Avanza la pandemia de coronavirus y cada vez son más los términos que usamos para explicar en qué punto se encuentra. Si la incidencia acumulada de contagios, la positividad de las PCR y la ocupación hospitalaria han estado estas últimas semanas en el centro del debate, se suma ahora otra más: la trazabilidad. Es decir, la proporción de casos de los que se conoce el origen. Este será uno más de los indicadores que tendrán peso a la hora de decidir dónde y cuándo aplicar medidas restrictivas, según el nuevo mecanismo común que prevé aprobar Sanidad con las comunidades autónomas la próxima semana.
En el conjunto de España, la trazabilidad está en el 63%. Es decir, seis de cada diez casos detectados han tenido contacto con otro positivo de COVID y de casi un 30% no sabemos el origen, según el último informe de situación del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), que ha hecho un análisis de este parámetro con los casos de las últimas tres semanas notificados por las comunidades a la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE). En síntesis, un bajo porcentaje implica la pérdida del rastro (y de control) del virus.
De acuerdo con estos datos, Galicia y Catalunya están en la peor situación, mientras que Euskadi y La Rioja son las comunidades que mejor detectan de dónde vienen los contagios. Las primeras, registran una proporción de casos trazados del 35,9% y del 46,5% respectivamente. En el otro extremo, Euskadi y La Rioja son capaces de identificar el origen de más de ocho de cada diez de los casos que detectan. Andalucía, Canarias, Castilla y León, Extremadura y Murcia están por encima del 70% y el resto superan el 60%. Más cerca de la mitad está Baleares, donde el 57% de los positivos son contactos de otro.
Con todo, ninguna comunidad alcanza en este indicador el escenario de máxima alerta propuesto por Sanidad, que se sitúa en el 10%. Para estar ahí, un territorio solo debería estar siendo capaz de identificar como contactos de un positivo a uno de cada diez contagios, según el borrador del documento que todavía puede cambiar. Esta vez, y al contrario de lo que ocurrió en julio, este mecanismo sí incluye umbrales claros y explícitos. En el nivel menos grave, el de 'nueva normalidad', el porcentaje debe estar en el 60%; entre el 60 y el 40% se corresponde con riesgo 'bajo', de 40% a 20% 'medio' y 'alto' entre el 10 y el 15%.
No obstante, la trazabilidad es uno de los varios indicadores que ha propuesto Sanidad para analizar la situación y tomar medidas. El semáforo establece cinco posibles escenarios con sus baremos. Para saber en qué escenario está cada territorio, y por tanto, qué medidas hay que aplicar (desde limitación de aforos a incluso cierres de interiores en hostelería), hay que mirar siete criterios. Cinco son epidemiológicos: junto a la trazabilidad, está la incidencia a 14 y 7 días y tanto general como en mayores de 65 y la positividad de PCR; y dos son asistenciales: ocupación de camas de hospital y UCI. La evaluación es conjunta: cumplir dos de los primeros y uno de los segundos sirve para situar el nivel de alerta.
Qué implica la trazabilidad
El documento explica que tienen trazabilidad aquellos contagios que se recogen como contactos de otros positivos confirmados. Es decir, son casos de los que conocemos quién les contagió. Se trata de un indicador especialmente importante porque en el fondo está midiendo si el sistema es capaz de seguir las cadenas de transmisión. Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) señala que “nos sirve para saber cuánta transmisión somos capaces de detectar. Si tenemos una trazabilidad del 100%, todos los casos vienen de un vínculo conocido. Si tenemos un 0%, la epidemia está descontrolada”.
Para Gullón, “tiene mucho sentido” incorporar la trazabilidad de forma explícita, pero alude a una “evaluación global” de la situación. También el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, se refirió este jueves a una “combinación de factores”. Y puso como ejemplo que no es igual un mismo número de casos, pero identificados y asociados a un brote, que no saber de dónde salen. En este sentido, el ministro Salvador Illa apuntó esta semana al caso de Navarra: su incidencia es la más alta de España, con 847 contagios por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días, pero “tiene un 70% de trazabilidad”. Es decir, siete de cada diez casos son contactos de otro.
