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Qué significa que Rusia se independice de la Red

Putin impulsó la ley de Soberanía de Internet que entró en vigor el 1 de noviembre.

Marta Peirano

El proyecto de independencia se puso en marcha el pasado 1 de noviembre, cuando entró en vigor la ley de Soberanía de Internet. Firmada por el Presidente Putin seis meses antes, la estrategia tiene dos objetivos principales: proteger a los ciudadanos rusos de contenidos tóxicos y proteger la infraestructura rusa de ciberataques del exterior. Un argumento completamente razonable, si no fuera porque Rusia es el principal productor de desinformación y de ciberataques que vengan del exterior. Sus únicos rivales son China y Corea del Norte, los otros dos países con su propio muro de contención digital.

Inicialmente, la ley otorga poderes de selección al Roskomnadzor, el regulador de telecomunicaciones ruso, para bloquear los contenidos que considere una amenaza para la seguridad del estado, sin requerir una orden ni advertir a los ciudadanos. Para implementar su selección, las operadoras de Internet que operan en Rusia han tenido que instalar un software de inspección de paquetes capaz de identificar la fuente de los contenidos y filtrarlos, bloquearlos o redirigirlos.

Este paquete de medidas es típico de los regímenes autoritarios como Irán o Arabia Saudí. Más ambicioso es su plan de crear su propio sistema de nombres de dominio (DNS). De conseguirlo, Rusia será una isla independiente de la Red general.

Los DNS son una base de datos distribuida y jerárquica que conecta los nombres de dominio con el lugar donde está alojado el contenido, un servidor en alguna parte del mundo con una dirección IP. Un poco como la operadora que conecta el número al que llamamos con el teléfono físico al que queremos llamar. Para agilizar los procesos, esa responsabilidad se distribuye de manera jerárquica entre el sistema operativo del usuario, las operadoras de Internet locales y los centros de datos de las grandes plataformas tecnológicas.

Pero el administrador central es una organización independiente llamada ICANN (Internet Corporation for Assigned Names and Numbers), y el repositorio central de todos los DNS está alojado en trece servidores distribuidos por todo el planeta, para garantizar su seguridad y eficiencia. El país que crea su propio sistema de dominios puede redireccionar cualquier dominio a cualquier lugar, sin que el usuario se de cuenta. Crear una Internet paralela en la que los ciudadanos siguen leyendo la Wikipedia, buscando cosas en Google o leyendo las noticias del New York Times, sin darse cuenta de que los contenidos han sido alterados para satisfacer los propósitos del gobierno ruso.

Algunas de las consecuencias son inmediatamente claras. “Ahora el gobierno podrá censurar el contenido de manera directa o convertir el Internet ruso en un circuito cerrado sin informar a la ciudadanía de lo que está haciendo ni por qué”, declaraba la directora de Human Rights Watch en Europa y Asia Central, Rachel Denber. Pero hay otro problema casi mayor para el resto del mundo: Rusia puede ejecutar un ataque masivo e indiscriminado a las infraestructuras de Internet y blindarse contra él. Un ataque como Wannacry, capaz de bloquear los bancos escandinavos, la seguridad social británica o el servicio de trenes alemán, sin sufrir sus consecuencias. El equivalente a soltar un virus tóxico en el aire y ser el único país vacunado contra él.

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