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El reto viral definitivo: únete al #AliadoChallenge

Luna Miguel

Dice la periodista Lorena G. Maldonado que está harta de que le lleguen a la redacción tantos “libros de mierda” con la promesa de que son la nueva y radical aportación a la literatura feminista. Es cierto que, de un par de años a esta parte, la industria editorial ha encontrado una nueva gallina de los huevos de oro en este tipo de publicaciones. Ironiza al respecto, y con mucho acierto, la joven novelista francesa Leïla Bouherrafa, que en una escena de La dédicace retrata el escritorio de una reputada editora, repleto de títulos “empoderadores” que te enseñan, literalmente a “dibujarte la vagina”. Con un solo vistazo a esas montañas de libros de color rosa, Bouherrafa se ventila una moda ridícula, sí, pero en siguientes capítulos, su escritura llena de humor negro y conversaciones brillantes entre mujeres solitarias que habitan París nos hace entender que el desafío de la nueva literatura feminista no está en una fajilla con mensajes cuquis, ni en esas falsas y coloridas promesas que son producto de un marketing perezoso.

Con una industria favorable a escuchar mensajes hasta ahora desatendidos y menospreciados por la sociedad, y con una red de lectores dispuestos a aprender para poder guiarse en sus propias batallas, es probable que el reto se encuentre en la capacidad de autores y editores para abrir nuevos debates y alejarse de contenidos que sólo suman rumor al ruido.

Quizá peco de confiada, pero creo que teniendo el músculo, sólo falta afinar las ideas. Y eso es algo que vengo pensando aún más en las últimas semanas, con la llegada de 2019 y su nueva tendencia de ensayos, poemarios, novelas —y hasta producción audiovisual, ahí está la semanita que nos han dado los trolls del anuncio de Gillette— que retratan e investigan conceptos como las nuevas masculinidades o el papel del hombre-aliado en la lucha feminista. Barbijaputa también sacaba a relucir su particular humor en su columna del viernes pasado sobre las masculinidades heridas por el anuncio de la marca de cuchillas de afeitar. “La masculinidad siempre ha sido frágil”, escribió refiriéndose a los ofendidos, “y si gritan tanto es porque ahora está ya resquebrajada”. La frase me hizo más gracia al buscar otros textos suyos que abordaran las nuevas masculinidades.

Una muestra de que no hace falta irse #10years atrás en el tiempo para darnos cuenta de cuantísimo hemos cambiado como individuos y como sociedad se encuentra en esta queja que Barbi publicó en 2016 sobre falsos aliados: “querer la misma visibilidad y protagonismo que la mujer hasta en el único día dedicado a ellas no tiene sentido si de verdad se ha entendido que las mujeres estamos invisibilizadas y que ellos ya están sobrerepresentados en todos los ámbitos”.

En el punto en el que nos encontramos, tres años después de tales reflexiones, no considero que abordar las nuevas masculinidades sea arrebatar la visibilidad, y quiero confiar en que propuestas estéticas como la de Gillette y, sobre todo, publicaciones como las que este 2019 empiezan a llenar nuestras librerías, tienen más que ver con una voluntad real de debate que con ese afán de sobrerrepresentación del que tantas veces han pecado los autodenominados “aliados”.

Para el novelista Iván Repila, de hecho, acciones como la de Gillette son interesantes, aunque se quedan cortas. Él acaba de publicar en Seix Barral la novela El aliado. En palabras de Repila el concepto de “aliado” ha sido durante muchos años una postura cómoda y el escudo tras el que se escondían “los hombres que nos creíamos claramente feministas, partidarios de la igualdad y que no éramos machistas. Con ese título de aliado, hemos vivido muy cómodos, hemos sido cero proactivos, hemos sido muy vagos y nos hemos interesado muy poco por el feminismo real y la situación de las mujeres”. Cree el novelista que el concepto de aliado ha perdido su significado. ¿O quizá es que nunca lo ha tenido como merecía?

Iván Repila no es el único que se ha lanzado a definir la nueva masculinidad, o a intentar buscar soluciones desde su situación de privilegio. En esta línea, en unas semanas verá la luz Fe(male) Gaze, de Manuel Arias Maldonado, que se nos presenta como una “reflexión sobre los códigos cambiantes de las relaciones hombre-mujer a partir de la aparición del movimiento #MeToo”. Pero también están ahí las recientes publicaciones de Un hombre de verdad, de Thomas Page McBeeO, y A la conquista del cuerpo equivocado, de Miquel Missé, dos memorias radicalmente distintas pero en las que se debate sobre la transmasculinidad.

La lista de títulos que las editoriales han anunciado para los próximos meses es más extensa, pero me gustaría añadir a este popurrí de citas y nombres un párrafo incluido en Game Boy, el primer libro del periodista Víctor Parkas: “Las nuevas masculinidades, para ser realmente nuevas, tienen que estar dispuestas a tomar posiciones que las lleven a sufrir el acoso, la suspicacia, la fiscalización, la persecución que sufren y han sufrido el resto de opciones genéricas, por el simple hecho de serlo frente a una dominante. El hombre nuevo sólo puede serlo si acepta adoptar gestos que no den réditos de cara a la galería [...]. Lo que sería nuevo es que los hombres, tan ansiosos de refundarse, desistieran para alivio del resto. Que entregasen las armas y se disolvieran [...]. Que todos los grupos de hombres merodeando por espacios públicos sean detenidos, identificados y disueltos. Que cinco tipos conjurados en un portal no puedan ser tratados de otro modo, en lo jurídico, que como es tratada una organización terrorista”.

Tomando la palabra a Parkas, yo quiero sumar algunos deseos a esta lista. Que el título de aliado no sea un escudo. Que la literatura feminista no sea una moda. Que el camino hacia la nueva masculinidad no sea un puñetero reto viral. Y que gracias a todo esto a Lorena G. Maldonado no le lleguen más libros de mierda, por favor.

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