España

Cuando Mañero quiso aprender a realizar vaginoplastias, se encontró con que tenía que viajar al extranjero para formarse; era 1998 y estas operaciones no se hacían en España. Además, se enfrentó a trabas cuando trató de ejercer: afirma que los hospitales “se lo prohibían” y sus compañeros le “apartaron del grupo” por ser “el médico de las putas y los maricones”. Profesionales anestesistas no querían dormir a sus pacientes y los vecinos consiguieron que le cerraran la clínica: “Pensarían que se les contagiaría algo”, especula, irónico.

En 2008, Amor Romeira, exconcursante de Gran Hermano, salió en Telecinco hablando de su vaginoplastia. Para entonces, llevaba en funcionamiento nueve años la primera unidad especializada en tratamiento a personas trans en España, situada en Málaga, pero fue la aparición televisada de Romeira lo que “hizo que se normalizara este tipo de pacientes”, asegura Mañero, y que distintos hospitales se empezaran a interesar por formar a sus cirujanos en esta operación. A partir de 2014, varias comunidades autónomas empezaron a aprobar leyes trans, con lo que la cobertura de las vaginoplastias y otras operaciones se empezó a extender por España.

Las necesidades quirúrgicas de las personas trans se entienden como cuestiones estéticas cuando son salud, hay mucha indiferencia por parte de los gobiernos

Mar Cambrollé presidenta de la asociación Plataforma Trans

A pesar de que, sobre el papel, el derecho a acceder a esta cirugía de reafirmación de género exista por todo el territorio, las largas listas de espera de hasta ocho o nueve años suponen una “expulsión de facto” de la salud de las personas trans, denuncia Mar Cambrollé, presidenta de la asociación Plataforma Trans. “Las necesidades quirúrgicas de las personas trans se entienden como cuestiones estéticas cuando son salud, hay mucha indiferencia por parte de los gobiernos”, afirma la activista, para la que es “vital” acortar las listas de espera para “no golpear más las situaciones precarias de muchas familias que deben utilizar sus propios recursos para paliar las carencias de la sanidad pública”.

Uno de los pilares de la calidad en la atención sanitaria es la cercanía, señala Cambrollé, y siempre será más seguro para la salud de la persona operarse en su propio país y no tener que viajar a uno a 10.000 kilómetros. Aparte, la activista pone el foco en “priorizar” las vaginoplastias en la sanidad pública y no convertir el debate en España contra Tailandia: “Ambas opciones tienen sus pros y sus contras. España cuenta con grandes hospitales y profesionales y también con tecnología”. 

En efecto, aunque Tailandia cuente con el hospital que es “referencia mundial”, Mañero afirma que España también lo es: “Más de la mitad son pacientes internacionales”. La clínica de este cirujano atiende a unas 20 pacientes al mes. Los precios para estas operaciones rondan entre los 10.000 y los 30.000 euros. En Tailandia son entre 8.500 y 15.000, más unos 2.000 de gastos adicionales, cuenta Recio.

Según Mañero, el perfil de edad ha cambiado mucho: si entre 2000 y 2015 eran mayoría las pacientes por encima de los 40 años, a partir de entonces han aumentado mucho aquellas entre 18 y 30. No conoce que ninguna de las 3.000 mujeres a las que ha operado se arrepintiera, aunque una de cada diez vuelve “a los seis meses para un retoque estético: labios más grandes o pequeños… cosas muy personales”, cuenta el especialista.

El viaje

Cada septiembre, un grupo de mujeres trans despega del aeropuerto de Barcelona rumbo a Bangkok. Treinta días después volverán sentadas sobre un cojín y mucho más sonrientes que a la ida, aunque no todo habrá terminado: aún tienen el deber de hacer varias dilataciones diarias durante meses como parte de su proceso de recuperación. Son las chicas que viajan acompañadas por el equipo de i-Vaginarium, formado por Tina Recio y una fisioterapeuta del suelo pélvico. “Nos encargamos de hablar con el cirujano, traducir y estar con ellas después del hospital, en los cuidados y las dilataciones”, explica Recio. El acompañamiento es siempre gratuito y lo ofrecen también de forma telemática a mujeres que viajan en otros momentos del año. Nunca han tenido grandes complicaciones, pero todas las chicas contratan un seguro de médico.

