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Caddy Adzuba: “Un periodista es un activista”

Caddy Adzuba, en el rectorado de la UMA | N.C.

Néstor Cenizo

Caddy Adzuba (Bukavu, República Democrática del Congo, 1981) es, ante todo, activista: trabaja como periodista en Radio Okapi, un proyecto auspiciado por la Misión de Naciones Unidas en su país, pero tiene claro que su misión como periodista es facilitar la paz. La historia reciente y la sensación de estar sentado sobre una tierra inestable que muchos codician explican que Adzuba condicione el desempeño de su trabajo a ese fin.

Ahora expliquemos el contexto: el Congo fue desde 1885 una propiedad privada de Leopoldo II, que esquilmó sus inmensas riquezas naturales y sometió a la población a un régimen esclavista brutal. Cuando el rey transmitió su dominio a Bélgica, como quien hace una donación privada, la situación mejoró algo: Tintín en el Congo es un ejemplo gráfico del apartheid legal y paternalista resultante.

Las cosas no mejoraron en la segunda mitad del siglo. Después de su independencia, en 1960, la República Democrática del Congo (antes Zaire) sufrió primero a un dirigente brutal y corrupto (Mobutu Sese Seko) y después se desangró en una guerra civil en la que se implicaron los países limítrofes. Según los cálculos de Cruz Roja Internacional, entre 3,4 y 4,4 millones de personas murieron en la Segunda Guerra del Congo (muchas por hambre y enfermedades) entre 1998 a 2003, cuando (en teoría) terminó la guerra. El conflicto generó 5,4 millones de refugiados, según el informe del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados. Es imposible saber cuántas mujeres fueron violadas: la violación se convirtió en un arma de guerra.

Desde 2003 el país vive en un estado de tensa calma, aguijoneada aquí y allá por conflictos localizados que tienen mucho que ver con los fabulosos recursos minerales del país. Desde 2001 gobierna Joseph Kabila, que sustituyó en la presidencia a su padre asesinado, Laurent Kabila, y ganador de las elecciones de 2006 y 2011.

Es en este contexto en el que Adzuba, periodista, defiende que un periodista es también activista. Adzuba, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014, se presentó a la cita con un corazón dorado colgando en su cuello. Visitó Málaga para celebrar el Día Mundial de la Libertad de Prensa, invitada por la cátedra Unesco de la Universidad de Málaga

¿Cuál es el papel del periodista en el siglo XXI?

Yo estoy decepcionada. Tenemos un papel muy importante porque estamos entre la sociedad y el poder. Los periodistas deben jugar un papel de catalizadores, para evitar el conflicto, llevar a la sociedad al desarrollo y por el respeto de los derechos humanos. Pero desgraciadamente los periodistas y los medios son un arma de doble filo, y los medios están del lado más cortante. De hecho, los medios están ahí para envenenar las cosas, para arrojar gasolina al fuego. No cumplen bien su papel de cuarto poder. Deberían ser quienes procuraran que los gobiernos y sus sociedades se entiendan.

¿El periodista debe proponer soluciones?

En condiciones normales, deberíamos aplicar el principio básico del periodismo: ser observadores para contar aquello que pasa. Pero debemos evolucionar, porque el mundo va mal y ya hemos visto el impacto de los medios en la sociedad. Así que debemos estar del lado de la búsqueda de la solución y no permanecer parados contando las cosas.

¿Cuál cree que es entonces la línea que separa el activismo del periodismo?

¡Es que un periodista es un activista! Porque nunca somos neutrales en la vida, nos involucramos. Eso de que un periodista debe ser neutro y no ser un activista es lo que nos enseñan en la teoría, pero en este mundo no existe la neutralidad. Siempre hay una mirada, y hay que tener la mirada de la paz, de la búsqueda de la solución. No somos activistas en la calle o con pancartas, pero podemos ser activistas con un periodismo positivo que lleve a un cambio social. Yo estoy en campaña por que todos los periodistas trabajen por la paz. No podemos ser neutrales, sino posicionarnos por el respeto de los derechos humanos y de la ley. Así que somos activistas por la paz.

