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The Guardian en español

El Partido Laborista debe buscar un mejor Brexit, no un segundo referéndum

El líder laborista Jeremy Corbyn.

Owen Jones

Que el Gobierno haya superado la moción de censura es paradójicamente una señal de su debilidad y no de su fortaleza. Todo lo que une a un Partido Conservador extremadamente fracturado es el pánico a que un gobierno laborista liderado por Jeremy Corbyn llegue al poder tras unas elecciones generales, una posibilidad que, sorprendentemente, muchos reconocen. Si Theresa May tuviese confianza en las opciones de los tories ante unos comicios, se arriesgaría a tirar los dados.

Pero el Partido Laborista empezó la última campaña electoral con 24 puntos porcentuales por debajo de los tories en las encuestas y, seis semanas después, acabó a tan solo dos puntos. Hoy, los sondeos sitúan a los laboristas ligeramente por encima. Los conservadores temen que una administración liderada por Jeremy Corbyn no será como un gobierno laborista “normal” y pondrá fin a un consenso económico establecido por Margaret Thatcher. Y haría bien en hacerlo.

Los medios ahora intentarán cambiar la narrativa, alegando que los laboristas están bajo presión. Esto es absurdo. El Gobierno acaba de sufrir la mayor derrota parlamentaria en la historia de la democracia británica. Casi una década de mandato desastroso de los conservadores ha dejado a Reino Unido en su peor crisis de la era moderna tanto política como social, consecuencia de la austeridad ideológica y las catastróficas decisiones políticas de David Cameron y Theresa May. Los laboristas serán ridiculizados por no tener una solución mágica –cuando no la hay– a una crisis creada por sus oponentes.

Habrá quien afirme que, habiendo perdido su intento de moción de censura, la política oficial acordada democráticamente por el Partido Laborista dicta que ahora debe apoyar un segundo referéndum. Pero esto no es correcto. La política señala que “el mejor resultado para el país es la convocatoria de unas elecciones generales inmediatas que puedan expulsar a los tories del poder”, pero si no se puede llegar a esa convocatoria, el partido “debe apoyar el resto de opciones sobre la mesa, incluido hacer campaña a favor de una votación popular”.

¿Cuál es la estrategia laborista? Asumamos que es un segundo referéndum. Decida lo que decida el liderazgo, ni siquiera está claro que haya una mayoría. Un parlamentario laborista me cuenta que en caso de una votación libre, “el Partido Laborista en el Parlamento se dividiría por la mitad, posiblemente con más personas en contra”. En la cúpula del liderazgo laborista, algunos como Diane Abbott (la parlamentaria más influyente en el círculo cercano de Corbyn, algo ignorado por la mayoría de los analistas por razones deprimentes) y Keir Starmer son favorables a una segunda votación con razones loables. Otros, como Richard Burgom, están en contra. Y otros, como John McDonnell, evitan pragmáticamente la división.

Se esperaba que unos 100 parlamentarios laboristas mostrasen su apoyo este miércoles al segundo referéndum. Finalmente, solo lo hicieron 71. Si la mitad del bloque laborista en el Parlamento votase por un segundo referéndum, eso supondría menos de una quinta parte de la Cámara, por lo que requeriría el apoyo de más de 100 parlamentarios conservadores. Que esto ocurra es muy difícil y el Partido Laborista se arriesgaría a perder a sus votantes defensores del Brexit por nada.

Si la formación laborista impusiese disciplina de partido a favor de un nuevo referéndum, líderes del partido que representan circunscripciones favorables a la salida me han dicho que dimitirían. Si el referéndum se convierte en la única opción posible, el Partido Laborista tendría que hacer campaña a favor de la permanencia. Pero no os ilusionéis. La campaña sería más dura y despiadada que la anterior. El clima bélico que ha envuelto el país empeoraría. Millones de votantes a favor de la salida se enfadarían y quedarían más desilusionados incluso que antes. Y, bajo el eslogan 'díselo otra vez', el Brexit puede ganar de nuevo.

El Gobierno tory es la fuente de los problemas del país: desear la expulsión de este gobierno conservador –y la única forma de hacerlo es con una victoria laborista– no es poner al “partido por delante del país”, como denuncia May, es un intento de salvar la nación de la administración más catastrófica desde la guerra. De los 54 escaños objetivo del Partido Laborista en manos de los tories, 41 votaron a favor del Brexit. Solo 13 votaron por la permanencia. Sin aferrarse a los favorables a la salida y ganar más, el Partido Laborista no puede ganar unas elecciones y las injusticias que permitieron la victoria del Brexit se agravarán.

Entonces, ¿qué puede hacer el partido? Debe hacer una apuesta para unir al país. Los tories solo han querido representar a los favorables a la salida y no sus preocupaciones del día a día. Además, sus defensores en los medios han demonizado a los que prefieren la permanencia. El Partido Laborista debe enfatizar que el conflicto real no está entre seguidores y opositores al Brexit, sino entre la inmensa mayoría y la élite.

El Partido Laborista debe enfocar el debate en lo que une a ambas partes, como las condiciones de vida, el empleo, la sanidad, los impuestos a los ricos y la propiedad pública. Eso significa abogar por un compromiso. Existe una mayoría en el Parlamento a favor de una unión aduanera y aunque muchos líderes laboristas ven insatisfactorio un acuerdo al estilo Noruega, que combina un mercado único con unión aduanera, tiene posibilidades de obtener apoyo de los diferente sectores del Parlamento. La UE ha dejado claro que un cambio en las líneas rojas de Reino Unido abrirá nuevas oportunidades. Eso volverá a centrar el debate en las duras divisiones de los conservadores.

Un grupo de presión ruidoso recriminará a los laboristas si no apoyan un segundo referéndum. Pero, por ahora, el partido debe dirigir sus esfuerzos en construir un nuevo acuerdo.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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