Con la II República española ocurre como con tantas otras víctimas a las que se culpa de su infortunio. Se la responsabiliza del crimen que acabó con ella. Era una democracia que iba provocando, que había osado instaurar un régimen de libertades en el país más atrasado de Europa. Que quiso modernizar España y convertir a súbditos en ciudadanos. Que dio derechos a quien solo había tenido obligaciones. Fue una república que quiso invertir más en maestros que en militares, y que pagó la osadía con la sangre; con un golpe de Estado, con una guerra que se prolongó artificialmente para consolidar la dictadura que vino después, y que se construyó sobre un genocidio cruel y sistemático.
¿La culpa de ese golpe, de esa guerra, de ese genocidio? “De la República”, repiten los propagandistas del franquismo, que desde el primer momento responsabilizaron al Gobierno legal y legítimo de sus propios crímenes. Especialmente con esa mentira, tan repetida: que esa sublevación militar contra una democracia fue el mal menor para evitar una dictadura comunista. “Aquí se han ocultado las miserias monárquicas en la República, la Guerra Civil y la dictadura y se ha dejado campo libre a la propaganda de Franco”, resume el historiador Ángel Viñas.
Este 14 de abril se cumplen noventa años desde que la primera democracia digna de tal nombre llegara a España. Y en elDiario.es hemos querido repasar ese periodo en un número especial de nuestra revista y fijarnos en sus luces. En lo mucho que hizo la II República por las mujeres, por la educación, por la ciencia, por la cultura, por la modernización de España. Queremos reivindicar un periodo histórico del que se enseña muy poco en las escuelas y que supuso un gran avance en los derechos sociales.
Fue una república imperfecta, pero democrática. Y mejor, en todos los ámbitos, que el régimen anterior –la corrupción sistémica de Alfonso XIII– y el que vino después: la dictadura y la represión franquista.
Fue un proyecto inacabado y con problemas, como lo era la democracia española en 1981, cuando otro golpe de Estado intentó repetir la historia. Pero con más luces que sombras. Fue una república que puso en marcha el proyecto más ambicioso de modernización de la historia de España, un sueño que fue abortado por el golpe de Estado de una parte del ejército, con el respaldo de las potencias fascistas y el ominoso abandono de las democracias occidentales.
Porque la primera democracia española no nació en 1978. Nació en 1931 y fue dinamitada por quienes vieron en ella una amenaza para sus privilegios.
Aún hoy, y por idénticas razones, quieren dinamitar su historia.
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