Puede haber visiones contrapuestas de cómo alcanzar ese fin…

Sin duda. Pero siempre sin violencia. Un periodista debe trabajar siempre por la no violencia. Todo lo que hacemos es para sensibilizar para la paz. Yo trabajo con Radio Okapi, que tiene una línea editorial que es la paz. Hago coberturas de conflicto y todos los reportajes posibles, pero el núcleo de mi trabajo es la paz. Por ejemplo: si hay un conflicto entre musulmanes y cristianos, y hay 15 cristianos asesinados por musulmanes, yo, como periodista, debo informar de los hechos. La teoría dice que debo decir que hay 15 personas asesinadas y que los sospechosos son musulmanes. Esos son los hechos. Pero yo, como periodista de paz, debo reflexionar de las consecuencias de los hechos que cuento. Si cuento los hechos exactamente tal y como han sucedido los cristianos querrán vengarse, y tendremos guerra. Para evitar el conflicto, ¿qué debo hacer? Debo decir que hay 15 personas que han sido asesinadas por un grupo de hombres que habitan en tal comunidad, que no son conocidos y que la Justicia debe hacer su trabajo.

¿Y si son conocidos?

Son conocidos, pero no decimos que son musulmanes. Son conocidos en la comunidad. No estamos obligados a contar que vienen de tal comunidad. Eso va a crear conflicto. Es un modo de facilitar la Justicia. Habilitar a los investigadores y parar las masacres. Yo voy a la Justicia o a la Policía para preguntar: “¿Habéis conseguido identificar a los responsables?”. Me dicen que sí, que los han detenido, y entonces pido a la Policía que sensibilice a la población para que diga: “Atención a los que quieren venganza: están en el punto de mira de la Policía y serán arrestados”. Mi papel es evitar el conflicto.

¿Sigue percibiendo los estereotipos sobre África cuando viene a Europa?

Sí. Le pongo un ejemplo banal. Me siguen impresionando los carteles de niños africanos, con moscas sobre la nariz, la ropa agujereada, delgadísimos… Si pregunta a mi hermano pequeño si ha visto eso, le dirá que no lo ha visto jamás, que esa no es el África que conoce. Se busca provocar, buscando realidades que no son verdaderas. Tomemos el ejemplo de Europa: ¿qué enseña la televisión europea en África? Que la vida es bella, que es el paraíso. Todo el mundo tiene trabajo y una casa preciosa, y un salario de 10.000 euros al mes. Pero en Europa también hay vagabundos y gente sin techo.

La cuestión es que a Europa llegan pocas noticias sobre República Democrática del Congo, y casi siempre condicionadas por una catástrofe o una enfermedad…

Aunque sólo haya una noticia al año, hay que trabajar esa noticia a fondo, mostrar toda la realidad, no quedarse con un minuto para decir: 150 muertos, el Gobierno no hace nada… Hay que contar una historia, en 30 minutos, de por qué hay guerra y responder a las cinco preguntas: qué, quién, cuándo, cómo, por qué. Al menos eso. Y eso falta, no se analiza por qué pasa lo que pasa. Si se hiciera, se comprendería que la causa está en Europa. El conflicto en el Congo lo han creado los europeos por una cuestión económica, y para eso financian a los grupos rebeldes. Es la mano invisible detrás de esta guerra. Si la sociedad sólo escucha que hay 150 muertos en una guerra, sólo tendrá eso en la cabeza. Estamos trabajando con un grupo de reflexión de periodistas africanos y europeos, sobre todo francófonos, para hacer un Congreso Internacional que tenga como fin romper los estereotipos.

Usted denuncia el interés de los países occidentales en el coltán como causa de los actuales conflictos.

El problema es la Europa que quiere conservar su tren de vida. Seguir siendo los más desarrollados, con la última tecnología… pero no tiene los recursos para ello, que están en África. Ese es el núcleo del conflicto. Para tener un teléfono inteligente hace falta tener coltán, y el mejor está en África. Lo malo es que no se respeta los derechos humanos y se aprovechan de la idiocia de África. Me duele decir esto, llamar a mis hermanos idiotas, pero soy muy directa cuando hablo de esto. La ingenuidad del pueblo africano no es normal. Hay una Europa que quiere continuar controlando el mundo. Es una colonización de otra forma, que trata de enfrentar a los africanos entre ellos para aprovechar sus riquezas. Para meter mano al petróleo libio las autoridades europeas crearon una historia sobre Gadaffi. Lo mismo ocurrió en Irak y Sadam Hussein. Son maniobras despreciables, pero en África la sociedad civil empieza a comprender esto, y empieza a trabajar para reeducar a las nuevas generaciones.

