Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.
Igualdad de género: más fecundidad y mejor economía
El reparto de tiempos está influido por los papeles de género y se convierte en un hándicap continuo para el empleo de las mujeres. A ellas se les asocia la etiqueta de menos disponibles y la consideración de mayor riesgo relacionado tanto con la maternidad como con las actividades de maternaje. La mayor dedicación de las mujeres al cuidado infantil durante los primeros años tras el nacimiento de un/a hijo/a (sobre todo mientras no se da la escolarización) y la falta de políticas públicas eficientes para atender la responsabilidad social de los tiempos y necesidades de cuidado son factores explicativos de la penalización sobre el empleo de las mujeres.
El efecto de los estereotipos asociados a la maternidad –patriarcal– se traslada directamente a las tasas de empleo femenino, en forma de reducción de horas de trabajo remunerado, lo cual origina una penalización que se inicia con la pérdida de ingresos durante el período de interrupción laboral, así como la profundización de la brecha salarial durante toda la vida laboral, la consiguiente merma de derechos económicos futuros (menores prestaciones económicas contributivas, como revela la brecha de género de las pensiones –34% en España en 2014–) y la mayor incidencia del riesgo de pobreza –monetaria y de tiempo– sobre las mujeres. Esta secuencia está contrastada estadísticamente, por lo que resulta sospechoso que en los últimos años se haya reactivado el enfoque maternalista de las políticas públicas, alentando a una mayor ausencia de las mujeres del mercado de trabajo para el cuidado de su bebé.
El empleo de las mujeres puede actuar como elemento facilitador del desarrollo demográfico, sobre todo cuando se dan otros factores que inciden en la igualdad de género. De todos ellos, algunos tienen una especial relevancia: 1) Efecto sustitución del salario de las mujeres; es decir, que la decisión de ser o no ser madre no suponga tener que asumir una pérdida monetaria que acentúe el riesgo de pobreza relativa o las subsuma en una involución de dependencia económica. 2) Existencia de servicios para el cuidado y atención infantil (childcare) suficientes y accesibles, teniendo en cuenta que a mayor precio de los servicios de cuidado, menor acceso y participación, y menor es también la probabilidad de que influya positivamente alentando nuevos nacimientos. 3) Disponibilidad de tiempos para el cuidado, la crianza, el desarrollo profesional y emocional. 4) Implicación de los hombres en las responsabilidades del cuidado.
Según cuál sea la combinación de los cuatro factores mencionados, se posibilitarán unos efectos determinados u otros. Lo que parece evidente es que a mayor igualdad de género, mejor comportamiento de la fecundidad y, por lo tanto, de la sostenibilidad económica y demográfica.
DESEQUILIBRIOS
El análisis comparado del sistema de permisos por nacimiento –maternidad, paternidad y parental– en 27 países europeos (25 países de la UE, Islandia y Noruega) permite profundizar en la potencialidad para transformar los desequilibrios de género. A través de esta pieza de políticas públicas se regulan aspectos básicos que inciden en la conciliación de las responsabilidades derivadas del trabajo remunerado y de las responsabilidades familiares, focalizadas en el cuidado infantil; por ello sus implicaciones y efectos se trasladan a la economía y a la sociedad en su conjunto.
Numerosos estudios revelan ya que cuanto más equitativa es la distribución del permiso parental en una familia biparental, más igualdad de género existe en la toma de decisiones; y a mayor implicación de los hombres-padres en el cuidado infantil, menor es el tiempo semanal que pasan en su puesto de trabajo, lo cual, en cierto sentido, diluye parcialmente el efecto penalizador sobre el empleo de las mujeres.
Esta potencialidad género-transformativa de los permisos por nacimiento tiene su máximo nivel en los permisos iguales, intransferibles y bien remunerados –100% del salario–; algo que se sigue resistiendo en el ámbito europeo, en donde la mayoría de los países continúan desarrollando un enfoque maternalista, con escasa capacidad transformadora de las normas sociales de género implícita en la configuración actual de los sistemas de permisos por nacimiento. Sólo tres países presentan una orientación favorable a la igualdad de género: Islandia, Noruega y Portugal.
*Carmen Castro García es doctora en Economía y asesora de políticas para igualdad de género.
[Este artículo ha sido publicado en el número de mayo de la revista Alternativas Económicas y forma parte de un dossier dedicado a la atención a la primera infancia. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
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