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El modelo de esponja gigante que ayuda a mitigar el impacto de una DANA en las ciudades

Vista de satélite de la zona devastada por la DANA en Valencia.

Andrés Actis

3 de noviembre de 2024 23:31 h

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En septiembre de 2007, una riada torrencial inundó la ciudad de Alicante y una decena de pueblos linderos. La gota fría provocó el desbordamiento de dos ríos y de varios barrancos de la comarca de la Marina, dejando una postal de destrucción similar a la que la DANA causó esta semana en Valencia. El evento meteorológico interpeló a los ingenieros y técnicos del ayuntamiento de la ciudad y de la empresa a cargo de la gestión del agua. “¿Qué obra de infraestructura podemos llevar a cabo para evitar futuras inundaciones?”, fue la pregunta que se lanzó sobre la mesa durante los años posteriores. En marzo de 2015, Alicante inauguró el primer parque urbano inundable de España.

El proyecto fue ideado por un grupo interdisciplinar de ingenieros y arquitectos. Costó 3,5 millones de euros, cinco veces menos que la otra propuesta que se barajó, un sistema de drenaje con salida al mar, una obra que requería intervenir varios kilómetros de suelo urbano, entre ellos las vías del ferrocarril. El parque inundable se construyó a escasa distancia de la playa de San Juan, en el núcleo de una zona urbana, sobre unos terrenos que, en tiempos pasados, formaban un marjal, una zona húmeda, próxima al mar, con áreas pantanosas cubiertas de vegetación.

El humedal fue alterado y permeabilizado a partir de la segunda mitad del siglo XX con la construcción de grandes desarrollos urbanísticos, lo que ocasionó problemas de drenaje e inundaciones. “Se tomó como ejemplo el funcionamiento ecosistémico del humedal y se ideó, en términos fáciles de explicar, un gran parque, lleno de biodiversidad, con un tanque de tormenta”, explica Luis Rodríguez Robles, exjefe del Servicio y Proyectos del ayuntamiento, partícipe del proyecto.  

En su definición técnica, un parque inundable es una instalación con capacidad para almacenar y retrasar la escorrentía de aguas pluviales en episodios de precipitaciones intensas. “Se trata de una solución basada en la naturaleza que ayuda a que las ciudades se conviertan en esponjas”, describe Miriam García, arquitecta paisajista, fundadora y directora de un laboratorio de diseño urbano sostenible.

El parque La Marjal cuenta con 3,6 hectáreas de superficie inundable con capacidad para atrapar hasta 45.000 m3 de agua. Tiene dos colectores, ubicados en las avenidas adyacentes con tendencia a inundarse, que recogen el agua procedente de las crecidas y la canalizan hasta el tanque del parque. El caudal recogido se deriva luego a la estación depuradora de aguas residuales.

“Funciona. En todos estos años hemos logrado proteger esa zona de la ciudad de los impactos de las lluvias torrenciales”, explican desde la empresa Aguas de Alicante. En agosto de 2019, por ejemplo, Alicante registró su mayor lluvia de verano desde que hay registros. El parque urbano almacenó 22.000 m3 –la mitad de su capacidad máxima–, el equivalente a 12 piscinas olímpicas de dos metros de profundidad.

Además de la función hidráulica, el parque preserva la biodiversidad al servir de refugio para especies de vegetación y avifauna de la región. En estos nueve años, se ha convertido en un punto de descanso para multitud de especies de aves que migran hacia África.

En agosto de 2019 Alicante registró su mayor lluvia de verano desde que hay registros. El parque urbano almacenó 22.000 metros cúbicos –la mitad de su capacidad máxima–, el equivalente a 12 piscinas olímpicas de dos metros de profundidad.

Dos tipos de parques inundables

Miriam García, directora de Landlab, un estudio de Barcelona con varios premios por sus proyectos urbanos resilientes, explica que existen dos tipos de parques inundables: por un lado están los que sirven para retener agua en periodos de inundaciones y desbordamiento de ríos y arroyos, construidos próximos y adyacentes a estos cursos de agua. El Parque del Agua de Zaragoza, que se planificó sobre un antiguo bosque aluvial, ubicado en la margen izquierda del río Ebro, es un ejemplo. “Están construidos próximos y adyacentes a estos cursos de agua, de tal manera que cuando se da una DANA como la de esta semana y sube el caudal del río, se inunda la llanura de inundación. Se logra contener el río y logramos que este inunde donde nosotros queremos”, detalla.

Pero también, agrega esta experta, hay parques inundables dentro de las ciudades que funcionan como sistemas de drenaje sostenible. “Estos parques están pensados para el control de las inundaciones urbanas, cuando las infraestructuras de drenaje no son capaces de soportar más agua de lluvia, algo que también vimos con la DANA de esta semana”, subraya.

El de Alicante es el ejemplo más conocido. Pero hay otros más pequeños, como la plaza de Enric Granados, en Barcelona. En el marco del Programa Supermanzanas, este espacio verde sumó unos tanques para almacenar el agua de lluvia, que permiten amortiguar el 89% de una escorrentía superficial. ¿Por qué estos proyectos no están extendidos por todo el país? “Por las disputas por el suelo”, responde García.