¿Quiénes son los propietarios del coltán?

La comunidad. Los pueblos. Son recursos públicos, pero hay un problema. Yo compré una parcela para construir mi casa, y encontré debajo una veta. Eso pasa. Cuando llueve, debajo de la tierra, puedes ver el oro. Mi país es increíble. Hay partes donde se ha determinado que hay coltán, y debajo de las casas hay minas. Cuando lo comprueban, las empresas mineras occidentales echan a la gente de sus casas, sin respetar sus derechos y sin contrapartida. Yo gasté 300.000 dólares para construir mi casa, pero se provoca un conflicto para que sea refugiada en mi propio país y me vaya de mi pueblo. Y se instalan allí con sus máquinas: los canadienses, los chinos, los franceses…

Usted estudió derecho y ejerce como periodista. ¿África necesita más leyes o más información?

Las leyes están. Se necesita más información. Y más educación: de los africanos para que pueden apropiarse de su riqueza, y de los occidentales para que respeten los límites y aprendan a vivir con los demás, porque el mundo no pertenece a los occidentales. Y que sepan que si quieren coltán deben negociar, respetar los contratos y conversar con los africanos de igual a igual.

Hace 16 años que empezó a emitir Radio Okapi. ¿Ha contribuido a cambiar la sociedad congoleña?

Ha tenido una contribución muy importante para resolver los conflictos. Yo no puedo trabajar como periodista dejando de ser activista y eso es Radio Okapi. Nos hemos centrado en la paz, en la reconciliación, y hemos llevado a la población a convivir, a dialogar con las autoridades y a trabajar por la paz. Hemos conseguido que no haya conflictos intercomunitarios, y hemos sentado en la misma mesa a las autoridades y la población, lo que era difícil durante la guerra. Gracias a Radio Okapi hemos conseguido informar a toda la población congoleña, que son 80 millones de habitantes.  

Usted habla del feminicidio como estrategia de guerra…feminicidio como estrategia de guerra

Para que no sea tan cara, tenemos la impresión de que quienes hicieron la guerra en Congo pensaron otras formas. Estudiaron nuestra sociedad, en la que culturalmente es muy importante la mujer, que está en el corazón de familia, que a su vez es el núcleo de la comunidad. Cuando se rompe una unidad familiar se rompe la comunidad entera. Cuando se priva a un niño de su madre, o el marido de su mujer, ya no pueden hacer nada. Así que pensaron que hay que romper la familia, a través de la mujer. Violar una mujer en nuestra cultura es inconcebible, a la mujer violada ya no se le acepta. Así que decidieron hacer la guerra violando a las mujeres, de modo que estas se separan de su marido y este ya no puede hacer nada.

Cuando se le dice en el frente que han violado a su mujer, vuelve a casa y si se encuentra esa situación, se acabó. De esa forma neutralizó al ejército: violaron a las mujeres que se quedaron en sus casas, y secuestraron a los niños para enrolarlos. También tomaron a los maridos de las mujeres violadas para utilizarlos como esclavos en las minas. Por eso decimos que se ha utilizado el cuerpo de la mujer como campo de batalla.

En el año 2000 analizamos cómo podía ser que se produjesen esas violaciones masivas. Hicimos un informe y empezamos a alertar sobre esta estrategia. Hace 18 años que trabajamos con esto, y hemos llegado a la Corte Penal Internacional para que este tipo de feminicidios se recoja como crimen contra la humanidad.

¿Cree que ese trabajo ha permitido visibilizar la situación en su propio país?

Sí. Era difícil cuando el cuerpo de la mujer era sagrado, y era imposible hablar de la violencia sexual. A las supervivientes les costaba hablar de esto. Para visibilizar la cuestión creamos la Asociación de Mujeres en los Medios de Comunicación. Hoy puedo decir que lo hemos conseguido: hablamos fácilmente de esto, se hacen foros, diálogos y las víctimas han logrado salir de su condición para volverse actoras de paz y sensibilización. E incluso hemos conseguido sensibilizar a la Justicia, al Estado y al Ejército.

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