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La universidad pasa a la ofensiva contra las pseudociencias

Imagen del curso impartido en la Universidad de Zaragoza contra las pseudociencias / Ciencia de las pseudociencias

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Javier Salas —

“Una institución que, por definición, es la casa del conocimiento y la ciencia, no puede jamás apoyar iniciativas de este tipo que van en contra de su naturaleza”. Esta frase forma parte de una carta que se envió a la comunidad de la Universidad de Córdoba. Es una de las muchas que se han escrito y firmado en los últimos años contra el avance de pseudociencias y terapias naturales como risoterapia, homeopatía, biodinámica, y reiki en las aulas de la enseñanza superior. Sin embargo, esta tiene una particularidad: no la firman cuatro profesores batalladores o una asociación escéptica, sino el Consejo de Estudiantes de la Facultad de Ciencias.

La pelea solitaria de muchos docentes universitarios comienza a ganar batallas, esencialmente porque ya no están tan solos como antes. Este año, la movilización del profesorado y los alumnos de la Universidad de Zaragoza, que venía soportando numerosos cursos, másteres y conferencias sobre pseudociencias, ha logrado tumbar un curso que ya se había consolidado en años anteriores sobre homeopatía, la pseudomedicina más extendida. En la Universidad de Alicante, donde antes sufrían jornadas astrológicas, ahora disfrutarán de un curso sobre Los problemas sociales de las pseudociencias. Y en Córdoba, protestas formales y cartas como la mencionada han conseguido que el rectorado se comprometa a cerrar la manga ante las paraciencias.

“En 2011, cuando se anunció el curso de homeopatía veterinaria, mandé una petición de información al rectorado y me ignoraron. Este año, ante el ruido que armamos con las movilizaciones, tuve una reunión con el equipo rectoral, que se comprometió a aumentar el control ante este tipo de pseudociencias”, resume Jesús Torres, profesor de Física Aplicada en Córdoba. Según cuenta, en su reunión con los vicerrectores tuvo que explicarles que la homeopatía no era “una ciencia controvertida” sino una terapia inútil: “Hay un desconocimiento e ignorancia mayores del que pensamos, incluso dentro de la universidad”, dice.

Cambio de tendencia

Torres cree que se está dando la vuelta a la tortilla, recuperando el terreno perdido, pero con reservas: “Les echamos de una universidad y, como buscan su prestigio y su aval, en seguida se ponen a buscar otra donde engancharse”, lamenta. Como contrapeso a la homeopatía veterinaria, Torres realizó este año un curso de extensión universitaria llamado La Ciencia de las Pseudociencias para el que contó con reconocidos divulgadores como Luis Alfonso Gámez.

También participó en el curso Fernando Frías, uno de los pioneros: sin su tesón, probablemente las universidades españolas estarían infestadas de charlatanes. En 2010, comenzó a denunciar todas y cada una de las iniciativas pseudocientíficas que anidaban entre los muros de las instituciones españolas en el blog La lista de la vergüenza. Desde allí se señala a las autoridades académicas que colaboran con las paraciencias, para avergonzarles y dar difusión a la ignominia. En algunos momentos, no daba abasto. “Había días en que recibía dos o tres emails con nuevos casos”, rememora Frías.

“Cuando empecé, pensaba que era algo muy localizado, pero me di cuenta de que había cursos de todo tipo y en casi todas partes”, asegura. Poco a poco, se tejió una red de escépticos indignados que denunciaban en blogs y redes sociales cada nuevo territorio que ganaban astrólogos, homeópatas o reflexólogos podales. Hasta tal punto, que en algunos casos los responsables de las universidades se comprometían a retirar el curso a cambio de no aparecer en La Lista.

Movilización del alumnado

Y poco a poco, el mensaje ha ido calando. “Lo más saludable es la movilización de profesores y alumnos, ya no son cuatro gatos”, recalca Frías que admite que la tendencia ha cambiado. “Ahora sólo surgen cositas de menos importancia. No sé si es únicamente por la movilización o por la crisis económica. Es cierto que antes, cuando programaban estas cosas, no pasaba nada en la propia universidad. Ahora no es tan fácil”, explica Frían en referencia a lo sucedido en los últimos meses en la Universidad de Murcia.

Allí ya han tenido varios cursos de homeopatía presentados como tales, sin tapujos. Sin embargo, este año, algo parece haber cambiado. Se lanzó una cátedra de medicina de familia patrocinada por un laboratorio homeopático, pero tratando de evitar que la palabra homeopatía tuviera ningún protagonismo. Aun así, la jugada le ha provocado varios disgustos al decano de la Facultad de Medicina, Joaquín García-Estañ. A las protestas de alumnos y profesores, le siguió una queja de la plataforma ciudadana No Gracias; la repercusión en prensa obligó al decano a negar la existencia de una cátedra homeopática por vía interna. “Hasta instituciones como la Academia de Ciencias de Murcia, que tienden a salir poco de su burbuja de cristal, escribió un duro comunicado”, ironiza Frías.

Todas las fuentes consultadas para este reportaje coinciden en que la crisis y los nuevos modos de la universidad propician la creación de espacios como el denunciado en Murcia, las cátedras de empresa: un modelo pensado para propiciar sinergias entre el mundo académico y el profesional que laboratorios homeopáticos como Boiron y Heel aprovechaban hasta ahora sin apenas oposición. “Ahora hay más controles”, asegura Frías. “Buscan el prestigio de la universidad para poder venderse mejor”, critica Eustoquio Molina, catedrático de Paleontología en la más parasitada de las universidades españolas, la Universidad de Zaragoza.

