“Seguramente este es el sino de la izquierda: conforme va consiguiendo sus objetivos, tiene que moderar sus posiciones ideológicas de partida. Es decir, la socialdemocracia contribuye a modificar la realidad con sus políticas y, cuando lo consigue, tiene que revisar sus propuestas.”
La socialdemocracia no está en crisis. En todo caso se está adaptando a las nuevas circunstancias, proceso que ya habría llevado a cabo en otras etapas de sus evolución ideológica.
Este es el punto de partida del libro La crisis de la socialdemocracia: ¿qué crisis?, en el que Ignacio Urquizu analiza las diferentes cambios experimentados por la socialdemocracia, y argumenta que los motivos de dichos cambios responden a las circunstancias de cada momento. El análisis, que huye de enfoques historicistas y normativos, usa la evidencia empírica para explicarnos las claves que rodean las distintas etapas de la agenda programática de la izquierda.
La primera de estas etapas es su integración, a principios del siglo XX, en un sistema político y económico que inicialmente rechazaba. Ello obligó a la socialdemocracia a renunciar a parte de sus posiciones ideológicas. Este hecho la dejó huérfana de ideas hasta que la crisis de 1929 le permitió convertir sus propuestas económicas y sociales en hegemónicas. La aplicación de las políticas keynesianas fue la estrategia económica dominante –utilizada incluso por los conservadores- hasta la década de los setenta.
De nuevo, una crisis económica provocó un vuelco en la batalla de las ideas y puso fin a la segunda etapa, la conocida como edad de oro de la socialdemocracia. Los monetaristas construyeron el sustento teórico para las reformas conservadores que se llevarían a cabo a partir de entonces. Los partidos socialistas continuaron con un modelo económico propio que aún sin ser protagonista durante la década de los ochenta se aplicó en distintos países como España. En los noventa, y con la llegada de corrientes de pensamiento como la Tercera Vía, las fuerzas socialdemócratas se aproximaron en exceso a posiciones conservadoras. Es la tercera etapa, que Przeworski bautizó como de la “resiganción”.
La capacidad de adaptación a las circunstancias es inherente al desarrollo del proyecto político de la socialdemocracia. En este sentido, el autor nos propone los tres retos a los que dicho proyecto deberá enfrentarse para hacer frente a la situación actual y recuperar mayor protagonismo en el plano político e ideológico.
El primer reto de la socialdemocracia es establecer un cambio profundo en el poder político y en la toma de decisiones. Siguiendo la senda de autores como Sánchez-Cuenca o Rodrik, Urquizu llega a la conclusión de que lo que está en crisis no es la socialdemocracia, sino la propia democracia. Por ello opina que es prioritario recuperar el espacio que perdieron el autogobierno y las instituciones representativas. Si la izquierda no es capaz de aportar soluciones al creciente vaciamiento de poder de dichas instituciones, tendrá serias dificultades para desarrollar su proyecto político.
El segundo reto es un paquete de propuestas económicas. La recuperación de la agenda de regulación de los mercados se presenta como una medida urgente, así como la necesidad de definir el modelo económico sobre el que se asentará el crecimiento en las próximas décadas, probablemente a partir de las políticas de oferta y de mejora de la productividad.
Y tercero, repensar el modelo del bienestar garantizando su viabilidad futura y revisando la capacidad redistributiva del gasto social. Quizás haya llegado el momento de replantearse la idea de que la redistribución se produce sólo a través del gasto público y no con los sistemas impositivos. El debate sobre la capacidad redistributiva del Estado del Bienestar se está llevando a cabo en distintos centros de pensamiento, y Agenda Pública también tiene voluntad de participar publicando artículos como el de ésta misma semana de José Fernández-Albertos sobre Predistribución.
En definitiva, Urquizu nos da las claves para entender qué izquierda es posible en estos momentos. Partiendo del estudio de su evolución ideológica, así como de los factores externos que han contribuido a ella, el libro nos ayuda a construirnos un mapa global de dónde se encuentra la socialdemocracia y cuáles son las decisiones y los retos que debe enfrentar.
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