El testamento de Francisco Franco importa más por lo que oculta que por lo que muestra
El diario El Mundo publicó esta semana un documento de indudable importancia histórica: el testamento del dictador Francisco Franco. Un documento que de poder ser indubitado de manera profesional por historiadores para incorporarlo al corpus documental significará la constatación de muchas de las investigaciones sobre la fortuna de los Franco. A pesar de eso, la publicación interesadamente filtrada tiene como objetivo cuestionar las informaciones sobre la ingente fortuna amasada por la casta del dictador.
El testamento importa más por lo que oculta que por lo que muestra. En el proceso de investigación histórico es tan relevante el contenido como el continente y, más aún, el contexto. La exclusiva del testamento está firmada por Emilia Landaluce, muy próxima a Francis Franco. La periodista fue la escritora del libro hagiográfico del nieto del dictador llamado La naturaleza de Franco, cuando mi abuelo era persona.
La filtración a una periodista de cabecera de la familia Franco intenta minusvalorar el importe del patrimonio de los herederos del dictador en un momento en el que los bienes de la saga han sido puestos en cuestión y ha comenzado a aparecer en el debate público la necesidad de recuperar un capital ilegítimo logrado por 40 años de represión.
En un momento en el que el Estado tiene procesos abiertos para recuperar las Torres de Meirás y cada movimiento de la familia para desprenderse de sus bienes está en el foco de la opinión publicada, movimientos mediáticos de este calado tienen como objetivo desviar la atención sobre la verdadera dimensión de la riqueza construida por la saga del dictador y así evitar cualquier propuesta política de recuperación del patrimonio expoliado.
Lo primero que hay que rebatir son las supuestas frugalidad y austeridad del dictador que propugna la publicación del testamento al no consignar la mayoría de los bienes que en la actualidad están en manos de la familia. Incluso si se diera por bueno el patrimonio consignado en el documento publicado por El Mundo, significaría que con un salario de 2.493 pesetas al mes como militar al comienzo de la guerra Franco amasó un total de 28 millones de pesetas en 32 años a fecha del testamento.
Aún contando con que todos los gastos de su vida estaban a cargo del Estado huelga decir que los números dan cuenta de su evidente enriquecimiento irregular. Sin gastar ni una sola peseta de su salario, algo bastante normal en quien tiene a disposición los recursos del Estado, el montante total del patrimonio publicado en el testamento sobrepasa con creces la capacidad de ahorro del dictador.
La trampa fundamental de la estrategia de blanqueo es considerar que el patrimonio de los Franco estaba en su totalidad en un testamento de Francisco Franco fechado en 1968, siete años antes de su muerte. Primero porque desconocemos si ese testamento fue el definitivo y si en los siguientes años pudo adquirir muchos otros bienes. Además, la razón fundamental es que la mayoría del patrimonio estaba a nombre de su mujer, Carmen Polo, o de testaferros interpuestos y sociedades pantalla a nombre del jefe de la casa civil de los Franco o de otros colaboradores del dictador.
Como ejemplo de esta práctica podemos advertir el caso de la finca de Hermanos Bécquer, que perteneciendo a la familia Franco y siendo la vivienda de la hija del dictador hasta su muerte, no aparece en el testamento del patriarca. La razón puede dar muestra de la práctica opaca de la desviación del patrimonio de la familia durante la dictadura.
La vivienda en Hermanos Bécquer fue un capricho de Carmen Polo, que se encariñó del edificio al ir a visitar a amigos y tomar con ellos café y pastas. La situación del inmueble, cerca de la embajada de Portugal, era también muy importante porque permitiría a la familia ir rápido a pedir asilo al dictador Salazar en caso de que les derrocaran.
La vivienda pertenecía a Elena Astoreca Gavaldá, esposa de Enrique Marsans, muy próximo al régimen, ya que fue número dos de Luis Bolin Bidwell en la Oficina de Prensa y Propaganda de las fuerzas fascistas durante la guerra. La propiedad fue donada en 1941 a la familia Franco por la esposa de Marsans a través de una sociedad interpuesta llamada Ursaria a cambio de 4.000 acciones de la sociedad. Dicha sociedad ni siquiera estaba a nombre de Carmen Polo, sino a nombre del Marqués de Huétor de Santillán, que era jefe civil de la casa de los Franco.
Tras varias sucesiones accionariales y con el uso y disfrute pleno de la vivienda en Hermanos Bécquer de los Franco, la propiedad pasó a estar a nombre de Carmen Franco Polo el 30 de septiembre de 1977. Patrimonio aparecido de la nada que a pesar de ser propiedad de los Franco no podría aparecer en un testamento datado en 1968.