Aunque el estudio de la situación es conjunto, Fernando García, miembro de la asociación madrileña de Salud Pública, cree que la barrera del 10% para estar en una situación de alta gravedad es demasiado baja y considera “que se debería ser más estricto” porque es “sumamente importante”. Lo explica así: “Cuando no se detecta el origen del contagio, en muchos casos es porque hay transmisión comunitaria generalizada y entonces no se conocen las cadenas de transmisión. Esto hace que no podamos intervenir en ellas con el aislamiento de casos y cuarentena de contactos, por lo que seguirán transmitiendo”, resume el epidemiólogo.
Rastreo “retrospectivo”
En la práctica, está estrechamente relacionado con la capacidad de rastrear, la clave que desde el principio de la pandemia han insistido los expertos en reforzar de forma contundente y, precisamente, una de las debilidades de España señaladas por The Lancet este fin de semana. Algunas comunidades como Madrid o Catalunya, han tenido muchas dificultades para contratar rastreadores y diseñar un sistema robusto y coordinado con Atención Primaria de seguimiento. Para muchos expertos, esa primera línea de contención ha fallado, y ha contribuido a la escalada de casos sin freno en nuestro país desde el verano.
Cuanto más profundo es el rastreo, más porcentaje de casos con origen conocido habrá porque es el resultado tanto del estudio de contactos –positivos que surgen cuando se hace PCR a las personas con las que ha estado un confirmado– como del llamado “rastreo retrospectivo”. Es decir, explica García, es un “rastreo hacia atrás” porque no es solo “que busquemos los contactos estrechos de un caso índice (rastreo hacia adelante), sino que mediante la investigación intentamos encontrar quién ha contagiado” a ese caso primario que llega a una consulta con síntomas. “Idealmente hay que hacer los dos tipos de rastreo”.
Precisamente de ello habló el pasado jueves la Consejería de Sanidad de Cantabria al ofrecer datos sobre la trazabilidad en la comunidad. Según ella, está en el 73%; según el ISCIII, en el 67,3% (la variación puede deberse a que este último se refiere al conjunto de tres semanas). Aún así, se trata de un buen dato, explicó la directora general de Salud Pública, producto de la apuesta por “un cribado más retrospectivo” porque “se aplica una filosofía no solo de encontrar los posibles afectados por un positivo, sino del origen del caso”.
Un sistema con más recursos
Andrea Burón, vicepresidenta de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), apunta directamente al sistema de rastreo y explica que la trazabilidad “refleja precisamente la capacidad que tiene Salud Pública”: “Un porcentaje bajo puede darse porque tengamos pocos recursos o porque tengamos muchos casos y no damos abasto o las dos cosas”, señala. La epidemióloga lamenta que en este punto “no se esté haciendo lo suficiente” y reclama que “al igual que cuando una UCI no da de sí, se amplía a otras plantas, tenemos que hacer lo mismo con el sistema de rastreo y aumentar su capacidad”.
La especialista también aboga por que, además de el porcentaje de trazabilidad de los casos, Sanidad incorpore en su semáforo un indicador que oriente más específicamente a la inversión de recursos. Durante estos meses, algunas voces han reclamado que se exija un número de rastreadores necesarios por población, pero otros consideran que debe ser algo más o menos flexible. No obstante, a la trazabilidad le complementa otro indicador que no está incluido explícitamente en el documento de Sanidad para decidir los niveles de alerta, pero que también envían las comunidades autónomas: el número de contactos estrechos que identifica el sistema de cada caso.
Según los datos del ISCIII, que también aporta en su último informe esta variable de las últimas tres semanas, las comunidades siguen rastreando en España a un ritmo bajo. Si en julio, la mediana estaba en una persona contactada por cada caso, ahora está en dos, aunque continúa habiendo variabilidad entre comunidades autónomas: desde Canarias, que está actualmente en cero, o Castilla y León, con una mediana de uno a los cinco de Euskadi, que es el territorio que más identifica. El resto, están entre dos y tres personas contactadas por cada caso.