El acceso universal a la educación es un “desafío mayor” a nivel universal. La manera en que los estados –cualquier estado– prioriza sus recursos económicos para garantizar esta educación y promover la igualdad de oportunidades se ha convertido en un indicador de primer orden a la hora de evaluar la calidad de las democracias. Renato Oppertti, coordinador de la Oficina Internacional de Eduación de la Unesco, considera que la acción de los gobiernos es una pieza clave para establecer los mínimos que eviten la exclusión cultural. Oppertti hace un cálculo claro sobre cuánto costaría llevar la educación a toda la infancia: 75 veces menos que lo que se invierte en armas.
¿Qué supone educar de forma inclusiva en el Siglo XXI?
El concepto de educación inclusiva implica democratizar las oportunidades de formación para todas y todos buscando comprender, respetar y atender las diversidades individuales, sociales y culturales. En este marco, la Unesco hace referencia a la necesidad de una visión de conjunto para que un sistema educativo pueda ser efectivamente inclusivo a través por ejemplo de las escuelas, de los currículos y de las prácticas de clase.
¿Dónde están tratando de utilizar la educación como herramienta de inclusión social?
No se trata de estigmatizar países ni sociedades. La exclusión así entendida se da en todos lados aunque con diferencias significativas entre regiones. La educación inclusiva es vista crecientemente como una respuesta global a los problemas de exclusión. La cuestión es no solamente constatar cómo la pobreza, la marginalidad y la segregación pueden devenir en exclusión, sino también de ver y reconocer que la expulsión del sistema educativo –llamada deserción– y los bajos niveles de aprendizaje y de desarrollo de competencias ciudadanas, igualmente excluyen. Donde se dé. Evidentemente las situaciones de mayor exclusión se dan en el África Subsahariana y entre aquellos colectivos pobres y marginados, con marcada incidencia en mujeres y en habitantes de zonas rurales.
¿Qué rol deberían desempeñar los Estados?
Garantizar niveles adecuados de financiamiento de la educación que cobra aún mayor relevancia a la luz de los impactos aún persistentes de la crisis financiera. El rol del Estado es central en facilitar condiciones y asegurar esos mínimos, lo cual implica necesariamente firme liderazgo, claridad en las orientaciones de política, sostenida voluntad política y equipos profesionalmente sólidos. Si el Estado no orienta ni lidera, no hay construcción posible de políticas públicas que engloben y comprometan al propio Estado, la sociedad civil, el sector privado y principalmente a los ciudadanos.
¿Qué dimensión tiene este problema de la exclusión educativa?
Democratizar el acceso y gozar del conocimiento sigue siendo un desafío mayor a nivel universal. Cómo las sociedades priorizan la asignación de recursos por sectores y grupos de población es un buen indicador de la calidad de las políticas públicas y en definitiva de la calidad de las democracias.
Resulta también necesario analizar cómo las denominadas sociedades del conocimiento pueden revertir la fuerte tendencia al crecimiento de las brechas de equidad en el acceso a conocimientos y competencias ciudadanas básicas, que penalizan severamente a los sectores más pobres.
Hay países en los que el conocimiento parece un enemigo y el gasto militar es superior al de educación...
Costaría 11.000 millones de dólares financiar en países de bajos ingresos una educación infantil, primaria y alfabetización de la población adulta que son tres de los seis objetivos de Educación Para Todos de la Unesco. Son lo que se gasta en tres días en material en conflictos armados. Sin embargo, se gasta 75 veces más esta cantidad por año en armamento en general. Tres días de paz en el mundo podrían proporcionar a todos los niños una educación primaria básica.
¿Cómo se puede poner en práctica este modelo de educación en escenarios dominados por grandes disparidades, discriminación o violencia armada?
La promoción y la facilitación del diálogo político sobre la educación, involucrando a instituciones y actores de dentro y fuera del sistema educativo – formal y no formal- es esencial para legitimar, y sustentar los procesos de cambio. Nos parece que preguntarse con mente abierta sobre los modelos y las estrategias que parecen funcionar en diferentes contextos, contribuye a mejorar la calidad del debate educativo. No se trata de imitar ni de asimilar sino de aprender y compartir.
Pero no existe una fórmula que se pueda exportar...
Como ya se ha señalado, no creemos que haya modelos a imitar sino mucho que aprender de prácticas educativas que parecen marcar la diferencia. Por ejemplo, los países nórdicos se caracterizan por tener una visión integrada de las políticas de inclusión social y educativa que se sostienen mutuamente. Se busca incluir por diferentes vías y estrategias, empezando muy tempranamente en la infancia y en el marco de políticas territoriales (dimensión local del desarrollo), de familias y educativas unitarias.