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La inserción laboral de personas con trastornos mentales

Escribía Virgina Woolf en su diario el 18 de enero de 1915: “El futuro es oscuro, que es, en general, lo mejor que el futuro puede ser”. Hacía esta desolada afirmación menos de seis meses después de protagonizar un intento de suicidio, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. Detonantes externos, como la terrible guerra (en este caso la Segunda Guerra Mundial), el caos económico y la inestabilidad europea, así como su propia fragilidad mental la condujeron a acabar con su vida un frío mes de marzo de 1941. Así somos los seres humanos, una confluencia de situaciones externas que nos afectan profundamente, sumadas a nuestros propios miedos, ansiedades o sueños. 

Salvando todas las distancias, los complejos factores que afectaron a una gran escritora como Virginia Woolf están también presentes en las vidas cotidianas de cada uno de nosotros. Cada vez hay más datos que muestran que la desigualdad socioeconómica reduce significativamente el bienestar de la población. Las personas con menor nivel adquisitivo ven aumentados sus niveles de ansiedad y depresión al tiempo que baja su autoestima y confianza en sus posibilidades de futuro. Hace poco el profesor británico Richard Wilkison presentaba en Zaragoza su libro The inner level, del que es coautor junto con Kate Pickett. Wilkison destacó precisamente estos resultados que muestran que en las sociedades menos igualitarias la ciudadanía goza de peor salud que en aquellas que distribuyen mejor su riqueza.

En la ciudad de Barcelona la crisis de los últimos años ha dejado también un rastro preocupante en cuanto a los niveles de salud en general y de salud mental en particular. La pobreza, el desempleo y las medidas de austeridad han tenido un fuerte impacto en la disminución del bienestar y el incremento de riesgos psicosociales. Ansiedad, depresión, insomnio, así como trastornos alimentarios como efectos colaterales, han conducido al Ayuntamiento a preocuparse, y ocuparse, de este tema de forma intensiva y global. Una muestra es Barcelona Activa, la agencia municipal de desarrollo local, que nunca había incorporado programas con relación a la salud mental de sus usuarios y usuarias y que ahora ha implementado una serie de programas para colaborar con la comisionada de Salud del Ayuntamiento en la implementación del Plan de Salud Mental de la ciudad.

Barcelona Activa ha abierto hace unos meses cuatro puntos de información e inserción laboral para jóvenes con sufrimiento psicológico en los distritos con menor renta, mayor nivel de desempleo y con baja formación o estudios. El programa A prop Jove (la traducción significa algo así como cerca del joven) ha atendido desde su apertura a 223 jóvenes de los cuales 82 ya tienen un contrato laboral. El proceso por el que pasan y conseguir un empleo les hace ganar en satisfacción y confianza, a la vez que, en términos generales, se evita el estigma que suele acompañar a un trastorno mental, que resulta especialmente significativo entre la juventud, sobre todo cuando se están dando los primeros pasos en el mundo laboral.

De igual relevancia es dar prioridad a mejorar la prevención. Resulta imprescindible establecer alertas antes de que se desarrollen las situaciones de peligro que conlleven algún trastorno, especialmente con aquellas personas más vulnerables o que presentan signos de mayor inestabilidad, que muy a menudo suelen ser también personas jóvenes en situación de desempleo. Por eso hemos focalizado nuestras acciones en este colectivo, desarmado ante la crisis.

Servicios integrados

Pero no podemos olvidar a las personas mayores de 45 años, las grandes damnificadas por la crisis y el desempleo de larga duración. También entre ellas se han incrementado exponencialmente los síntomas de trastornos ansiosos y depresivos. Por ello, estamos facilitando económicamente que entidades expertas puedan desarrollar servicios de inserción laboral para este colectivo en Nou Barris y Sants, dos de los distritos de la ciudad más necesitados, y no descartamos ampliar estas ayudas más adelante a otras zonas de Barcelona. 

Todos estos dispositivos se encuentran dentro de las mismas instalaciones de búsqueda de empleo o de atención a empresas. Es decir, no abrimos puntos de atención de salud mental, sino que los servicios están integrados de una forma natural y con actividades de diversa índole y orientación, para que no se perciban como algo apartado ni separado del resto de nuestros servicios ni de las actividades de la población general. 