El mismo modus operandi funcionó con la adquisición de la finca de Valdelafuentes. La utilización de testaferros era una práctica normal en los Franco y uno de ellos era el que estaba al frente de la inmensa finca de Arroyomolinos. La propiedad de Franco, adquirida en 1951 para que el dictador tuviera un terreno para el asueto ocasional campestre, estaba a nombre de José María Sanchiz Sancho, alias “El Bollo”, y solo pasó a nombre de los Franco años después de la firma del documento publicado por El Mundo. Una finca que acabó con una recalificación millonaria donde se construyeron 3.000 viviendas y el centro comercial Xanadú. Enriquecimiento ilegítimo que no puede estar incluido en dicho testamento.
Otra de las variables a tener en cuenta para desestimar el documento como fidedigno para evaluar el patrimonio de los Franco es que según el testamento filtrado a El Mundo el dictador tenía 28 millones de pesetas y las Torres de Meirás estaban tan solo valoradas en 14, lo que es al cambio unos 900.000 euros. Sirva de contraste que la familia rechazó en 1998 una oferta de la diputación de A Coruña por el pazo que equivaldría a 4,6 millones de euros. Sin tener en consideración otros elementos como la denominada Operación Café, detallada por el historiador Angel Viñas, y que proporcionó a las arcas del dictador 7,5 millones de pesetas en 1939 con la venta fraudulenta de café donado al Estado por el dictador brasileño Getulio Vargas.
Franco y su lucro con empresas del nazismo
Uno de los elementos más interesantes de lo publicado en el testamento permite establecer una trazabilidad de la riqueza de los Franco que ha aparecido inadvertida incluso para la propia familia. Se trata del lucro a través de acciones de empresas que tuvieron relación con la industria química nazi, que se enriqueció con el trabajo esclavo en campos de concentración. Son varias las empresas con estas vinculaciones de las que podemos hablar a pesar de los errores en la información de El Mundo a la hora de explicar su procedencia.
Según lo consignado en el testamento, Francisco Franco disponía de 233.000 pesetas en acciones de la empresa Nitratos de Castilla, lo que equivaldría en la actualidad según el INE a 32.943,47 euros. La empresa afincada en Valladolid fue creada en el año 1940 por José Lipperheide Henke, uno de los nazis en España requeridos años después por los aliados para su entrega, y posteriormente integrada en el Instituto Nacional de Industria debido a un plan ambicioso de Jose Antonio Suanzes para afianzar un plan de elaboración de Nitrógeno comenzado durante la dictadura de Primo de Rivera.
El plan concedió a la IG Farben la adquisición del 50% de empresas españolas como Fabricación Nacional de Colorantes y Explosivos (FENCE) para adquirir los avances tecnológicos de la empresa alemana. Entre las corporaciones adheridas al emporio químico nazi en dicho plan se encontraba Nitratos de Castilla, con la que se enriqueció el dictador mientras se extraía Buna, un derivado del carbón, con judíos de Auschwitz en el campo de concentración de Auschwitz-Monowitz, también conocido como Buna-Monowitz o Auschwitz III. En el subcampo establecido en 1942 en Monowice murieron 1670 prisioneros en las labores de extracción de Buna para la IG Farben, mientras que otros 11.000 fueron enviados al campo de exterminio de Birkenau.
En la información de Emilia Landaluce se habla también de 582.000 pesetas en acciones de Unión Explosivos de Río Tinto, fundada en 1896. La empresa de la que habla El Mundo fue constituida en 1970, dos años después de la fecha del testamento, así que no puede ser en la que el dictador tenía acciones.
En el año 1896 la empresa que se creó fue la Unión Española de Explosivos (UEE), que pasó a llamarse Unión Explosivos de Río Tinto tras la fusión con la Compañía Española de Minas de Río Tinto (CEMRT). Una empresa estrechamente vinculada a la IG Farben según documentos desclasificados por la Oficina de Servicios Estratégicos de EEUU. De hecho, la compañía acabó integrada en la empresa SA CROS (actualmente ERCROS) que fue propietaria de la fábrica de Flix en Tarragona tras la Segunda Guerra Mundial, propiedad de la corporación nazi hasta su desaparición en 1945 por la declaración de los aliados de la IG Farben en el programa Safehaven de Breton Woods de empresa demasiado corrupta para ser recuperada.
En definitiva, del testamento de Francisco Franco se pueden sacar escasas conclusiones sobre el montante total del patrimonio de la familia, pero sirve para vincular su riqueza al periodo más negro de la historia de Europa.
Antonio Maestre es autor del libro Franquismo S.A., editado por AkalFranquismo S.A.,