El peligro de las cátedras de empresa

“El tinglado que tienen montado aquí es impresionante: cátedra de empresa con Boiron, máster de acupuntura, cursos de postgrado, asignaturas en el grado… Al principio usaban eufemismos, luego dejaron de hacerlo y ya aparecen asignaturas con el nombre de homeopatía o acupuntura”, lamenta Molina. No obstante, tras lanzar este año “una ofensiva académica y mediática”, se han apuntado la primera batalla para la ciencia frente a la pseudociencia en esa maltratada institución aragonesa: la Universidad de Zaragoza anunciaba el pasado 23 de mayo la retirada de dos títulos de homeopatía.

“Los retiran para evitar más polémicas”, resume Eustoquio Molina, que lleva ya muchos años peleando contra las pseudociencias en su universidad, como cuando logró que se dejara de enseñar astrología en una asignatura de Filosofía. Este año, desde la asociación cultural ARP–Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico (ARP-SAPC) a la que pertenece impugnaron las asignaturas contra las que les permitieron alegar. “En 2009, alegamos un farmacólogo, un químico y yo, pero cada uno por su cuenta. Este año nos hemos organizado para hacer ruido”, resume.

Molina critica la falta de transparencia de los responsables universitarios a la hora de darle cancha a estas pseudociencias con la connivencia de profesores interesados. “No son un complemento, son parásitos de la medicina científica”, zanja. Por eso se muestra optimista: “La batalla está ganada si insistimos, porque la razón está de nuestra parte”. En muchos casos, el papel que desempeñan los medios proporciona desánimo, como cuando una agencia como EFE promociona sin crítica alguna el lanzamiento del Libro Blanco de la Homeopatía, financiado por Boiron para su cátedra de la Universidad de Zaragoza.

El precio de la lucha

Sin embargo, no hay que olvidar que dar guerra no sale gratis. Estos profesores que se enfrentaban a los aliens en sus facultades se han encontrado con la soledad de su lucha, con la hostilidad de compañeros y más de una ocasión con problemas legales y con las autoridades universitarias. El caso del profesor Fernando Cuartero sirvió para cambiar silencios cómplices por iniciativas indignadas, después de que fuera condenado a pagar 204 euros de multa por llamar “estafadores” a unos espiritistas (más adelante le absolvieron por prescripción).

El Círculo Escéptico lanzó un fondo solidario para dar apoyo a futuribles profesores en apuros y se creó un grupo de apoyo en Facebook que todavía bulle hoy con la actualidad de la pelea constante contra las pseudociencias. “Veía estos problemas como algo ajeno a lo mío. Me parecía mal que se hicieran, pero hasta que no llegaron a mi universidad no me indigné”, recuerda ahora Cuartero, profesor de la Universidad de Castilla – La Mancha, donde impartirá este verano un curso de Escepticismo y pensamiento crítico: ya en el propio título del curso vuelve a aparecer la palabra “estafa”.

Cuartero reconoce que “a nadie le apetece enfrentarse a los colegas” y que “lo que más duele es esa quinta columna interesada que vende su prestigio”. “Es prostitución, no tiene otro nombre”, asegura el director del departamento de Informática de la universidad manchega. “Cuando ocurre, solo hay una posibilidad: denunciarlo y que sepan que van a tener más problemas si lo aprueban que si no lo hacen”, zanja convencido de que ya no es tan sencillo colonizar paraninfos para empresas ajenas a la ciencia.

Divulgación y más divulgación

Otros pioneros de esta contienda perpetua son los profesores del Aula Cultural de Divulgación Científica de la Universidad de La Laguna. Habían conseguido mantener inmaculadas sus aulas desde que en 2000 decidieron lanzar el curso Ciencia y Pseudociencias, convertido ya en un referente. Hasta que se toparon con un curso de homeopatía, un susto común en casi todas las universidades españolas: “Sacamos un comunicado durísimo de inmediato”, recuerda José María Riol, profesor de bioquímica y director del Aula, que lleva una docena de años organizando cursos y eventos para llevar la ciencia a la sociedad.

Como en otras ocasiones, el comunicado supuso muchos problemas dentro de la universidad a Riol, que vivió en sus propias carnes que este activismo puede tener consecuencias incluso para su carrera docente. “Puede costar caro, te das cuenta que esta gente también sabe jugar sus cartas. Pero hay que enfrentarse, dar la cara, estamos aquí para eso”, desafía Riol. Tanto él como Jseús Torres reclaman que se actúe a otro nivel contra estos fenómenos que asedian a la universidad: “Sería necesario que los rectores tomaran conciencia y trabajaran juntos para evitar que estos cursos vayan saltando de una facultad a otra”, dice Torres.

En apenas unos años, el trabajo de “guerrilleros”, como lo llama Riol, va camino de convertirse casi en un ejército regular que defiende con pasión que en la universidad no hay sitio para estafadores con protestas, comunicados, y cualquier evento que sirva para hacer daño a su enemigo donde más le duele: la falta de credibilidad. Que en muchos centros sean ya los alumnos quienes se movilizan prueba que el mensaje está llegando. Confiado, Eustoquio Molina sentencia: “Es un árbol que cuesta mover, pero entre todos es fácil y la fruta va a caer, porque está madura”.

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