Ava viajó sola. Siguió el proceso que le indicó la clínica y que ya le habían detallado las amigas que se habían operado en Tailandia: preinscripción, análisis, visados… Desde el momento en que llegó le recogió un hombre para llevarla al hotel a ella y otras chicas que venían para operarse en el mismo centro. “Desde que te cogen en el aeropuerto no te sueltan”, cuenta la mujer, que describe como “un seguimiento bestial” cómo la llevaban y traían para todo lo que fuera necesario antes de la operación y, tras ella, cómo una enfermera la visitaba diariamente y un cirujano, bisemanalmente. Al mes, la certificaron para volar y pudo volver a España. Este acompañamiento fue uno de los motivos por los que escogió la clínica: “Me dieron muchísima confianza, fui con bastantes garantías”.

También tiene confianza en el proceso Lídice, que se está preparando emocionalmente para viajar el próximo mes: “El cirujano tiene que hacer bien su trabajo y yo, como paciente, tengo que hacer el mío: seguir las instrucciones de recuperación”. Está impaciente, ilusionada, con miedo —“siento todo lo que puedas imaginar”, dice—, pero también tranquila: “Voy acompañada y tengo ganas de pasar ese momento [del postoperatorio] con un grupo de chicas que estén pasando por lo mismo”.

Informarse

Hacerse una vaginoplastia es una decisión importante y a las mujeres que se operan no les vale con cualquier resultado. Por ello, las que han hablado con elDiario.es afirman haberse informado durante un tiempo y a través de fuentes diversas, aunque tiene gran peso la experiencia de otras ya operadas, porque no hay demasiada información disponible. Tina Recio detectó en su propio proceso el vacío de información que existía, y por ello cofundó la asociación sin ánimo de lucro i-Vaginarium. “Normalmente solo tienes la información que te da el cirujano, pero aquí transmitimos todo lo que hemos aprendido de cirujanos, fisioterapeutas del suelo pélvico y otros profesionales de la salud”, explica.

Lídice tiene 28 años y conoció i-Vaginarium hace seis, cuando acompañó a una chica con la que mantenía una relación romántica. Quedó impresionada por la “profesionalidad” de la asociación, así que, cuando hace un año tomó la decisión de operarse, acudió a ellas: “Me dieron muchísima información, además de un espacio donde plantear cualquier duda sin miedo”. Ahora está planeando su viaje a Tailandia, y confiesa que la decisión la tomó sobre todo en base a la información proporcionada por la asociación, pero también tras preguntar a chicas operadas en Tailandia y Barcelona (donde vive) y ver en persona los resultados que consiguieron algunas de ellas.

Quienes no conocían fuentes de información formales optaron por investigar en Internet, redes sociales y ver resultados de personas ya operadas. “Busqué reseñas de gente en Reddit y me metí hasta en pornografía para ver cómo era el resultado de chicas que se habían operado en Tailandia”, cuenta Natàlia, de 26 años y operada hace dos.

Ava, la mujer que decidió operarse a los 50, quería “apostar por el caballo ganador”, así que preguntó por círculos de personas trans para conocer sus experiencias en distintos lugares y con métodos diferentes: “La Seguridad Social era inviable por la lista de espera, así que me planteé operarme por la privada en España. Conocí vivencias de mujeres a las que les había ido mejor o peor”, relata la mujer. Como tenía dos amigas operadas en Tailandia, les pidió ver sus resultados y así tomó la decisión: “Ninguna de las opciones que conocí me satisfizo tanto como la clínica que escogí”, asegura. Y explica que está contenta con el resultado y no se plantea volver para la revisión incluida en la tarifa.

“Habría elegido Tailandia aunque me hubieran pedido 10.000 euros más”, dice Ava, rotunda. Tanto ella como Natàlia, que acudieron a una clínica distinta a la que recomienda i-Vaginarium, pagaron en torno a 20.000 euros, viajes incluidos.

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