También las entidades especialistas tienen un papel relevante, ya que se asocian con nosotros para ofrecer aquellos recursos e instrumentos que permitan a las personas superar sus miedos o adversidades. Puede ser a través de un grupo de apoyo emocional o tal vez mediante programas proactivos que protejan a las personas de hechos traumáticos o de situaciones de estrés continuado. Lo vital es que estas acciones permitan paulatinamente revertir una situación difícil tanto en el ámbito familiar como en el individual. En otras palabras, que sea un halo de esperanza para vislumbrar un futuro menos oscuro y cambiar la situación que un día dibujó Virginia Woolf. 

Lo cierto es que cada vez más se conocen mejor cuáles son los factores de vulnerabilidad con relación a la salud mental, así como los factores de protección. Este conocimiento permite a las instituciones fundamentar las intervenciones y las prioridades. En el ámbito comunitario, un eje clave son las interacciones sociales y la oportunidad de que las personas se sientan activas y con vínculos y pertenencia a grupos. Es igual de importante miremos el rango de edad que miremos.  

Todo ello, sin relegar a las personas que proceden de otros países, las cuales afrontan igualmente retos singulares que muchas veces también se traducen en importantes situaciones de malestar emocional, como casos de depresión, ansiedad u otros trastornos psicológicos, por lo que del mismo modo escuchamos y seguimos de cerca sus necesidades y su desarrollo en sociedad.

La diversidad ha de verse como una riqueza y nunca como una flaqueza o signo de desestabilizar ni a una sola persona ni a la comunidad. Y las empresas tienen cada vez más en cuenta este factor, ya que de algún modo también está en su poder la integración, la sensibilización, y en deshacer cualquier estigma.

En algún momento deberíamos recordar lo siguiente: tener un problema de salud mental no es una cosa extraña, es algo habitual y común. Una de cada cuatro personas tendrá un problema derivado de este tipo durante su vida. De hecho, los trastornos de salud mental han aumentado en un 20% durante la última década y no se prevé una reducción, al menos, a corto plazo. Dado que el ámbito laboral puede ser un potenciador de bienestar o un activador de malestar, siempre trabajaremos para que sea lo primero.

Sin embargo, somos conscientes de que cualquier persona es susceptible de sufrir psicológicamente si no mejora la calidad del empleo, si vive inmersa en la precariedad. Las personas necesitamos una mínima seguridad material que garantice nuestra existencia. Por ello desde Barcelona Activa estamos apostando por que se realice el debate que pueda ayudar a la implantación de una renta básica universal. Mientras llega, hemos decidido modificar drásticamente nuestros criterios de intermediación: hemos decidido colaborar solo con las empresas que ofertan puestos de trabajo con un sueldo mínimo de 1.000 euros mensuales y que ofrezcan contratos de más de seis meses. Esas son medidas necesarias para contribuir a erradicar la pobreza.

En definitiva, en Barcelona Activa creemos que vale la pena reivindicar más y mejor empleo, mejores sueldos y contratos más estables, mejor salud y menos estigmatización. Todas ellas son condiciones imprescindibles para el bienestar, la salud mental y el logro de un futuro un poco menos oscuro.

Sara Berbel Sánchez es directora general de Barcelona Activa.

[Este artículo ha sido publicado en el número 64 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

Escribía Virgina Woolf en su diario el 18 de enero de 1915: “El futuro es oscuro, que es, en general, lo mejor que el futuro puede ser”. Hacía esta desolada afirmación menos de seis meses después de protagonizar un intento de suicidio, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. Detonantes externos, como la terrible guerra (en este caso la Segunda Guerra Mundial), el caos económico y la inestabilidad europea, así como su propia fragilidad mental la condujeron a acabar con su vida un frío mes de marzo de 1941. Así somos los seres humanos, una confluencia de situaciones externas que nos afectan profundamente, sumadas a nuestros propios miedos, ansiedades o sueños. 

Salvando todas las distancias, los complejos factores que afectaron a una gran escritora como Virginia Woolf están también presentes en las vidas cotidianas de cada uno de nosotros. Cada vez hay más datos que muestran que la desigualdad socioeconómica reduce significativamente el bienestar de la población. Las personas con menor nivel adquisitivo ven aumentados sus niveles de ansiedad y depresión al tiempo que baja su autoestima y confianza en sus posibilidades de futuro. Hace poco el profesor británico Richard Wilkison presentaba en Zaragoza su libro The inner level, del que es coautor junto con Kate Pickett. Wilkison destacó precisamente estos resultados que muestran que en las sociedades menos igualitarias la ciudadanía goza de peor salud que en aquellas que distribuyen mejor su riqueza.