Yesica tendría que estar sonriendo, entusiasmada, de fiesta. Habiendo terminado el curso escolar con excelentes calificaciones, debería estar preparándose para pasar los largos días del verano en la playa con sus amistades. Pero esta muchacha de 13 años no mostraba alegría veraniega cuando hablé con ella el sábado en Laguna Salada, una localidad de la provincia de Valverde, al norte de República Dominicana. “¿Vacaciones de verano?”, preguntaba en voz alta sin esperanza, con una expresión llena de tristeza. El año que viene, Yesica no podrá ir a la escuela. La semana pasada le dijeron que no se le matriculará en el colegio porque no tiene documentos de identidad en su propio país.
Cuando Yesica nació en República Dominicana en 2001, las autoridades dijeron a su padre que su nacionalidad haitiana era motivo suficiente para denegar a su hija el certificado de nacimiento y, a su vez, los documentos de identidad. La decisión de dejar sin escolarizar a una excelente estudiante cayó como una bomba, y Yesica y su padre tratan de encontrar respuestas.
“Quiero seguir estudiando. Seré muy triste si no puedo seguir”, afirmó Yesica.
Seguir con su formación es la mejor oportunidad que tiene para salir del círculo vicioso de la exclusión y de la pobreza extrema en el que ella y su familia llevan atrapados toda la vida. Sin educación, su futuro es tan incierto que resulta aterrador. El gobierno dominicano está destrozando las esperanzas de Yesica a causa de su origen haitiano, aunque ella nació en República Dominicana. A partir del próximo mes de septiembre se quedará en casa, según me contó, y no podrá avanzar.
“Me siento triste si me hija no puede seguir estudiando. Quisiera que pueda ir a la universidad, echar pa'lante”, me dijo el padre de Yesica.
Decenas de historias
La trágica historia de Yesica se repite una y otra vez por toda República Dominicana. Ella es una de las miles de personas dominicanas de ascendencia haitiana que llevan décadas sufriendo una brutal discriminación en su propio país.
Al denegar certificados de nacimiento y documentos de identidad a las personas cuyos progenitores son haitianos, las autoridades de República Dominicana les han restringido durante décadas el acceso a la escuela, a la asistencia médica y al empleo.
Y, en un escandaloso paso que dieron en septiembre de 2013, las autoridades establecieron que las personas cuyos progenitores o abuelos sean haitianos indocumentados pueden perder su nacionalidad dominicana de forma inmediata, convirtiéndolas en apátridas y con riesgo de expulsión del país. Esta decisión se aplicó con carácter retroactivo hasta 1929.
Para decenas de mujeres y hombres con quienes hablé, no tener un papel implica que los derechos humanos humanos más básicos quedan completamente fuera de su alcance.
China nació en República Dominicana en el año 2000. Apenas me hablaba cuando la conocí y, al principio, pensé que era extremadamente tímida. Pero, unos minutos más tarde, me di cuenta de que le dolía mucho una quemadura grave que tenía en el brazo. Entonces, su familia me contó que esa mañana se le había caído por accidente aceite hirviendo en el brazo mientras freía unos huevos. La llevaron inmediatamente al hospital más cercano, pero los mandaron de vuelta a casa. El personal del hospital se negó a atenderla porque no tenía documentos de identidad.
Para Gisel, madre soltera de cinco hijos, la falta de un documento de identidad le supone no poder encontrar un trabajo adecuado para mantener a su familia. Nació cerca de San Pedro de Macorís en 1979, pero tampoco la inscribieron en el registro porque su padre y su madre eran haitianos.
Gisel quiere poner en marcha un pequeño negocio para poder mantener mejor a sus hijos, pero sin documento de identidad no puede abrir una cuenta bancaria, por no hablar de pedir un préstamo. “Siento mucha impotencia de no poder hacer nada”, me dijo.
La cuenta atrás avanza tan rápido que para Yesica, China, Gisel y miles de personas como ellas por todo el país, el futuro resulta aterrador.
Pedimos al presidente Danilo Medina que garantice que las personas nacidas en República Dominicana y convertidas en apátridas en 2013 no serán expulsadas a un país que no es el suyo, y que su vida en República Dominicana se desbloqueará sin más demora. Cualquier otra actitud significa simplemente jugar con la vida de las personas.
Yesica tendría que estar sonriendo, entusiasmada, de fiesta. Habiendo terminado el curso escolar con excelentes calificaciones, debería estar preparándose para pasar los largos días del verano en la playa con sus amistades. Pero esta muchacha de 13 años no mostraba alegría veraniega cuando hablé con ella el sábado en Laguna Salada, una localidad de la provincia de Valverde, al norte de República Dominicana. “¿Vacaciones de verano?”, preguntaba en voz alta sin esperanza, con una expresión llena de tristeza. El año que viene, Yesica no podrá ir a la escuela. La semana pasada le dijeron que no se le matriculará en el colegio porque no tiene documentos de identidad en su propio país.
Cuando Yesica nació en República Dominicana en 2001, las autoridades dijeron a su padre que su nacionalidad haitiana era motivo suficiente para denegar a su hija el certificado de nacimiento y, a su vez, los documentos de identidad. La decisión de dejar sin escolarizar a una excelente estudiante cayó como una bomba, y Yesica y su padre tratan de encontrar respuestas.