“Un parque inundable tiene poco de negocio. Ocupa un espacio en la ciudad que, por lo general, se intenta rentabilizar con proyectos urbanizables. A la hora de buscar soluciones hídricas, las administraciones públicas buscan atajos, mecanismos más rápidos y tradicionales. El problema es que estos atajos se planifican para unos parámetros de lluvias. Cuando llueve mucho más de lo calculado, las obras fallan y estamos frente a catástrofes”, explica.

“Un parque inundable tiene poco de negocio. Ocupa un espacio en la ciudad que, por lo general, se intenta rentabilizar con proyectos urbanizables. A la hora de buscar soluciones hídricas, las administraciones públicas buscan atajos. El problema es que estos atajos se planifican para unos parámetros de lluvias. Cuando llueve mucho más de lo calculado, las obras fallan y estamos frente a catástrofes

Miriam García Directora del estudio LandLab de Barcelona

La poca regulación urbanística en zonas inundables –las provincias de Valencia, Alicante y Murcia tienen 280.000 viviendas en estos terrenos– es “otro problema”, dice la arquitecta. La nueva realidad climática, con eventos de precipitaciones cada vez más extremos, debería estar generando “un replanteo de los suelos urbanizables en llanuras de inundación”.

“Tendríamos que estar quitando estos proyectos de urbanización y haciendo parques periurbanos inundables a la entrada de las ciudades. Lamentablemente seguimos apostando por el hormigón”, lamenta García.

Un parque inundable para Los Alcázares, en Murcia

Javier Sánchez es subdirector general de Protección de las Aguas y Gestión de Riesgos, oficina que depende del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). Es uno de los ingenieros que ha participado de un proyecto de parque inundable en Murcia que ya tiene todos los permisos administrativos y pendiente de licitación.

Según el mapa que identifica las Áreas de Riesgo Potencial Significativo de Inundación (ARPSI), Los Alcázares (19.000 habitantes), a la vera del Mar Menor, es uno de los pueblos del país con mayor riesgo de sufrir severas inundaciones.

La última catástrofe ocurrió en septiembre de 2019, cuando el agua sepultó su casco histórico. Para evitar que el drama se repita, el Gobierno diseñó un parque inundable en 29 hectáreas de suelo agrícola.

El futuro parque será capaz de contener hasta 400.000 metros cúbicos de agua. Se construirá un sistema de cuatro canales para conducir de forma ordenada las primeras aguas de escorrentía en un episodio de fuertes lluvias. Se reverdecerán todos los márgenes (se plantarán un 45% más de ejemplares arbóreos) y se colocará un pavimento impermeable capaz de soportar los mayores escorrentías.

El funcionario cuenta que, en un primer momento, el proyecto generó mucho rechazo en las autoridades políticas del pueblo. “Hemos tenido que convencer a mucha gente. Me animo a decir que el 99% de los alcaldes está convencido que limpiando los ríos y haciendo algunos pantanos se elimina el riesgo de inundación. Nos piden limpiar y arrasar toda la zona para dejar los ríos como canales. Es lo que no hay que hacer. Hay que plantar árboles y recuperar espacios, aumentar la vegetación de ribera, incrementar la biodiversidad y lograr ciudades más permeables con drenajes urbanos sostenibles”, resume.

Algunos reparos

José Damián Ruiz es catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga y especialista en recursos hídricos. A su juicio, un parque inundable “tiene sentido” en determinados territorios.

“No se trata de una solución universal. La clave es dónde se puede construir un parque inundable. La configuración geomorfológica y orográfica es un factor determinante”, explica. El proyecto de Murcia, aclara, sería imposible en Málaga –otra provincia que sufrió el impacto de la DANA– con una montaña que precipita al mar. 

“Las escorrentías llevan una aceleración espectacular. Con esta capacidad de arrastre no se puede simplemente delimitar una zona para hacer un parque inundable con tanques de acopio. Cada sitio tiene su solución hídrica. Ojo con caer en una generalidad”, aclara.

Para Ricardo Aliod, profesor de Ingeniería Hidráulica y del Riego en la Escuela de Agrónomos de Huesca y miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua, ni los parques inundables ni ninguna otra medida de adaptación urbana tiene eficacia ante una DANA como la que ha azotado Valencia. 

“No hay protección posible ante un evento así”, señala. En su opinión, quienes toman las decisiones siguen ignorando las causas que, en todo el mundo, están intensificando los fenómenos meteorológicos extremos. “Se valora que los impactos económicos de reducir las emisiones son menores que los daños materiales y que las vidas humanas. La adaptación, entonces, se hace cada vez más difícil”, lamenta.

“Me pregunto: ¿cuántos de los agricultores de Almería que esta semana vieron sus invernaderos arrasados por el pedrisco sostienen que la culpa la tiene la Agenda 2030 y el ecologismo?”. Como experto en materia hídrica, Aliod celebra los proyectos urbanísticos con sistemas de drenaje sostenible. Pero insiste en que primero hay que poner el foco en las causas de la emergencia climática: “Ojo con crear falsos placebos”.

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