Las vacunas contra la COVID-19 para menores están cada vez más cerca, pero todavía son la última prioridad
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU aprobaron el miércoles la vacuna de Pfizer/BioNTech contra la COVID-19 para su uso en adolescentes de 12 a 15 años y es probable que pronto lo haga la Agencia Europea del Medicamento (EMA), según creen los expertos. La campaña para acabar con la pandemia avanza en el mundo (a ritmo desigual entre continentes), al tiempo que los ensayos clínicos de las farmacéuticas ya van teniendo resultados acerca de la efectividad y seguridad de sus vacunas en menores, de los que antes carecían. Sin embargo, aunque la EMA dé luz verde, lo más seguro es que este grupo de población siga entre los últimos de la fila porque también son los que menos riesgos corren al enfermar.
Las cuatro vacunas aprobadas en Europa (Pfizer, Moderna, AstraZeneca/Oxford y Janssen/Johnson&Johnson) están indicadas para mayores de 16 o 18 años porque solo se han podido estudiar plenamente con esos rangos etarios. Los estudios en menores comenzaron más tarde porque así se hace con todos los medicamentos: por motivos éticos, se prueba primero la seguridad en los adultos. Pfizer lo está ahora probando incluso con niños menores de 12 años, igual que Moderna. Con menores también ensaya AstraZeneca y Janssen, pese a una paralización durante abril por los casos investigados de trombos. Una parte de los estudios de Janssen son, de hecho, en España.
La vacunación en nuestro país va por edades; estos días, con el 90% de los mayores de 60 años con una dosis, se comienza con los de 50. Es la edad el mayor factor de riesgo de contraer la COVID-19 grave. Así que, aunque los menores forman parte de la sociedad y por tanto pueden actuar como vector de contagio, la lógica dice que irán los últimos.
Dudas razonables
¿Será así de manera estratégica incluso si se aprueban las vacunas? Por un lado, contesta el doctor Javier Álvarez, miembro del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría, “sería recomendable vacunarles porque son de los que más se exponen, todavía no está claro si de los que más transmiten”, pero por otro, “vacunándoles a ellos excluyes a otros grupos pendientes. Por vulnerabilidad, serían los últimos. En todo caso, habrá que debatir hacerlo antes con los niños con problemas neurológicos, autistas, institucionalizados…”. La inmunóloga de la Universidad Internacional de La Rioja Carmen Álvarez, en declaraciones para la Agencia SINC, tenía dudas sobre las vacunas por debajo de los 12 años, o incluso de los 16: “Son poco proclives a pasar la COVID-19, son asintomáticos y creo que no hay beneficio frente al riesgo de incluir niños”. Era también partidaria de, como mucho, exceptuar y acelerar la inmunización de los menores con patologías.
El problema es que la vacunación de los niños y adolescentes se plantea en un escenario en el que hay dosis para todos. Y la campaña ha pegado un empujón fuerte de velocidad, pero, por ahora, no las hay. Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología y representante técnico de Canarias en la estrategia nacional, comenta su postura a elDiario.es: “Vacunar a los niños supone cortar la transmisión de un colectivo importante. Pero estamos en una pandemia y la respuesta tiene que ser global, no valen recetas locales. Y hay países donde la vacuna sigue siendo un lujo o ni siquiera existe, algo que además de suponer inequidad e injusticia, nos deja a más gente susceptible de contagiarse y más posibilidad de creación de nuevas variantes”.
Es decir, mientras en Europa, con más de 30% de la población total con una dosis, o concretamente en España, con el 90% de los mayores de 60, debatimos cuándo comenzar con los niños, que no son prioridad, en países como Bolivia tienen solo a un 6% de su población vacunada, y no ha llegado a buena parte de la población de riesgo. “Hay que entender si es realmente positivo, en un contexto de no disponibilidad de dosis, cubrir en países desarrollados a población que no tiene un perfil de riesgo; o si es más deseable esforzarse porque llegue a los vulnerables en los países en desarrollo. Si tuviésemos las dosis infinitas, no cabría esta reflexión, pero en el escenario actual sí”, remata García Rojas. El director general de la Organización Mundial de la Salud este viernes cuestionaba exactamente lo mismo: “Entiendo por qué algunos países quieren vacunar a sus niños y adolescentes, pero ahora mismo les urjo a que lo reconsideren y a que, en su lugar, donen vacunas a COVAX [la plataforma de reparto equitativo de la ONU]”. En el mundo se han puesto algo más de 1.000 millones de dosis, y hacen falta unas 12.000 para alcanzar una tasa de inmunidad en el planeta.
La vacuna de Janssen, en España
En nuestro país, Janssen comenzó sus estudios en fase 2 (menos gente que la fase 3, que es la última antes de la comercialización) en marzo en varios hospitales españoles como parte de un proceso en el que participan 660 voluntarios europeos adolescentes. Uno de ellos es el Hospital La Paz de Madrid, donde hay 15 chicos y chicas de 12 a 17 años, la mayoría hijos e hijas de personas que participaron en los ensayos generales con adultos en el mismo centro. “El proceso completo durará aproximadamente un año, pero ya hemos visto que, con los desarrollos acelerados de las vacunas, seguramente podrá usarse en menores antes de que se concluyan”, señala el director en La Paz de este experimento, el doctor Alberto Borobia.
No ha tenido mayores dificultades que con los mayores, igual incluso menos, “porque partimos de una vacuna que ha demostrado en su ensayo clínico que es eficaz y segura. Lo que hacemos es bajar la cohorte de edad, probar distintas pautas y dosis, que están siendo similares a las empleadas con adultos”, añade Borobia. El siguiente paso será seguir con edades pediátricas, de 12 años a bebés de 6 meses. Pero Borobia también es prudente sobre la hora a la que tocará vacunar a los niños y adolescentes, incluso aunque su estudio salga adelante y la EMA apruebe Pfizer o Janssen para menores: “Las prioridades se establecen en función de los riesgos de cada grupo. Y queda mucha población con comorbilidades por delante de la adolescente. Hay que pensar que la vacuna está aprobada para gente de 18 años, pero no se les está vacunando a ellos. Si pudiésemos vacunar a todo el mundo, sería cuestionable. Pero como estamos, son los últimos en priorización”.
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